Ayer el presidente AMLO, en un intento de sacudirse la polémica en torno a sus supuestos vínculos con el crimen organizado, y en el contexto del reportaje del New York Times, aseguró a los periodistas que se sentían “bordados a mano” y de una “casta divina”. Lo hizo en medio de una estrategia defensiva dirigida a utilizar su extraordinaria capacidad comunicativa para desprestigiar al diario neoyorquino, limpiar su nombre, y a la vez, salvar del eventual descrédito público a su candidata Claudia Sheinbaum.
Patrañas. Vamos a ver. A lo largo de su presidencia, y desde el primer día que se puso encima la banda presidencial, AMLO ha actuado como un monarca absoluto. Imbuido de un espíritu de mesianismo redentor, y auto erigido en el salvador de la nación, ha contravenido la Constitución, violado la ley, puesto en riesgo la integridad personal de sus críticos, denostado impunemente y traicionado el espíritu de la democracia liberal en ciernes.
¿No es AMLO quien se percibe como miembro de una casta privilegiada al sentirse por encima de la ley y de las instituciones? ¿No fue el propio presidente mexicano que se ha presentado como la fuente de legitimidad, en detrimento del respeto de las normas jurídicas? ¿No ha sido él quien ha rebasado sus competencias constitucionales?
¿Cree de verdad que su palabra y popularidad le colocan en una situación de invulnerabilidad pública que le habilitan para hacer y deshacer sin estar obligado a rendir cuentas? ¿No se cree él la Alteza Serenísima que tanto ha criticado de su antecesor Antonio López de Santa Anna?
Mucho puede perorar el jefe del Estado mexicano sobre la integridad moral y ética de los periodistas y de sus opositores; y mucho podrán también sus corifeos buscar mantenerle en los altares, como si se encontrase libre de cualquier sospecha de corrupción o acto inmoral.
La realidad, empero, es asaz distinta. Si bien la integridad personal de AMLO no ha sido cuestionada (no existen hoy elementos incriminatorios probados que apunten hacia esa dirección) han sido bien documentados casos de corrupción y conflicto de interés que han golpeado duramente a miembros de su administración.
En todo caso, AMLO, quien critica a otros de auto percibirse como miembros de una casta privilegiada, es el mismo que, con sus reiteradas violaciones, busca definirse como la única fuente de la verdad. Nada más lejano de la realidad.