Vladimir Putin, presidente de Rusia, sueña aún con la otrora Unión Soviética; ese estado multicultural que protagonizó la Guerra Fría contra los Estados Unidos. Luego de su caída, y con ello, la consolidación estadounidense como Estado hegemónico en el mundo, Rusia ha sido sometida a un retroceso económico que le ha empujado a abrir sus mercados hacia Occidente.
No obstante este declive ruso en relación con el poder ejercido por la Unión Soviética tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, el oso ruso ha conservado activos políticos y militares que le permiten tener un papel destacado en el concierto de las naciones. Por un lado, Rusia heredó el poderío militar gozado por la U.R.S.S., y por el otro, ha mantenido el codiciado asiento como miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Ello ha permitido a los sucesivos presidentes rusos jugar hábilmente sus bazas mediante el ejercicio del veto en aquellas resoluciones que afecten negativamente a sus intereses.
Putin, quien se ha consolidado como el hombre más poderoso de Rusia desde los tiempos de Boris Yeltsin (mismo superando a éste en términos del dominio de la prensa, de la solidificación de la autocracia rusa y del ambiente político en el país) busca invariablemente expandir su dominio en aquella zona de influencia considerada como el lebensraum ruso (término acuñado en Alemania y luego reivindicado por Adolfo Hitler para referir a su espacio vital) a saber, las naciones eslavas que formaron parte de la Unión Soviética, y mismo, del Imperio ruso en aquellos años previos a la Revolución de octubre de 1917.
Ucrania se encuentra, en consecuencia, en la mira de Moscú. Tras la anexión de la península de Crimea en 2014 bajo una simulación de plebiscito en torno a la voluntad de la población para ser anexados por Rusia, Putin cayó en la cuenta que los Estados Unidos y Europa no están dispuestos a mover un soldado para hacer retroceder al presidente ruso en sus visos expansionistas. Las timoratas sanciones aplicadas por la Unión Europea y las débiles declaraciones de Washington contra las acciones de Putin han galvanizado al mandatario ruso y han puesto en evidencia las reticencias de Occidente para intervenir militarmente en aquella región del mundo.
La OTAN, alianza militar liderada por Estados Unidos y dirigida para disuadir a cualquier país de intervenir contra un estado miembro, ha jugado un papel fundamental en la defensa de la integridad territorial de Europa. Es por ello que los Estados bálticos, tras su independencia a inicios de los noventa, adoptaron como prioridad de su política exterior su adhesión a la OTAN; en un claro intento de prevenir cualquier ataque militar ordenado desde Moscú.
Sin embargo, derivado del cabildeo ruso y de los intereses políticos del gobierno de Kiev, Ucrania no integra la OTAN. Putin, desde su confortable posición en el Kremlin, ha jugado espléndidamente estratagemas políticas para alejar a Ucrania del cobijo de la alianza. En otras palabras, Ucrania queda a merced de Rusia y de sus aspiraciones expansionistas.
El presidente Joe Biden y su gobierno han dado muestras diplomáticas ostensibles de que no están dispuestos a mover a un efectivo militar para evitar que Rusia degluta a su antojo a Ucrania mediante la eventual ocupación de su territorio.
Funcionarios estadounidenses y rusos de alto nivel se han reunido recientemente en Ginebra, Suiza, con la intención de provocar que Moscú retire las tropas de su frontera con Ucrania, lo que conllevaría la deseada desescalada de tensiones. Sin embargo, el diálogo ha conducido a nada pues el gobierno ruso asegura que no busca invadir a Ucrania, a la vez que asevera que Estados Unidos es quien busca agredir a Rusia con la idea de que aquel país se suma a la OTAN.
En suma, la Rusia de Putin ha puesto nuevamente de cabeza a las relaciones internacionales, mientras que Estados Unidos y sus aliados occidentales brillan por su timidez, flaqueza y ausencia de interés para defender a un país que no pertenece a la OTAN y que vive lejos del imaginario de la población y de los intereses de Washington.
José Miguel Calderón en Twitter: @JosMiguelCalde4