“Todo adulador vive a expensas de quien lo escucha.”
JEAN DE LA FONTAINE
A cinco caídas
Casco verde olivo contra cabecita de algodón. Lo que empezó como una relación idílica entre López Obrador y el Ejército, hoy no se sabe si es una relación de conveniencia en la que ambos se toleran, si López Obrador finalmente va a conseguir dinamitarlos o, bien, si el Ejército ya está por encima del titular del Ejecutivo.
Ayotzinapa
La pregunta fundamental es quién controla a quién. Hasta antes de la informe sin testar de Ayotzinapa, parecía que López Obrador tenía complacido al Ejército —con el fin de destruirlos desde dentro o no, esa ya es otra cuestión— al haberles dado tantas tareas a cumplir: la construcción de un aeropuerto y de un tren, la administración del AICM, el manejo de las aduanas del país, el traslado de libros de texto, vacunas y gasolina, y hasta la anexión de la Guardia Nacional y una extensión en su presencia en las calles.
Pero pasó algo cuando se dejó ver que los militares mucho tenían que ver con la masacre de Iguala. Un golpe a la castrense institución desde el centro del gobierno.
Guacamaya Leaks
Mientras se seguía en la discusión de la responsabilidad del Ejército, el crimen organizado y los Abarca (el crimen no organizado) en ese evento, estalló el hackeo de los Guacamaya Leaks. Más de 6 TB de información que se obtuvo de las computadoras del Ejército.
Y aunque López Obrador minimice el hecho, en realidad se desató el pandemónium. La información que se conoce golpea tanto al Ejército como al poder civil. Hasta este momento, si lo ponemos en una balanza, sale en peores términos la parte civil. Eso es algo que quizá pasa desapercibido, pero hay que tomar en cuenta.
Nos encontramos con que el Ejército investigó a gobernadores, a miembros del gabinete, y hasta la misma no primera dama fue escuchada por los militares. Si a ella la escucharon, ¿qué nos hace suponer que no espían también a López Obrador? Muchas dudas, todas de peso.
Entre los papeles que fueron filtrados se esboza que quienes mandan en el país ya no son las autoridades civiles, sino los militares. Se sabe que la iniciativa para que el Ejército permanezca en las calles partió de Sedena; López Obrador únicamente la presentó ante el Congreso.
Se sabe, también, que Adán Augusto López Hernández —corcholata de Palacio— fue investigado y que tres personas de su gobierno estatal aparentemente están ligadas con el CJNG.
Gobernación
A partir de ello, el secretario de Gobernación se le ha visto obsequioso con el general Crescencio Sandoval (y combativo con los gobiernos locales de oposición, lo cual abordaré en otro escrito). Pasó de ser secretario y jefe de gabinete, a actor sumiso ante el general y violador de la Constitución.
Pero ello no le valió —no fue suficiente, esto es— para que el general Sandoval mostrara (al igual que otras autoridades, como es Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco) lo falso del dicho de Adán Augusto sobre los estados con mayor número de muertes del país. La Sedena informó clarito: ocho de los más sangrientos son gobernados por Morena…
Luego tenemos que el secretario general se presentó el día de ayer ante el Senado, pero solo fue de acompañamiento. En ningún momento compareció como se indica en la ley. ¿Por qué?
Dos lecturas: es una muestra del verdadero poderío de la Sedena y, como tal, un desprecio al Poder Legislativo o, bien, el general no dice nada siguiendo instrucciones de López Obrador (si bien, con ello, hace que queden mal las Fuerzas Armadas del país y abolla la confianza que los militares han construido por años entre la población).
Las comparecencias
La negativa de Sandoval de rendir cuentas al “pueblo sabio” y explicar el desaguisado del hackeo es una señal de alarma para la democracia y para el sistema normativo de nuestro país. El Estado de derecho se pierde muy rápidamente.
¿Anuncio de lo que le espera a México con la militarización? ¿Ni presidente ni Ejército rendirán cuentas…?
Si hacemos memoria, López Obrador les debía una a los militares por la liberación de Ovidio Guzmán. El presidente ya dio la cara luego en Estados Unidos por el general Salvador Cienfuegos. ¿Y ahora?
¿Grillar o comer?
Todo hace pensar que el Ejército es más poderoso que la autoridad civil y que comienza la insubordinación hacia López Obrador. Que la grilla no proviene de fuera del gobierno ni del conservadurismo, sino de la propia 4T. De miembros que se han visto desplazados porque AMLO le ha depositado más poder, más juego, más confianza al Ejército que a su propio equipo. La grilla proviene de la administración misma; es una lucha de poder y visiones de conformar al país.
¿Qué le sabe el Ejército —o Sandoval— a López Obrador que les defiende —y otorga— tanto? ¿Se repite aquí una relación tipo la del tabasqueño con el Fiscal Getz Manero?
El empoderamiento logrado por parte del Ejército no ha sido reciente, lleva 20 años con campañas que nos habla del valor de los soldados y de su compromiso con México. Lo que sí es de ahora es cómo se han inmiscuido en la política y olvidado su vocación castrense. Esa sed “material” y de poder hace suponer que el Ejército es quien ya manda sobre el tabasqueño. Que puede mostrar su desprecio por las autoridades civiles y por la Constitución.
Quedan pocos que le hacen ver al general Sandoval lo errado de su actuar; dos senadores que en algún momento pertenecieron a Morena, entre ellos.
German Martínez, quien dio una de las mejores razones del porqué el Ejército debe actuar de forma distinta: el fuero “no le alcanzará a nivel internacional”. Lilly Téllez, especificándole al general secretario los errores que cometía.
Tienen razón ambos senadores cuando denuncian que Sandoval se inmiscuye en política y considera tendenciosos a quienes no piensan como él.
El Ejército quiere “comer”; seguro el presidente AMLO busca hacer lo mismo. Cualquier resultado será malo para el país. López Obrador y Sandoval ríen, lo constatamos ayer. ¿Quién se ríe a expensas de quién?