Nuestra legislación en materia electoral es la consecuencia de un berrinche político. Si bien justificado, pues fue derivado de un fraude electoral. No obstante, se legisló con las vísceras y las amargas remembranzas de la jornada electoral del 2 de julio de 2006.
Los diputados y senadores de oposición en ese entonces legislaron con la memoria y no apelando al futuro. Como si todas las elecciones se fueran a repetir tal y como sucedió ese domingo fatídico de hace diecisiete años. Se equivocaron.
Por consiguiente, se tuvo como resultado un marco jurídico absurdo e insultante, pues de la interpretación de esta ley bien se puede concluir que se redactó desde un enfoque en el cual se le considera al electorado como un idiota.
Hoy en día la realidad ha superado a este mamotreto desatinado e inconsecuente. Por eso diariamente tanto el oficialismo como la oposición violan de manera constante y sistemática nuestras leyes electorales con actos anticipados de campaña.
Con eufemismos y ridículas insinuaciones disfrazan de giras y recorridos lo que es una más que evidente precampaña presidencial.
Así las cosas, creo que sería un gran gesto de reconciliación nacional y congruencia que tanto oficialistas y opositores se unan para terminar con esta farsa; que rompiendo paradigmas políticos hagan una propuesta de campaña conjunta y se nos prometa al electorado una reforma electoral que se ajuste a nuestra realidad política y no a los caprichos autoritarios del presidente.
Si tan sólo Clara Brugada le hiciera extensivas al país las utopías de su Iztapalapa, podríamos ser testigos de una rueda de prensa encabezada por Mario Delgado, el triunvirato de mentecatos y Dante Delgado, prometiéndonos para el futuro reglas que se adapten a nuestra madurez democrática. Porque es un insulto a la inteligencia lo que estamos atestiguando a diario: a nadie le importa la ley electoral en este país.
Twitter: @HECavazosA