Mi hijo pequeño me ha dicho, en repetidas ocasiones, que él no come comida chatarra. A su corta edad entiende la diferencia entre comida chatarra y comida saludable y prefiere la segunda. Me pide agua en lugar de refresco, me pide frutas y toma té de manzanilla. Buen trabajo está haciendo el colegio con la generación de mi hijo que entiende perfecto que es bueno y que no lo es.
Mi hijo hace crítica “light” de mi “pancita” como él le dice y a mí no me queda de otra que ponerme a dieta. Sí, soy víctima del Tigre Toño, del elefante Melvin y de Cheester. Todo este sobreconsumo me trajo a una de las peleas más difíciles que es enfrentar a la obesidad. Gracias a la química de mi organismo no se ha convertido en diabetes pero en estar gordo sí lo es.
Burla de la crítica social y de varias malas concepciones sobre mi estado físico. Recuerdo un compañero de clases de Taiwán me sentó y me pidió perdón por haber pensado que lo “gordo” me hacía de facto huevón y bruto. Me dijo que ese concepto cultural había cambiado al conocerme y me sorprendió pues nunca me ofendió, al menos no que me haya dado cuenta.
Conozco padres tóxicos que han ofendido a su familia diciéndoles gordos mórbidos cuando no tienen idea de lo que hablan y de los problemas que les han traído a sus hijos. Mire que he visto gente que ha caído al hospital o que ahora tienen enfermedades mas fuertes que el sobrepeso solo por todos los ataques desde el seno de su misma familia.
La obesidad en cualquier edad es un gran problema y sí es una enfermedad crónica que se debe de tratar con mucho cuidado. Fuera de un problema estético, es un problema que afecta a todos los niveles de los servicios de salud. Si este tema de obesidad no es tratado puede explotarle a los de salud publica y demás.
¿Qué tanto puede hacerle daño un poco de comida chatarra a un niño? Pues un poco no, pero la constante exposición a esto con la vida sedentaria que se vive ahora hace esta situación mas complicada.
Las grandes urbes donde no se planean espacios de esparcimiento y lugares donde poder ejercitarse de manera segura también contribuyen a que esto pase. ¿Qué me ayudo en la infancia a no ser un gordito mórbido? La oportunidad de poder jugar con mis amigos de todo. Jugábamos futbol por horas y horas o cualquier otro juego que nos inventábamos. Nos poníamos pruebas de quien corría más rápido o quién podía subir un poste de luz o quien tiraba una piedra mas lejos o quien tenia más puntería para darle a una lata. Juegos un poco antidiluvianos pero igual siempre en actividad física que aunque fuera informal, la teníamos. Ahora es más complicado hacer eso por la inseguridad o el diseño de las unidades habitacionales y es ahí donde los gobiernos de todos los niveles tienen que intervenir.



Generación de salud que incluya actividad física obligatoria en los planteles escolares. Torneos, competencias y muchas otras cosas en las escuelas. Espacios públicos seguros donde se fomente la actividad física y la convivencia de la comunidad bajan los niveles de obesidad y inseguridad al tener una comunidad mas integrada.
Sí, es un tema lo de la comida chatarra y las nuevas generaciones lo entienden si se les transmite desde pequeños. Mire que la directora del colegio de mi hijo pequeño hace crossfit y pone en evidencia a varios padres de familia que no hacen actividad física.
Desde mi trinchera lucho porque mis hijos no sufran lo que yo he sufrido y seguiré sufriendo por tener esta enfermedad crónica. Y créame que no solo es de voluntad sino de una lucha constante contra todo, ahí la llevamos.
Ojalá que lo que no se gaste en temas de salud por obesidad se aplique en lugares donde se fomente la cultura física o en productores de alimentos saludables. Esa lucha es fuerte pues aun sigue siendo mas barato producir comida chatarra en grandes cantidades que ofrecer comida saludable.
¡Ánimo!