“Piensa en mí, cuando sufras

Cuando llores, también piensa en mí

Cuando quieras quitarme la vida

No la quiero para nada

Para nada me sirve sin ti.”

Agustín Lara

“Cuando veas un gigante, examina antes la posición del sol; no vaya a ser la sombra de un pigmeo.”

NOVALIS

“¿Quién piensa en ti?

¿Quién te ha robado tu mirada feliz?

¿Quién te ha cambiado tu ilusión por dolor?

¿Quién se ha llevado tu momento mejor?”

GONZALO BENAVIDES

Hoy veremos a un gobernante que se cree gigante. Que está convencido de su infalibilidad (tanto así que lleva cinco años consultando única y exclusivamente consigo mismo). López Obrador sufre el mal del gigantismo; un totalitario aficionado a la terquedad y a la soberbia que todo lo engulle.

Este hombre pretende lanzarse a la cruzada constituyente de la República, cuando ese tipo de refundaciones nacen de procesos pactados, plurales, incluyentes, visionarios. El obradorismo, sin embargo, es y seguirá siendo —mientras exista— el ir parchando. Un constante ‘al ahí se va’. Y al hacerlo, jactarse de la exclusión del contrario. Él es, en razón del cargo que ocupa, la mayor fuerza polarizante y destructiva que existe en México.

Por lo pronto en el Día de la Constitución, nada más desmoralizante que estar ante un enano con aires de grandeza.

¿Quién piensa en la Constitución y su principio fundamental (la división de Poderes)? El demócrata. De tiranos es dinamitarla.

¿Quién la adecúa (en ocasiones de forma amplia y comprensiva) a principios de su gestión? El republicano. De autócratas es lanzarse a una cruzada cuasi constituyente para pavimentar el camino electoral en favor de su mismo partido. Lo que no pudo hacer durante su gestión, imponerlo para inclinar la balanza —todavía más— en su beneficio y el de quien pueda heredarle.

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Así que no nos equivoquemos, lo que hoy anuncia López Obrador tiene dos propósitos que van de la mano: (1) burlar la normatividad electoral y promover a Morena y a sus candidatos a puestos de elección popular (cuasi monopolizando la conversación, intentando evitar se hable de Xóchitl Gálvez y de todo lo que tiene que ver con su figura como #NarcoPresidente) y (2) mandar señales —midiendo reacciones— de permanencia, de continuidad. De que él no se va. Irse, sin irse, y no tener que rendir cuentas; las legales, las administrativas y las históricas.

López Obrador piensa tiene los tamaños para encausar un constituyente y alterar de forma sustantiva el balance de poderes. Pronto sabremos si tiene razón por cuanto al fondo y a la forma.

Antes, es menester considerar lo siguiente:

  • Parte toral de sus reformas, y que muestra la particular forma de López Obrador de consolidar el poder, radica en que se propone eliminar la facultad de la Suprema Corte de suspender las leyes aprobadas por el Congreso. Carta blanca a las iniciativas aprobadas por el régimen, incluyendo las que abrigan deficiencias prácticas y flagrantes inconstitucionalidades.
  • No está de más decir que la propuesta de López Obrador también vuelve a la SCJN una instancia imposible para acceder por parte del ciudadano. Si de por sí ya es difícil escalen los casos de un simple mortal a esa última instancia, las reformas propuestas anulan ese camino.
  • Allí cabe su afán por desaparecer los órganos constitucionales autónomos.
  • O en la reedición y el insistir con modificaciones, enmiendas, legislaciones que YA han sido declaradas inconstitucionales. Así, la intención de concretar la militarización de este país…
  • En cuanto a la propuesta de aplicar castigos a quienes, en el Poder Judicial, tarden más de medio año en resolver un conflicto tributario. ¿Por qué no admitir que usualmente las otras partes involucradas —esas sí del Poder Ejecutivo (SAT, Hacienda y Fiscalía, que se supone autónoma) no hacen bien su trabajo? Primera razón por la cual los delincuentes evaden la justicia. Desdén muestra el presidente AMLO hacia la norma cívica y jurídica más importante de la vida nacional, esto es, la propia Constitución.
  • Pero quizá nada muestre más la intención de debilitar —que no fortalecer— al Poder Judicial en su conjunto, que lanzar una embestida sobre los poderes judiciales… locales.
  • Por supuesto, se cuece aparte la obtusa propuesta de que los jueces sean electos por vía del voto directo popular. Al respecto les aseguro una cosa: Andrés Manuel estará conforme con esto hasta que un ministro comience a ser más popular que él; en ese momento la ecuación del porqué de sus reformas y del proyecto que ahora encabeza sufriría un cambio súbito e inexplicable
  • Pero, más allá de lo errado de su propuesta, ¿que pasó con la austeridad de la que el obradorismo presume? Tan falsa como el compromiso de su líder con el bien de los más necesitados de nuestra nación. Las campañas para la elección de ministros, magistrados, jueces serían un nuevo gasto que cubrirían nuestros impuestos…

Sí, hoy AMLO pretenderá nuevamente la grandeza. Una grandeza que no le alcanza ni siquiera para compartir espacio con su igual; con Norma Piña, presidenta de la SCJN. Aquel que pregona “el crimen organizado también es pueblo”, no puede mantener una relación institucional con el Poder Judicial en aras de un verdadero bienestar para la nación.

Ya lo dijo: ¡al diablo las instituciones! Nada ni nadie que pueda poner límites al poder omnímodo que busca. Siguiendo el modelo de Venezuela, Guatemala, Cuba, dinamitar la división de poderes, como hoy lo establece nuestra Carta Magna.

Giros de la Perinola

1.- De todas las grandes reformas que mandaron los últimos presidentes, la tasa de aprobación de sus iniciativas fue/ha sido del: 35% Fox, 55% Calderón, 65% Peña Nieto y 50% Andrés Manuel. ¿Qué dice esto? Por lo pronto, que se consigue más con la inclusión y el debate, que por la vía de la imposición de la voluntad de una sola persona.

2.- Habrá que verificar la información en el sentido de que el INE está negando —sin fundamento— a nuestros paisanos en Estados Unidos la posibilidad de obtener su credencial. ¿No se está aceptando el pasaporte mexicano como identificación?

3.- Sobre “desaparecer el fuero presidencial”, no, no nos confundamos. La ley no es retroactiva a menos que sea en favor de la víctima. Hasta Marko Cortes cayó en la trampa (el panista no sirve para nada, ah sí, para auto recetarse una plurinominal…).