“A mitad del camino de la vida, en una selva oscura me encontraba porque mi ruta había extraviado.”

DANTE

¿Qué sigue? La pregunta que se hicieron ayer Carlos Loret de Mola y Luis Carlos Ugalde en la prensa, así como muchos ciudadanos que terminaron pletóricos después de las concentraciones del domingo.

¿Qué sigue? Los amparos ciudadanos como estrategia para que, por la vía jurídica, se pueda reconsiderar/analizar el Plan B. Una buena e interesante propuesta, en la cual no voy a ahondar en este momento.

Pero después de dichos amparos, ¿qué sigue? Especialmente pensando en el 2024.

Comienzo por reproducir algunos elementos de la columna de Loret de Mola del día de ayer en El Universal:

  • “Por ello, un aroma subyacente del Zócalo lleno fue: ¿por quién votamos en el 2024 para seguir esta defensa de la democracia? ¿Quién puede representar un gobierno que no descalifique a la sociedad civil, que apueste por el profesionalismo en la toma de decisiones de política pública, que crea en los ciudadanos, que no quiera destruir la democracia después de servirse de ella con la cuchara grande, que invierta más tiempo en pensar en el futuro que en lamentarse del pasado, que gobierne para todos desde el cerebro y el corazón en vez de gobernar para los suyos desde el hígado y el ego?”
  • “Esa pregunta no tuvo respuesta. Ni en el templete, ni en la marcha, ni en los partidos. Ya está la estructura. Ya está el músculo. Ya está la plataforma. Lo que vimos el domingo es la base sobre la que se construirá el contrapeso electoral a Morena. Pero falta la persona. No hay aún quien abandere ese descontento, quien entusiasme en un Zócalo lleno. Al menos, no aún. Y cada minuto cuenta.”

Me parece que el periodista y otros se equivocan de todas todas. El asunto no es tanto el encontrar al candidato para enfrentar a Morena en el 2024 a la voz de ya, sino identificar las causas más sentidas de una sociedad crítica y desencantada; los qués. Solo abarcando algunas de las demandas muy concretas y logrando con ellas llevar a los abstencionistas a votar es que se puede empezar a pensar en ganarle a Morena.

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Tengámoslo claro: fue primero que surgieron las causas más apremiantes de la 4T y luego que creció López Obrador; él supo retomar estas y amalgamarlas. NO fue al revés, aunque equivocadamente así lo queramos ver ahora. Lo que supo hacer Andrés Manuel fue escuchar a la población, el enojo que había ante la corrupción rampante y un hastío de la clase política tradicional que ganaba más que la gran mayoría de los mexicanos. ¿AMLO es una persona sobresaliente? ¿Fuera de lo normal? NO.

El discurso —que él no creó— es lo que ha hecho la diferencia para Regeneración Nacional. ¿Cuál fue y ha sido la narrativa? Decir que acabaría con la corrupción, con los fatuos (ya sé, en la práctica eso no ha sucedido, pero continúa con ese discurso, pues es lo que la gente quiere escuchar).

Los críticos, los desencantados y la oposición toda quieren llevar a cabo las cosas al revés: buscar un candidato(a) carismático(a) y luego construir un proyecto en torno a este o esta.

Me temo informar que así nunca se podrá vencer al obradorismo. Así no. Nunca.

Se puede y se deben hacer sondeos muy inteligentes sobre cuales son las inquietudes, las necesidades, las exigencias más importantes del 70% del electorado que no está sufragando en favor del movimiento lopezobradorista. Algunas serán comunes a muchísimos mexicanos, pero otras —las más— serán el origen específico, regional y muy localizado (iglesias, universidades, centros de trabajo, asociaciones, etcétera). Y allí es donde deberá volver la oposición en forma de propuestas, de esquemas electorales y, eventualmente, por vía de candidatos y partidos políticos. ¡No deben tomar un camino en sentido opuesto!

Hoy, más que nunca se requiere que este esfuerzo de oposición a la 4T vaya de lo micro a lo macro; identificar algunas causas en las distintas regiones del país que luego sean la base para la plataforma de algún partido político (o alianza). Acoger unas causas es lo que movería a los ciudadanos; saber que sus anhelos son tomados en cuenta.

Desafortunadamente se sigue pensando en términos de la vieja política y del obsoleto sistema de partidos: construir una figura (el quién) y que esta aglutine a los electores, en lugar de definir las demandas más sentidas de la población, de la ciudadanía, de los electores y priorizarlas. Esto es, tener muy claros “los qués”.

El equivocar la estrategia de tener primero un candidato y olvidar o suponer las demandas ciudadanas es en gran parte la razón del por qué no existe una vía clara para la alternancia; una que sea transitable.

Tal vez esto se deba al protagonismo de los partidos y de sus dirigentes; su discurso ha permeado y pensamos que primero debe surgir la figura. No nos damos cuenta que esa es precisamente la razón por la cual los institutos políticos “no nos llenan” y que cada vez hay más abstencionistas, así como personas desencantadas con sistema político que nos rige.

Cierto, los partidos son los únicos que pueden postular candidatos (en general hasta ahora los candidatos ciudadanos no alcanzan los porcentajes requeridos para el registro). Pero antes de decidirse sobre un candidato “político de toda la vida”, “un nuevo político” o un “candidato ciudadano”, lo que deben hacer las estructuras políticas reflejar al ciudadano de la manera más focalizada posible.

En razón de que, en rangos de edad, los abstencionistas están mayormente localizados entre los 20 a 34 años (en ese cohorte casi 60% se abstienen de ir a votar) y que estos ciudadanos constituyen ¡el 35% de la lista nominal!, ese debiera ser el primer cohorte de edad del que se requiere conocer sus “qués” más apremiantes. Lo mismo por cuanto a geografía: hay un desencanto con el aparato político mucho más pronunciado en el norte del país (BC, BCS, CHIH, NL, SIN, SON, TAMPS) que en el resto de la República.

Promover la movilización a partir de grupos pequeños, a ras de piso. ¿Qué quiere la gente? Construir con base en ello la plataforma política; no al revés como la oposición pretende hacer.

Estos abstencionistas deben considerarse como electores potenciales, quienes hasta ahora no han visto que sus demandas sean escuchadas.

Continuar con la estrategia equivocada, es continuar jugando a la rebatinga de los remanentes del sistema partidos. Un sistema en muchos casos perverso.

Esto se ejemplifica hoy en figuras como Alejandro Alito Moreno en el PRI, antes en las peleas en el PAN al definir candidato presidencial (lo que incluyó el agandalle de la dirigencia). Y muchos muchos casos más que lo ilustran. En ningún momento se toman la molestia de saber los “qués” ciudadanos.

Es momento de que los ciudadanos les demos la vuelta al monopolio de los partidos. Momento que distintas organizaciones escuchen las necesidades de los que fueron a las concentraciones del domingo pasado.

Y es que, tengámoslo claro: el corazón de una alternancia no está en las marchas, concentraciones o plantones; está en saber dar orden, lógica y representación a las demandas de la población inconforme. Son dos cosas mucho muy distintas.