Claudia Sheinbaum Pardo, jefa de gobierno de la Ciudad de México, se encuentra nuevamente en el centro de la opinión pública nacional. Luego de su aparición en la portada de El País, la funcionaria ha negado reiterativamente haber hecho uso de la publicación para avanzar su campaña presidencial. Según adujo, se trató de una invitación realizada por el semanario dominical. Su hipotética presidencia entusiasma a todos aquellos que quisiésemos ver una mujer sentarse en la silla presidencial. Sin embargo, Sheinbaum encierra claroscuros relacionados con su afiliación partidista y con su cercanía con el presidente AMLO.
De acuerdo a los sondeos, Sheinbaum cuenta como buenas posibilidades de convertirse en la próxima presidenta de México. Las razones de ello derivan de la buena percepción de su gestión al frente del gobierno de la capital del país, de las siglas a las que pertenece, y aun más, por ser la elegida del presidente AMLO para sucederle en la jefatura del Estado mexicano.
¿Cómo sería un gobierno bajo Sheinbaum? En un ejercicio de especulación, los mexicanos desearíamos ver a una presidenta que fuese capaz de recoger lo bueno de la autoproclamada 4T a la vez que se mostrase pragmática para desechar los vicios y la narrativa divisora de AMLO; y en su lugar, encauzar políticas responsables dignas de un político moderno de izquierda.
Nadie en su sano juicio podría argumentar, con evidencia en mano, que el Estado no debe combatir la pobreza y la desigualdad, que los más acaudalados no deben ser sometidos a una tasa fiscal progresiva y que el Gobierno federal no debe invertir en educación, salud y políticas sociales. Sin embargo, un hipotético gobierno de Sheinbaum debería distinguir entre políticas progresivas responsables que sirvan al interés general y un gobierno cuya legitimidad no descansa en resultados sino en discursos matutinos que persiguen el objetivo de pintar a los mexicanos una realidad paralela que difícilmente encaja con las verdaderas condiciones del país.
Otro cuestionamiento subyacente de una presidencia Sheinbaum recaería sobre la influencia de AMLO sobre su sucesora. Si bien el presidente ha asegurado que una vez concluida su presidencia se marchará a su rancho (sea al término del sexenio o antes si pierde la consulta sobre revocación de mandato) el recuerdo del presidencialismo mexicano se hace presente en la memoria histórica. Sin el ánimo de buscar paralelismos precisos, el Maximato bajo Elías Calles estuvo marcado por la injerencia de este último en los gobiernos sucesivos, mismo si el general se había apartado formalmente del poder presidencial.
En suma, la presidenta Sheinbaum deberá conservar el diagnóstico realizado por AMLO en en materia de pobreza y desigualdad, pero a diferencia de su predecesor, ella deberá echar a un lado el discurso divisor, abandonar la nefasta polarización promovida desde Palacio Nacional, y así optar por verdaderas políticas de Estado que coadyuven a la solución de los problemas de los mexicanos. Sheinbaum sí que puede hacer historia, pero más vale que, en caso de ser electa, opte por la unión, y no por la división nacional.
José Miguel Calderón en Twitter: @JosMiguelCalde4