La noticia
La noche del 25 de junio, hallábame en el hogar de mi amigo Armando Casas (actual director del Canal 22). Pasando las nueve y media de la noche, pasé al baño, antes de retirarme; al salir de ahí, Armando terminó de hablar por su teléfono celular, estaba súbitamente ensombrecido; me comunicó: “Helguera falleció”. “¡Cómo!”, exclamé, sorprendido. “Al parecer, de un paro cardiaco”, respondió.
De inmediato busqué información en Twitter (Armando no está en ninguna red social, y los portales de noticias reciben su información con lentitud). Le dije: “La primera notificación sobre su muerte fue hace quince minutos. No te preocupes, a la mejor de un momento a otro se desmiente, no sabes la cantidad de gente que matan y de inmediato resucitan en Twitter”.
Me dijo que ese día habían grabado el programa “El Chamuco” (que es una coproducción del Canal 11 y Canal 22) pero que a Helguera no le había tocado grabar, por lo que no se le había hecho extraña su ausencia. Entonces le llamaron para confirmar la noticia.
Cuando me fui de su casa, Armando estaba coordinándose por teléfono, para realizar un programa especial por la muerte de Helguera.
No cualquiera hace caricaturas
Uno a veces se pregunta, ¿porqué cobra tanto un caricaturista? Solo tiene que hacer un dibujito diario y ya, dispone de todo el tiempo del mundo para descansar. Eso me recuerda un dicho sobre los cilindreros: “Cualquiera lo toca, pero no cualquiera lo carga”.
Para ser un caricaturista cotizado, se requieren básicamente dos talentos.
1. Tener un buen trazo (y con ello no quiero decir dibujar con maestría, sino tener un trazo original, auténtico, inimitable).
2. Tener comicidad (aunque, como golpe de segunda banda de billar, también haga reflexionar).
Cuando se trata de caricatura política, se agregan otras dos cualidades: 1. Estar bien informado, y 2. Tener una gran capacidad de síntesis (cuando hago humor político, en una breve entrada debo poner al lector en antecedentes, para que entienda los chistes).
Antonio Helguera cumplía con todas las características, agregando que fue un gran editorialista de izquierda, sumamente crítico a la corrupción y la injusticia.
Condenado a la escritura
No están para saberlo, pero mi primera publicación en la vida fue una caricatura, publicada el 3 de octubre de 1979, en la revista “La Garrapata, el azote de los bueyes. (Tercera época)”, dirigida por Sergio Arau, Antonio Caram, Efrén y Helioflores.
Dibujé una Catrina que estaba votando por Ted Kennedy, junto a una caricatura de Rocha (quien sigue dibujando en La Jornada). Ambos debutamos con la siguiente leyenda:
“PRESENTACIÓN EN SOCIEDAD.
Todas las chavas sueñan con llegar a los quince años, para ser presentadas en sociedad, bailongo de por medio. Es como una manera de anunciar que ya están listas para el tálamo nupcial. Boda de por medio, por supuesto. Pero, ¿y los chavos? Alcanzan los quince abriles y ni quien los pele. Ya es tiempo de acabar con tan rascuache discriminación sexual, ¿no creen?
LA GARRAPATA parte al rescate de los chamacones. Aquí presentamos en sociedad a ROCHA y RAFAEL TONATIUH, quienes, entre los dos, cuentan con 30 años y ya le hacen a la línea. Publicamos sus cartones, bajo protesta de Helioflores, Sergio Arau y Efrén”.
Cuando se cumplió el primer aniversario de “La Garrapata”, nos pidieron que escribiéramos una autobiografía. A partir de entonces ya no quisieron publicar más dibujos míos, solo textos; me decían: “Están bien tus dibujos, pero… ¿porqué no nos mandas más textos?”
Cuando tronó la revista, busqué a Magú, que dirigía el suplemento “Histirietas” (primero en Uno más Uno, luego en La Jornada), para que publicara mis monos, pero, aunque somos amigos, siempre los desdeñó.
Cuando entré a Milenio Diario, comencé ilustrándome mis propios textos, y hasta incluí un tira cómica mía: “Las aventuras del Dr. Hans Heimer” (sobre un psicoanalista). Mi mamá me decía: “¿Porqué no solo escribes? A tus caricaturas no las entiendo”.
El director de diseño de Milenio Diario me pidió que dejara de dibujar, pues ya le habían escrito lectores pidiéndole que nomás escribiera; se lo comuniqué a mi editor, Fernando Rivera, quien me dijo: “No les hagas caso, tú sigue dibujando”. Días después, el propio Fernando Rivera me pidió que por favor dejara de dibujar, pues varios lectores ya se lo había solicitado.
En mis escasas colaboraciones en “El Chahuistle” y “El Chamuco” (donde Helguera fue una pieza fundamental), quise repetir el truco de ilustrar mis textos, pero quitaban mi dibujo y ponían el de otro.
Un clásico
Soy amigo de tres grandes moneros, pilares de “El Chamuco” (revista, que, como “La garrapata”, es heredera de la tradición de revistas satíricas mexicanas, tipo “El Ahuizote”), que también tiene su programa de televisión; ellos son Hernández (quien, junto con Armando Casas, es ex compañero del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM); “el Fisgón” (quien, por mediación de don Federico Arreola, casi escribimos un guion para un documental satírico sobre López Obrador, para Luis Mandoki, y quien me pusiera en contacto con Jesusa Rodríguez, para escribir en un programa de televisión, pero que por grosera, terminé mandándola a la goma), y Helguera (quien, como el monero Trino, tenía un gran talento para la comedia; recuerdo su magnífica imitación del panista Carlos Castillo Pedraza, estaba a la altura de Alejandro Suárez, Héctor Lechuga y el “Loco” Valdés, en “Ensalada de Locos”).
Además de ser una gran persona, noble, amable, sonriente, amigable, Antonio Helguera ya forma parte de la constelación de grandes clásicos de la caricatura mexicana (nuestro país, como Argentina, se distingue por sus humoristas gráficos), al lado de:
Guadalupe Posadas, Daniel Cabrera, “el Chango” Cabral, Abel Quezada, Jorge Carreño, Rafael “la ranita” Freyre, Rius, Dzib, Heras, Ramón, Naranjo, Helioflores, Magú, Rapé, Ahumada, Sergio Aragonés, Garci, Patricio, Tacho, Rictus, Kemchs, Cintia Bolio, Jis y Trino.
La prematura muerte de Antonio Helguera es una significativa baja, frente una bola de moneros chayoteros, que envilecen el sagrado oficio del humorista, vendiendo su tinta a los opulentos derechistas que pretender volver al poder, para reinstaurar un régimen corrupto, asesino e injusto.
Con la muerte de Helguera se apaga una luz, pero seguramente se encenderán otras nuevas.
Descanse en Paz.