No solo ya son el decadente payaso Brozo, Loret de Mola, Pepe Cárdenas, el chileno que su nombre se me escapa y demás, de suyo ya una suerte de cómicos de mal gusto y ellos, corrompidos ya hasta lo evidentemente indecible. No, sino que la obscena campaña de risa loca, referente a la próxima elección presidencial en México a llevarse a cabo este año 2024, con el tono de “Xóchitl = democracia, Sheinbaum = dictadura” ha llegado a un personaje (José Miguel Zunzunegui) que, hasta el día de ayer que me reenviaron un video suyo tenía yo en excelente percepción, en el cuál el historiador asegura eso: “2024: democracia ó dictadura”. Me ha decepcionado, por decir lo menos. Máxime viniendo de un historiador, que se puede o no estar de acuerdo siempre con sus puntos de vista y maneras de ver y presentar ciertos episodios de la historia, sobre todo (claro está) la de México., pero si existe alguna profesión que sabe bien a bien, aún sin haberlo vivido, lo que supone los horrores de una dictadura (Franco, Hitler, Stalin, Pol Pot, Mao, y un tristemente largo etcétera) es precisamente la de historiador.
Es clara la mano de la cabeza del espuriato mexicano, una la de las páginas más oprobiosas de la historia de México, metida ya en la alicaída campaña de Xóchitl Gálvez y el PRIAN (del cascarón PRD, ni quien se acuerde), Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa, que tiene a prácticamente todo su gabinete de seguridad en cárceles de México o del extranjero, tratando de evitar la evidente y cada día más próxima hecatombe electoral, con personajes como el opaco y apocado Max Cortázar, por ejemplo, intentando replicar la fórmula del 2006 “un peligro para México”, o la de aquel sexenio qué asesinó nuestra preciada paz social, que rezaba cínicamente aquello de “para que la droga no llegue a tus hijos”.
Aquí el tema es quien financia esa aberrante campaña, que empresarios, que grupos fácticos, que oscuros personajes de la iniciativa privada nacional o extranjera, políticos caídos en desgracia, que líderes clericales, que membretes de eso que nombran cómo “la sociedad civil”; seguro no se diferencian en tanto de los del fatídico 2006. Yo mismo, puedo afirmar, soy hijo de una dictadura, mi abuelo y mi padre llegaron a México gracias al general Cárdenas, huyendo de eso, del franquismo, y fue más que un drama la cantidad de fusilados, perseguidos, torturados, muertos, desaparecidos y desplazados; familias rotas para siempre por el régimen de ultra derecha, dónde los más murieron como aquella especie de mal chiste: con el dedo índice achatado, de tanto pegar con fuerza en las mesas acompañando la afirmación de “¡este año cae Franco!”, y prácticamente todos cayeron, excepto el, muerto ya anciano, en el poder y en su lujosa cama, con los mejores médicos a su servicio... Y sacerdotes claro, por aquello “la salvación de su alma”.
Me inclino a imaginar a Zunzunegui, haciendo caso a AMLO cada que estaba en campaña, en eso de “cómanse la carnada, pero no muerdan el anzuelo”, y que bien sabe, el historiador de marras, que sus dichos no serán tomados en serio en los hechos por nadie, más que por la languideciente base del conservadurismo y su voto duro; Zunzunegui pues, no nos puede tener, simple y sencillamente a los mexicanos, en tan pobre y bajo concepto.