Bienvenidos amantes de la gastronomía. Pasados los carnavales en todo el mundo, comienza la cuaresma con el miércoles de ceniza, el día en que las palmas que fueron utilizadas el año anterior para conmemorar el “domingo de ramos” son quemadas y utilizadas para poner una cruz en la frente “pues polvo somos y en polvo nos convertiremos”; una forma de recordarnos que los seres humanos estamos de paso por este mundo.
Seas católico practicante o no, la cuaresma es el comienzo de una oferta gastronómica muy interesante. Como somos efímeros hay que aprovechar esto que se llama vida, agasajando a nuestras papilas gustativas.
Nuestro país se pinta solito para tal fin, gracias nuestro gran litoral, la oferta en pescados y mariscos es muy importante; pero no solo con frutos del mar es que podemos pasar la cuaresma; ya se siente el calorcito en la ciudad, así que los alimentos que nos permitan mitigar el sol abrazante son más que bienvenidos.
Cuando era niña, mi mamá solía preparar platillos variados, que año con año hacían su aparición en estas fechas. Uno de ellos era el aguacate relleno, ya sea de camarones o de atún. Imaginen llegar del colegio y encontrarte en lugar de una aburrida sopa caliente, un aguacate relleno de una ensalada de camarón, fresquito y delicioso, hasta comía uno con más ganas; pero no era lo único.
Cuando la temperatura ambiental comenzaba a subir, era normal que hiciera distintos tipos de ceviche. Era requisito que fuera con base en algún pescado blanco, como la tilapia; se dejaba “cociendo” en limón, mientras se picaba finamente la cebolla, el cilantro, chile serrano y el jitomate. Una vez “cocido el pescado” se mezclaba todo y se presentaba en unas coquetas tostadas de tortilla de maíz.
La herencia española de la familia, nos invitaba a elaborar diferentes tipos de “gazpachos”, sopas frías que en verdad no solo se hacían con jitomate, pepino, cebolla, ajo, pan y aceite de oliva, sino que mi madre también solía utilizar otros ingredientes; como la sandía, el mango, melón, fresa incluso el brócoli.
Pero lo que más recuerdo es comer torrijas, hechas con pan viejo; se empapan en una mezcla de huevo, leche y canela, en una sartén con mantequilla derretida se coloca el pan, dos vueltas, para luego ser endulzada con miel. Muchos la conocen como “tostada francesa”, pero en mi casa eran torrijas y solía ser un alimento muy consumido durante la época de cuaresma.
Por supuesto que también se hacían otro tipo de platillos como el “pescado a la veracruzana”, “tacos de pescado estilo Baja California”, “arroz con pescado” o “arroz con pollo”, y como en casa sí se acostumbraba a comer conejo, era el momento ideal para guisar “conejo a la cacerola”.
Como todo niño, temía al clásico de esta temporada: “los romeritos con tortas de camarón”. Francamente lo odiaba, porque las tortitas siempre me parecieron muy saladas y no entendía por qué a los adultos les encantaba comerlos.
Tal vez influyó que también odiaba que por tardes enteras me pusieran a “limpiarlos”. Una vez intenté hacerlo “rapidito y de buen modo”, pero el montón de fanerógamas quenopodiáceas, supuestamente limpias, regresó inmediatamente a mis manos, acompañado de la mirada de mi madre, que no necesitaba mayor explicación. Simplemente mi selección no cumplía con sus altos estándares de calidad, así que tuve que volver a “limpiarlos”.
La idea de la cuaresma es que nos preparemos de manera espiritual, de limpiarnos y purificarnos; por eso se evita el consumir “carne roja”. México tiene una gran cantidad de platillos que se pueden elaborar sin la necesidad de carne roja, desde tamales, sopas, guisos diversos, hasta tacos.
Ahora les toca a ustedes ¿qué comen en sus casas? ¿qué platillos son los que más buscan durante la cuaresma? ¿comen más pescado, pollo o algún otro animal? ¿Tienen alguna anécdota relacionada con la comida típica de esta temporada? Los leo.
¡Bon appétit!
Cat Soumeillera en Twitter: @CSoumeillera