Tras varios días de especulación en torno al numero de aspirantes para ser evaluados por los comités para ser miembros del Poder Judicial, la presidenta Claudia Sheinbaum, acompañada de Arturo Zaldívar, salió ayer en la mañanera para informar, ufana, que más de 18 mil mexicanos se habían inscrito en el micrositio, para sumar en total, según se ha anticipado, unos 30 mil para los candidatos de los tres poderes.

No han dejado de circular en redes y en la opinión pública mensajes en torno a una posible “operación” de Morena para que, unas horas antes del cierre de la convocatoria se reuniese un número importante de aspirantes. ¿Se ha tratado de un nuevo fraude o han sido números legítimos? Difícil saberlo.

Sin embargo, lo que sí que es un hecho es que la presidenta y sus correligionarios lucen felices y llenos de orgullo ante una de las reformas potencialmente más perjudiciales y fraudulentas de la historia reciente.

¿Cómo pueden sentirse orgullosos de una reforma que fue el resultado de un fraude constitucional (con la mayoría calificada obtenida artificialmente en la Cámara de Diputados) y de una operación de manipulación y chantaje frente al impresentable senador Yunes?

¿Cómo pueden sentir orgullo ante una reforma que no es otra cosa que el desmantelamiento de la independencia del Poder Judicial y el engaño sobre una supuesta “elección por el pueblo” de los jueces y magistrados?

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¿Cómo pueden andar presumiendo una reforma que atenta contra la integridad misma del Estado Mexicano, contra sus principios fundacionales y contra el espíritu del Constituyente de 1917, y aun más, que pretende socavar a la débil democracia constitucional mexicana?

Pues sí, bajo toda una estrategia de símbolos, discursos y demagogia al puro estilo del populismo latinoamericana, Morena y sus miembros engañan a los mexicanos con una reforma judicial que, según ellos, encarna la democratización del Poder Judicial. Saben bien que no lo es, sino una vulgar, condenable y vergonzosa erosión de la división de poderes.