¿Recuerda usted los juegos de Facebook y otras aplicaciones que ofrecían al usuario proyectar su envejecimiento o su infancia? Felicidades. Si usted lo utilizó, ya forma parte de los entrenadores oficiales de esta tecnología de recopilación masiva de datos que ahora se enfoca en niñas y niños para identificarlos, vigilarlos y lograr marcarlos durante cada intento migratorio.
Un proyecto no reportado oficialmente busca mejorar cómo los algoritmos de reconocimiento facial rastrean a los niños con el paso del tiempo, es decir, lograr identificar el envejecimiento y permitir que sólo por esos datos, puedan continuar siendo identificados. El Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos (DHS, por sus siglas en inglés) está investigando formas de utilizar la tecnología de reconocimiento facial para seguir la identidad de los niños migrantes y con ello, frenar la migración, “incluso hasta los bebés”, a medida que crecen, según John Boyd, director asistente de la Oficina de Gestión de Identidad Biométrica (OBIM) donde se dedican a recopilar datos, investigar y desarrollar futuros servicios de identidad biométrica para el gobierno basados en funciones críticas de seguridad nacional, incluyendo la lucha contra el terrorismo y la inmigración, según su página.
El funcionario explicó en una conferencia en junio que la pregunta clave para la OBIM era: “Si recogemos a alguien en Panamá en la frontera sur a los cuatro años, por ejemplo, y luego lo recogemos a los seis, ¿vamos a reconocerlo?”
La tecnología de reconocimiento facial (FRT, por sus siglas en inglés) nunca se ha aplicado a los niños, en gran parte porque los conjuntos de datos de entrenamiento con rostros reales de niños son escasos y se componen de imágenes de baja calidad extraídas de internet o de pequeñas muestras con poca diversidad. De ahí la importancia de no subir fotos de niñas y niños a ninguna red social ni página de internet, menos aún sin consentimiento de sus padres.
Los datos de los menores, además, tienen protección especial por la privacidad y el interés superior de la infancia. Sin embargo, las cifras son escalofriantes. El Centro de Acceso a Registros Transaccionales (TRAC) de la Universidad de Syracuse ha documentado que 339,234 niños llegaron a la frontera entre Estados Unidos y México en 2022, el último año para el que hay cifras públicas. De ellos, 150,000 viajaban solos, el número anual más alto registrado. La proyección es que: Si los datos faciales de al menos el 1% de esos niños estuvieran en la “iniciativa de progresión estructural craneofacial de OBIM”, el conjunto de datos resultante superaría a casi todos los conjuntos de datos existentes de rostros reales de niños utilizados para la investigación sobre el envejecimiento.
Para dimensionar el peligro de esta política, la identificación facial implica recopilación de datos biométricos, como el iris y cientos de estos datos pueden entrenar algoritmos y herramientas tecnológicas que podrán programar cualquier tipo de instrumento de forma racista, sean drones anti migrantes o sistemas de alerta para negar visados, se trata de un planteamiento que criminaliza a las infancias asumiendo que, si han intentado migrar de bebés, podrían hacerlo de mayores por lo que derechos básicos se les podrían denegar.
John Boyd describió recientes “regulaciones” en “algunos componentes del programa”, o suboficinas, que han eliminado las restricciones de edad en la recopilación de datos biométricos.
Lo que es peor: empleados aseguran que en los centros de procesamiento de migrantes en la frontera entre Estados Unidos y México ya tenían recolección de identidad biométrica, y todos estaban pasando por ello, igual adultos que niños, sin transparencia de los datos recolectados, menos de su tratamiento y sin siquiera aprobación del Congreso estadounidense, menos de autoridades mexicanas.
En el caso de los menores, el abuso es evidente: Sin manera de tener conocimiento del alcance de tales prácticas o tecnologías, sin un adulto responsable, sin conciencia plena y sin posibilidad de otorgar ningún tipo de consentimiento informado.
La Oficina de Gestión de Identidad Biométrica, anteriormente conocida como el Programa de Tecnología de Indicadores de Estado de Visitantes e Inmigrantes de Estados Unidos (US-VISIT), se creó después del 11 de septiembre con el mandato específico de recopilar datos biométricos, inicialmente solo huellas dactilares y fotografías, de todos los ciudadanos no estadounidenses que intentaran ingresar al país. Lo sabe cualquier mexicano o extranjero que ha tramitado una VISA.
Desde aquel momento, EU ha comenzado a recopilar huellas faciales, escaneos de iris e incluso ADN. ¿Aquello es conocido por México? ¿es un tema que puede estar sobre la mesa en la revisión del T-MEC?
Estas políticas habrían comenzado con Donald Trump. Un informe reciente del Centro de Privacidad y Tecnología de la Facultad de Derecho de Georgetown encontró que Protección Fronteriza (Customs and Border Protection) ha agregado 1.5 millones de perfiles de ADN, principalmente de migrantes que cruzan la frontera, a las bases de datos de las fuerzas del orden desde enero de 2020, en los términos de las reglas promulgadas por el Departamento de Justicia bajo la administración de Trump. El perfilamiento racial de inmigrantes, la mayoría de los cuales son personas latinas y morenas, en una base de datos de ADN utilizada por las fuerzas del orden podría significar un nuevo estado de vigilancia y ser el origen de más sesgos. Aunque la ONU tiene directrices de los Derechos del Niño en la Era Digital (2021) que protegen la privacidad de sus datos, pareciera que la niñez mexicana, latina y afro no es reconocida y menos respetada porque de hecho, ninguno de los tratados que contemplan esta protección es obligatoria para Estados Unidos.
Con información de MIT TECHNOLOGY REVIEW