La presidente electa Claudia Sheinbaum anunció el lunes finalmente que ofrecería mañaneras todos los días a las siete de la mañana. Con ello, parece buscar dar continuidad al estilo de comunicación propio de AMLO, pero ciertamente con un toque personal que debe ser distinto al del tabasqueño.
Las mañaneras de AMLO han sido utilizadas por el presidente, desafortunadamente, más como un instrumento de propaganda que como una herramienta de comunicación sobre políticas públicas y los que quehaceres del gobierno.
AMLO ha dedicado esos espacios por seis largos años a despotricar contra sus adversarios, a pontificar sobre la moral humana, a descalificar a periodistas, a mostrar los ingresos de Carlos Loret de Mola y los cheques de Héctor Aguilar Camín, a destruir la reputación pública de María Amparo Casar, a mofarse de personajes como Denisse Dresser, a buscar querellas innecesarias con el rey de España, entre otras múltiples declaraciones que lo han apartado del ideal de lo que debe ser un jefe de Estado.
AMLO, con ese talante político natural, ha sido sobremanera exitoso en la transmisión de su mensaje a través de la mañanera. A diferencia de sus predecesores, se ha mostrado como un presidente cercano a la gente, en detrimento, desde luego, de su estatura como jefe del Estado mexicano.
Claudia Sheinbaum es distinta. Ella no tiene el carisma de AMLO, y lejos de ser una mujer política natural, luce mas como una científica cuyos talentos residen en la academia y en las ciencias. Nada mal para un presidente –uno pensaría– en principio.
¿Qué esperar de las mañaneras de Sheinbaum? En aras de la sanación de las heridas y de la profunda polarización dejadas por AMLO, muchos esperamos que la presidente cese el ataque contra los periodistas y los opinadores críticos, que busque la reconciliación y que se olvide, de una vez por todas, de los reiterados apelativos como “conservadores” a aquellos que no comparten los principios de su movimiento.
En contraste, Sheinbaum deberá utilizar esos espacios mediáticos para informar verdaderamente sobre lo que hace el gobierno, cómo gasta, en qué gasta y cómo trabaja en favor de todos; dejando atrás, insisto, la envenenada retórica lopezobradorista que poco o nada ha contribuido a la construcción de un México mejor.