Leo y releo el Programa Sectorial de Educación 2020-2024 (PSE, SEP, 2020), del sexenio pasado, que fue el instrumento más relevante de la planificación de las políticas públicas educativas (PPE) enunciadas y aplicadas durante la administración del presidente López Obrador, y que fue publicado en el DOF el 6 de julio de 2020.

Esto señala la SEP, como resumen, en relación con el contenido del PSE: “El Programa Sectorial de Educación (PSE) 2020-2024 tiene como objetivo transformar el Sistema Educativo Nacional (SEN) de México. Para ello, establece seis objetivos prioritarios, 30 estrategias, 274 acciones, seis metas y 12 parámetros de seguimiento.”

Los seis objetivos del PSE 2020-2024 fueron: “1) Garantizar una educación equitativa, inclusiva, intercultural e integral que tenga como eje principal el interés superior de las niñas, niños, adolescentes y jóvenes. 2) Garantizar el derecho de la población en México a una educación de excelencia, pertinente y relevante en los diferentes tipos, niveles y modalidades del Sistema Educativo Nacional. 3) Revalorizar a los maestros y maestras con pleno respeto a sus derechos, a partir de su desarrollo profesional, mejora continua y vocación de servicio. 4) Generar entornos favorables para el proceso de enseñanza-aprendizaje en los diferentes tipos, niveles y modalidades del Sistema Educativo Nacional. 5) Garantizar el derecho a la cultura física y a la práctica del deporte de la población en México con énfasis en la integración de las comunidades escolares, la inclusión social y la promoción de estilos de vida saludables. Y 6) Fortalecer la rectoría del Estado y la participación de todos los sectores y grupos de la sociedad para concretar la transformación del Sistema Educativo Nacional, centrada en el aprendizaje de las niñas, niños, adolescentes, jóvenes y adultos.”

Algunas de las observaciones críticas que hago en este breve espacio, después de revisar dicho documento, son las siguientes: más allá de los elementos tecnocráticos y filo neoliberales que se pueden encontrar o se pueden leer explícitamente en este documento, llama la atención la extraña retórica “nuevo-escolar nacionalista” que permea a lo largo del texto; una retórica que va de lo demagógico a lo simplificador al intentar una caracterización de los fenómenos complejos que atañen a la marcha del sistema educativo nacional.

Veamos dos ejemplos: 1) “Para erradicar este problema (la corrupción) se requiere de una estrategia integral que atienda los síntomas y, sobre todo, las causas de raíz. El papel de la educación en lo primero es importante, en lo segundo, fundamental. Como parte de la lucha contra la corrupción, el Gobierno de México se ha comprometido a entregar de manera directa –sin intermediarios– recursos destinados a los más necesitados mediante programas como Jóvenes Escribiendo el Futuro, Becas Elisa Acuña y La Escuela es Nuestra; así como a fortalecer la participación de las madres y padres de familia y docentes en la toma de decisiones en el ámbito escolar, pues la democracia como el poder del pueblo empieza en la escuela.” (p. 196 de la versión digital).

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Segundo ejemplo: 2) “Por lo que se refiere a atajar las causas fundamentales, la Nueva Escuela Mexicana sentará las bases para la regeneración moral del país, a partir de una orientación integral basada en valores como la honestidad, honradez, ética, libertad y confianza, principios rectores del PND 2019-2024. En este sentido, se impulsará una educación de excelencia para formar mexicanas y mexicanos incorruptibles, responsables, con sentido comunitario y de solidaridad, conciencia ambiental, respeto por la diversidad cultural y un profundo amor por la Patria.” (p. 196 de la versión digital).

Sólo en estos dos párrafos se observan contradicciones discursivas acerca del papel que juega la educación pública en la sociedad mexicana actual (¿”Una educación de excelencia para formar mexicanas y mexicanos incorruptibles”? ¿La Nueva Escuela Mexicana sentará las bases para la regeneración moral del país”?), así como una rara combinación de conceptos que corresponden a dos periodos contrastantes o diferentes de las políticas públicas educativas registradas en México: me refiero al periodo posrevolucionario y al periodo tecnocrático-neoliberal; también se observa el empleo de un recurso argumentativo simplista: afirmar que la educación es el factor clave para erradicar tanto a la pobreza material como a la corrupción.

Por otra parte, en el texto del documento en cuestión se observan pasajes que toman como referencia los derechos establecidos en la Constitución, lo cual no es en sí mismo impugnable, sin embargo, habría que ver cómo están planteados los mecanismos o las formas de aterrizar esas intencionalidades de políticas públicas educativas relacionadas con derechos cívicos o humanos fundamentales. Veamos el siguiente párrafo:

“El PSE 2020-2024 está basado en los derechos que reconoce la CPEUM. Entre ellos destacan el derecho a la no discriminación (artículo 1o.); el derecho a la educación y el derecho a gozar de los beneficios del desarrollo de la ciencia y la innovación tecnológica (artículo 3o.); el derecho al acceso a la cultura y el derecho a la cultura física y a la práctica del deporte (artículo 4o.); el derecho de acceso a las tecnologías de la información y comunicación (artículo 6o.); así como el derecho a la libertad de convicciones éticas, de conciencia y de religión (artículo 24).”

El PSE 2020-2024 y las desigualdades

En otra parte del documento, que por cierto tiene un diseño abundantemente técnico de corte económico-administrativo, se señala: “En la actualidad, la educación en México reproduce las desigualdades regionales, sociales y económicas. Durante décadas, las políticas educativas oficiales concentraron su acción en ciertas partes del sistema, mostrando negligencia hacia otras. Ejemplos de esa mirada parcial se ilustran observando la distribución del presupuesto, el cual ha beneficiado invariablemente a las escuelas urbanas sobre las rurales e indígenas, las tasas de analfabetismo de dos dígitos para ciertas entidades federativas y las brechas en el logro educativo de los grupos históricamente discriminados… Para revertir esta tendencia, la equidad debe ser el eje ordenador de la acción educativa, es urgente poner el sistema educativo al servicio de todas las niñas, niños, adolescentes y jóvenes del país para garantizar aprendizajes significativos y permanentes. Con el propósito de no dejar a nadie atrás, no dejar a nadie fuera, el gobierno de la Cuarta Transformación no escatimará esfuerzos ni recursos para garantizar la igualdad de oportunidades educativas, situación que en un país plagado de inequidades implica adoptar la consigna por el bien de todos, primero los pobres, así como luchar contra todas las formas de discriminación.”

Otro elemento de crítica hacia el contenido de este documento de planificación de las políticas públicas educativas del sexenio 2018-2024, es la no correspondencia o el no cumplimiento entre lo que se promete logar y lo logrado al concluir la administración federal (hasta septiembre de 2024).

Pongo dos ejemplos de metas o compromisos incumplidos: 1) “Para 2024 se estima que la población de entre tres y 14 años será ligeramente mayor a 26 millones y la cobertura en educación para este grupo de edad será universal. En la educación media superior, la cobertura alcanzará el 90%, con una matrícula de 6 millones de alumnas y alumnos, y en la educación superior ascenderá a 50%, con 5.5 millones de estudiantes.” Y 2) “El personal docente, técnico docente, asesor técnico pedagógico, directivo y de supervisión contará con un sistema integral de formación, de capacitación y de actualización que brindará apoyo, acompañamiento y retroalimentación suficiente para la mejora continua del proceso de enseñanza-aprendizaje. Gradualmente dicho desarrollo profesional redundará en su empoderamiento, siendo respetados y reconocidos en las comunidades escolares por su desempeño y vocación de servicio.” ¿Se han cumplido estos compromisos?

Debe recordarse que este instrumento de PPE es el primero que presenta y pone en acción el primer gobierno de la llamada 4T. ¿Cuáles serán los elementos, criterios y prioridades que establecerá el gobierno del segundo piso de la llamada “Cuarta Transformación” en materia educativa? ¿Cuál será el lenguaje político a incorporar en el siguiente PSE 2025-2030? ¿Cuáles serán las lógicas interna y externa que dominarán los hilos discursivos y ocuparán las páginas del PSE que viene? Eso lo veremos en los próximos meses.

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