“Tenía Pablo en un rincón de su corral un granado que era de aquel vecindado envidia y admiración; pero tan pegado estaba a la tapia que ceñía el corral, que la vestía con su verde y la entoldaba. Y andando el tiempo llegó a abrazarla, de tal modo que con su ramaje todo, al patio vecino dio. Pablo al ver que ya sus brazos hacia otro lado tendía, por el mismo tronco un día la cortó en dos hachazos. ¡Hombre por qué le has cortado! exclamó un amigo, ¿di? ¿qué mal te causaba allí el tronco de ese granado? Un muchacho muy ladino respondió, no le estorbaba, lo ha cortado porque daba sus granadas al vecino”.
Carolina Coronado
La investidura presidencial y su “cuidado” es uno de los pretextos más socorridos de López Obrador. Tonto no es y la usa de excusa cada vez que no quiere atender a un grupo determinado de ciudadanos, cuando puede imponer su voluntad y/o simplemente no se le da la gana hacer determinada acción.
Lo inverso ocurre cuando le tiene miedo a la contraparte. Como cuando se trata de su relación con los narcos o lo que fue su sometimiento a las imposiciones de Donald Trump.
Ahora, ante la alternativa de hacer frente al destrozo de la selva por lo que corresponde al tramo 5 del Tren Maya, así como hacerse presente en aquella zona —esto es, acudir a ras de suelo para comprobar lo que sucede—, salió con la misma cantaleta de siempre: “no voy porque debo cuidar la investidura”.
Dice que “debe cuidar su proyecto político y que él no se puede exponer”. En realidad no se puede exponer a que se le vea en medio del desmonte que se está realizando de la selva; la destrucción sin parangón a raíz de la construcción del tren. Insiste en que la reunión con ambientalistas, artistas, buzos y población de esa región de Quintana Roo tenga lugar en Palacio Nacional. De hecho, su participación en la reunión que iba a celebrarse hoy en la península de Yucatán ya la canceló.
Por supuesto, escucharemos su retahíla en la conferencia mañanera en el sentido de que asistir al sitio donde se construye el tramo Cancún-Tulum hubiese significado seguirles el juego político a la oposición…
Selectivamente ha decido olvidar que fue él quien primero descalificó a quienes presentaron la petición ‘Sélvame del tren’. Sin presentar una sola prueba a las autoridades y a la opinión pública, acusó a diversos artistas y líderes de opinión —entre ellos a Eugenio Derbez— de haberse “vendido por unos cuantos pesos” (sic) para prestar su voz en contra del Tren Maya. Me pregunto si López Obrador no los habrá confundido pensando en los artistas que se venden para apoyar las campañas del PVEM, aliado político-electoral de Morena. O bien, con unos sobres color manila…
Por lo pronto, Derbez ya le dejó en claro: “no tengo necesidad de que alguien venga y me pague algunos pesos para que apoye a algún partido político, yo no recibo sobres amarillos y seguiré protestando por la construcción del tramo 5 del Tren Maya”. Yo como columnista, le digo al mandatario exactamente lo mismo.
El asunto es que AMLO ofende y luego, tergiversando la narrativa, se hace la víctima. Así, ante la respuesta de Derbez, el tabasqueño reculó y dijo que, efectivamente, los activistas no se habían vendido y les invitaba a dialogar. Mas en la “solución” está la trampa; una trampa que captó bien el actor: “el presidente López Obrador hizo el favor de invitarnos a dialogar con él, cosa que de entrada nos da mucho gusto, pero el ser descalificado en un principio no lleva a ningún lado”.
Quien siempre proclama ir a todos los rincones de la geografía nacional y atender a las personas, ahora, ante la tala voraz de la selva, prefiere quedarse resguardado en Palacio y no enfrentar la tragedia causada por un capricho (su capricho) tornado en un mal proyecto y una peor ejecución.
No se quiere exponer a enfrentar la realidad de una selva saqueada de cientos de miles de árboles (de cuyo destino/venta nada se sabe) y condenando a especies en peligro de extinción. Por lo pronto, por cuanto a la tala se refine AMLO debería constatar de primera mano que lo que se está talando de árboles es mucho más a lo determinado como “necesario” en el anexo técnico del Tren Maya.
Ha resultado más sencillo acusar a artistas y expertos de ser pseudo-ambientalistas que generar estudios serios de impacto ambiental. Ya sabemos que AMLO siempre opta por el camino fácil, así sea el más contraproducente para su país…
López Obrador no quiere ser el presidente de todos los mexicanos. Se rehúsa a escuchar voces contrarias a la suya, más cuando se trata de políticas públicas. Lo he vivido en carne propia, nadie me lo platica.
Para la 4T solo hay descalificaciones, y ahora también amenazas y amagos por parte de su partido y seguidores, mismos que el titular del ejecutivo alienta, ya no se diga permite.
Puede ir a visitar a la mamá de “el Chapo” a Badiraguato y bajarse de la camioneta para saludarla, puede solicitar a Estados Unidos le otorgue una visa humanitaria para que esta visite a su hijo, pero no ha podido dar una palabra de aliento a los niños enfermos de cáncer que se encuentran internados en hospitales públicos ni tampoco resolver el problema de desabasto de medicamentos, de personal, de tratamientos que sus pésimas políticas públicas han ocasionado.
Puede quejarse de que profanaron la tumba donde yace el cuerpo de un narcotraficante, pero no ha podido visitar o atender a las madres que buscan a hijos desaparecidos. No ha atendido a las mujeres que varias veces han marchado frente a Palacio Nacional.
Trump dijo que López Obrador accedió al despliegue militar “gratis” por parte de México de 28 mil soldados en la frontera para contener la migración cuando Estados Unidos le dijo que impondría aranceles a las importaciones de nuestro país. No sabemos si AMLO efectivamente “se dobló”; lo que sí es un hecho es el despliegue de soldados y de miembros de la Guardia Nacional en las fronteras norte y sur de nuestro país.
Nada que ver con sus bravatas en contra de los diputados de oposición, olvidando que la Constitución protege las decisiones de los legisladores de la Cámara de imposiciones del Ejecutivo federal.
López Obrador actúa en la lógica del opositor. No sabe gobernar. El presidente se esconde tras el atril de Palacio Nacional; no por cobardía sino porque puede, por autoritario.