Para la gente dedicada a la política resulta importantísimo dominar una tecnología entre todas las existentes: la relacionada con saber estar en el presídium, el templete, la tribuna, el estrado o la tarima en los mítines relevantes.

Para subir allá arriba, tan cerca del cielo porque es desde donde lanzan encendidos discursos líderes que se sienten poseedores de gran carisma, hay quienes utilizan la cerril técnica de los codazos; otras personas prefieren el recurso —más civilizado— de la persuasión, y sobran las y los militantes que no se complican y recurren a la mexicanísima tradición de simple y sencillamente comprar su espacio en la tarima, tecnología infalible.

Como periodista, como invitado y hasta como integrante de equipos de campañas electorales —solo dos de ellas, la de Colosio en 1994 y la de AMLO en 2006— he estado en numerosos presídiums políticos y he visto y hasta sufrido de todo. Los codos de algunos compañeros avorazados me han lesionado, he padecido el desprecio de profesionales en la organización de actos que me han quitado el lugar para entregarlo a alguien más vivo que yo, he llegado tarde y me he quedado con las ganas de trepar al estrado, he admirado templetes en los que brilla el orden y criticado otros completamente caóticos, hasta he corrido asustado cuando se han caído tarimas mal puestas.

Lo que nunca había visto es un presídium solo de mujeres en un mitin relevante. Hoy domingo ocurrió en un evento de @MaraLezama, candidata de Morena a la gubernatura de Quintana Roo. Solo estaban ella, integrantes de su equipo y la invitada especial, @Claudiashein.

La nota fue esa: solo mujeres en el presídium. Se trata de algo tan inusual —tal vez nunca había ocurrido en México— que debe ser considerado más noticioso que los gritos de “¡presidenta, presidenta!” dirigidos a la jefa de gobierno de la Ciudad de México y que con entusiasmo coreaba la candidata Mara Lezama.

Ni duda cabe, vivimos tiempos distintos, al menos en lo relacionado con las formas políticas antes tan machistas.