“Ya nos lo dijo el Eclesiastés:
tiempo hay de todo:
hay tiempo de amar, tiempo de ganar, tiempo de perder, tiempo de plantar, tiempo de coger, tiempo de llorar, tiempo de reír, tiempo de rasgar, tiempo de coser, tiempo de esparcir y de recoger, tiempo de nacer, tiempo de morir”.
RUBÉN DARIO
“Quien acaricia a un tigre acaba perdiendo un brazo”.
GIOVANNI FALCONE
“Por desgracia, a ella le gustaban más los atardeceres que las llaves y terminó desapareciendo en uno”.
‘MY BLUEBERRY NIGHTS’
Se nos acaba el tiempo. Ya lo dijo ayer el gobierno estadounidense: si Rusia ataca a Ucrania con armas químicas, biológicas o nucleares, desencadenaría una respuesta bélica de Estados Unidos. El mensaje es clarísimo; el riesgo también. Sobre todo porque Vladimir Putin es impredecible. Demencial.
Se ha cumplido un mes de que Rusia inició una guerra cruenta en contra Ucrania. Antes de eso, pocos asegurábamos así sería. Se decía que planteábamos un escenario no realista. En redes se nos tachaba de NO profesionales en nuestros análisis.
Espero ahora, los lectores no comentan el mismo error y consideren que no hay que desestimar el carácter irracional y la mentalidad inestable del líder ruso. Tampoco el cómo influye en sus decisiones su aparente delicado estado de salud.
Ucrania es hoy un país invadido; 3.6 millones de habitantes de una población de poco más de 44 millones han tenido que abandonar sus hogares. Uno de cada tres niños y niñas. A lo largo de este mes, Rusia ha ido escalando su castigo en contra de la población civil ucraniana. Hemos visto cómo hospitales, teatros, escuelas, centros de refugio han sido bombardeados. El objetivo es doblegar al gobierno de ese país, destruir los sistemas productivos y diezmar a la población.
Ante la decisión de Putin de continuar con los ataques (mismo entre la población civil), la Unión Europea, el G-7, la OTAN, la ONU y más de cien países han condenado la actitud del Kremlin. Joe Biden, presidente de Estados Unidos, apenas se trasladó a Europa para perfilar un nuevo esquema de apoyo a Ucrania.
Pasó de descartar una intervención militar de su país, dicho hace unos días, a notificar que, da darse en Ucrania un ataque con armas químicas, biológicas o nucleares por parte de Rusia, Norteamérica desencadenaría una respuesta por la vía de su ejército.
Creo que México no se ha enterado de lo que eso podría significar. Volodymyr Zelensky, presidente de Ucrania ha dicho que Rusia ha lanzado bombas de fósforo y bombas de racimo en días pasados. Ambos tipos están prohibidas de acuerdo a todo tratado internacional en la materia, pero ya sabemos que las condenas no le interesan mucho a los autócratas salvo para victimizarse.
A un mes de que iniciara la invasión rusa, el mundo se vuelve a dividir en dos: entre quienes apoyan a Ucrania y los que vitorean al invasor ruso. Salvo, irónicamente, el gigante chino, aliado de la extinta URRS, que hoy se ve forzado a mantener un frágil equilibrio entre sus necesidades; algo que hasta hace pocos meses hubiese sido impensable.
Mientras tanto, ¿qué hace México?
Pues en la ONU, nuestro nación junto con Francia encabezan una resolución haciendo un nuevo llamado al cese al fuego por parte de Rusia y que con ello se permita el ingreso de ayuda humanitaria a gran escala. Más de 180 países la apoyan.
Al mismo tiempo, diputados de Morena y del PT contradicen la posición de México en la Naciones Unidad al conformar un “grupo de amistad con Rusia” e invitando al seno del poder legislativo al embajador ruso en nuestro país, Víktor Koronelli, quien cínicamente dijo que su país “no empezó esta guerra”. Prestamos la palestra legislativa, donde se supone debaten los representantes de la ciudadanía, al emisario de un asesino. No hay justificante ni pretexto para haberlo hecho.
Mucho cuidado. Si se trata de pasar a la historia (una de las aspiraciones de la 4T), la administración federal y el partido en el poder están pintándose de cuerpo entero colocándose del lado equivocado de la misma. Y la decisión de los diputados no ha sido castigada desde Palacio.
Jugar al ‘tío Lolo’ puede tener serias implicaciones para el gobierno de México. Estados Unidos ha dejado clara su posición ante la guerra y no ve con buenos ojos una actitud tan bipolar por parte nuestra. De hecho, acaba de informar que en México se encuentra concentrado hoy en día el mayor número de espías rusos. Por algo será… El gobierno de nos manda un mensaje clarísimo.
Pero, en respuesta, la expresión de López Obrador de que “no queremos ser protagonistas y por ello no servimos de intermediarios”, no está abonando a la neutralidad. Esta solo refleja esa actitud de franca camaradería hacia Putin.
Durante la instalación del grupo de amistad México-Estados Unidos en la Cámara de Diputados, el embajador de Estados Unidos en nuestro país, Ken Salazar, reclamó el apoyo de los legisladores a Rusia y solicitó más solidaridad de parte nuestra. No solo eso, recordó que México y Estados Unidos estuvieron unidos en la Segunda Guerra Mundial contra Adolfo Hitler y pide hoy a los miembros de la 4T retomen ese sentido de unidad frente a un tirano que abiertamente manda matar inocentes.
La guerra puede escalar rápidamente y hasta podría impactar directamente a nuestro país. La amenaza de uso en gran escala de armas químicas por parte de Rusia es real. Estas no afectan tomando en cuenta fronteras o distancias establecidas.
El miedo de una guerra frontal de proporciones mundiales debería de empujarnos en automático a ser más solidarios con Ucrania, a condenar más al gobierno de Rusia, a evitar que ese país encuentre formas —a través de México— para eludir sanciones. A que este último vea que en México no nos andamos con medias tintas.
Asumir cualquier otra posición simplemente nos va a agarrar con los dedos en la puerta.
Verónica Malo en Twitter: @maloguzmanvero