La próxima presidenta presenta su “modelo económico” que lleva ¡faltaba más! Su dosis de populismo cursi y las dudas positivas y negativas que por herencia genera.
Claudia Sheinbaum ha definido en varias ocasiones su modelo: “Serían seguir avanzando con inversión pública, inversión privada, en el bienestar del pueblo de México… Impulsó el bienestar y la prosperidad compartida”.
Los obstáculos
Existen dos potenciales obstáculos para alcanzar los objetivos de la prosperidad compartida bajo el esquema propuesto por el Banco Mundial. El primero es el error que cometió Luis Echeverría. Claudia ha dicho que no habrá reforma fiscal, cuando es sabido que se debe hacer antes de que entre la crisis y el déficit se vuelva inmanejable e impacte directo en la inflación.
El segundo es impulsar el desarrollo y el crecimiento solo con capital nacional. El problema no es el origen, sino la concentración en sus aliados de la oligarquía mexicana, como Carlos Slim y demás empresarios de la ex mafia del poder, que tiene los monopolios en todos los sectores y duplicaron sus fortunas en el sexenio de Andrés.
De no corregir el rumbo, estos dos obstáculos podrían convertirse en el pecado original de su sexenio, con efectos graves para la economía nacional y en el aumento de la desigualdad.
¿Le creemos?
Dando el beneficio de la duda, AMLO nunca habló de “Prosperidad Compartida”, sino de un modelo de “transformación” con base en caprichos, obsesiones, complejos, resentimientos y ambición personal de poder político y económico. Cabe entonces aclarar que la “Prosperidad Compartida” que propone Sheinbaum nada tiene que ver con las ocurrencias impulsadas por AMLO, puede estar inspirada en dos proyectos ya definidos y estudiados que se enmarcan en un contexto nacional e internacional muy específico para que responda a los retos actuales.
Un modelo fallido
El primer referente (y ojalá no sea su inspiración) viene del proyecto que instauró Luis Echeverría en su sexenio de 1970 a 1976, el “Desarrollo Compartido”.
El plan de Echeverría se desarrolló en un momento en que muchas naciones de Latinoamérica se encontraban atrapadas en la dualidad de países desarrollados y subdesarrollados, de “primer mundo” y “tercer mundo”, que trataban de escapar de la teoría de la dependencia, las características crisis económica y la desigualdad social.
Buscando lograr el crecimiento económico, el gobierno mexicano se centró en una política de expansión del gasto gubernamental bajo la idea errónea de que puede ser una fuente de crecimiento sostenido. Sin embargo, al no aumentar la recaudación tributaria ni los precios de los bienes y servicios públicos, la situación económica se agravó, multiplicando casi por diez el déficit del sector público y, para empeorar la situación, el financiamiento del gasto se basó en la emisión de papel moneda y endeudamiento interno.
Por la gran explosión demográfica el panorama social del país se transformaba, ocasionando escasez de hospitales, escuelas, vivienda, servicios públicos y una gran desigualdad en la distribución del ingreso. Además, la política de expropiaciones para dar tierras a los campesinos generó desconfianza en la inversión privada. La corrupción, la premura por obtener resultados, la falta de planificación adecuada y los manejos financieros ineficientes dañaron el resultado de muchos proyectos y finalmente, en 1976 estalló la crisis, con una inevitable devaluación, inflación de casi 16% y un déficit enorme en la balanza de pagos.
En 2018 AMLO recibió al país en desarrollo, con crecimiento y la desigualdad social se abatía un poco. Ahora, de no presentarse un cambio de rumbo, la situación que hereda puede tornarse igual de delicada a la crisis que cocinó Echeverría con su “Desarrollo Estabilizador”.
Otro modelo, mejorar los indicadores
El segundo concepto de la prosperidad compartida viene de un modelo más reciente, desarrollado por el Banco Mundial en 2013, que parece ajustarse mucho más al de Claudia Sheinbaum.
El primer objetivo de la propuesta del Banco es poner fin a la pobreza extrema que afecta a 1,200 millones de personas que sufren hambre y miseria en el mundo.
El segundo objetivo establecido por el Grupo del Banco Mundial es la promoción de la prosperidad compartida.
El objetivo de prosperidad compartida contiene dos elementos clave: el crecimiento económico y la equidad. Uno de los pilares es el aumento de los ingresos del 40% de la población más pobre de un país, considerando que, sin crecimiento económico sostenido, es poco probable que las personas pobres mejoren su nivel de vida. Pero el crecimiento no es suficiente por sí mismo, requiere que incluya a las personas menos favorecidas.
Hacer el seguimiento de los ingresos del 40% de la población más pobre es un cambio en la forma que los economistas han medido tradicionalmente el progreso, que antes se centraba únicamente en el crecimiento del PIB per cápita. La suposición era que el crecimiento del PIB se filtraría hacia los pobres, mientras que el indicador de prosperidad compartida medirá el crecimiento de los ingresos de las personas menos favorecidos.
El éxito de la propuesta del banco se basará en si el crecimiento genera puestos de trabajo y oportunidades económicas para todos los segmentos de la población. El sector privado suele ser el motor principal de la creación de empleo, pero el gobierno tiene un papel fundamental en la implementación de políticas y regulaciones que promuevan un entorno favorable para mantener altas tasas de inversión, así como el desarrollo de las competencias laborales que se necesitan para tener una fuerza de trabajo moderna y dinámica.
El tema sigue siendo uno: ¿podemos confiar y creerle?
X: @diaz_manuel