Tiene razón Gerardo Fernández Noroña, lo que se buscaba era dañar a Claudia Sheinbaum con la filtración del video en el que ella exige a Alfonso Durazo que se cumpla el principal acuerdo para que transcurriera con civilidad el arranque de la contienda interna de Morena.
Ese acuerdo era el de que la corcholata y los corcholatos no iban a llevar porras… ni porros.
Pero Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal incumplieron y, lamentablemente, seguidores de estos dos aspirantes —sobre todo los de Marcelo— gritonearon a Claudia.
Se trató de un espectáculo muy misógino, indigno de un partido de izquierda.
Alfonso Durazo presidía el evento, debió haber exigido a Ebrard y Monreal controlar a sus porras… y a sus porros.
Para no enrarecer más el ambiente, Durazo pensó que lo mejor era ignorar tales hechos, pero era imposible que Claudia permaneciera como si nada hubiera pasado.
Ya en el recinto en el que se fijaron las reglas para la competencia en Morena, comprensiblemente molesta por las agresiones de los partidarios de Ebrard, que se pasaron de vulgares, Sheinbaum hizo lo que haría cualquier mujer: exigir con energía respeto a su dignidad.
Aunque no estaban permitidos los teléfonos celulares, alguien indebidamente traía el suyo e hizo un video del momento en el que Sheinbaum reclama a Durazo que se cumplan los acuerdos.
Como acertadamente ha dicho Noroña —que todo lo vio—, la difusión del video, que se hizo viral, buscaba golpear a Claudia.
Pero, ni hablar, ese video benefició a la líder en las encuestas, ya que la presentó como una mujer que no se deja aplastar por la misoginia de nadie, ni siquiera la de aspirantes presidenciales perversos supuestamente de izquierda.
Claudia se vio fuerte, digna, de una pieza y con más autoridad que sus compañeros hombres, a los que puso en su lugar.
Es tiempo de mujeres, deberían entenderlo los corcholatos de Morena tan machitos ellos.