Un viejo comercial televisivo del periódico El Heraldo de México, mostraba un vaso transparente con agua, mientras una voz decía: “Algunos pueden ver este vaso medio vacío, otros como un vaso medio lleno; pensar así es pensar positivamente”.
Haciendo honor a la verdad, un vaso a la mitad, aquí y en China, es un vaso medio vacío, pues el chiste está en que no le sobre vidrio. Solo se sirve media porción la gente refinada que bebe vino en copas, que no suele mostrar modales de gente prosaica y avorazada (ya saben: llenar platos rebosantes en un bufet y servirse vasos llenos hasta el borde).
Como para nada soy refinado (y para colmo soy alcohólico) nunca me gustó tomar vino, pues me resulta ilógico servirse un vaso a la mitad, ya que no va a durar mucho y habrá que servirse de nuevo. De hecho, la propia botella de vino me provocaba desesperación, pues solo rinde para cuatro copas y un chorrito extra, cuando yo acostumbraba tomarme dos cubas en menos de quince minutos.
Seguro conocen este otro dicho: “La gota que derramó el vaso”, que no solo ejemplifica lo que es desbordar los límites, sino que describe lo que es un auténtico vaso lleno.
Solo podemos hablar de una reducción cuando se trata del 50% de descuento, pues el bolsillo se alegra cuando paga la mitad de lo que normalmente cuesta una cosa.
Si no se trata de una oferta, el 50% es una mitad absolutamente equilibrada (así como quedó la Ciudad de México después de las pasadas votaciones, que incluso gráficamente están las alcaldías de derecha e izquierda de un lado y del otro, cual vajilla dividida equitativamente por una pareja divorciada).
El presidente llegó a la mitad de su sexenio, lo cual podría verse como un vaso medio vacío, si tomamos en cuenta lo que todavía falta por hacer (y que no es totalmente por desidia o incapacidad, sino porque se heredó un Estado en pésimas condiciones, como quien hereda un automóvil que requiere tantas reparaciones, que es mejor venderlo como chatarra).
La derecha, en su acostumbrado golpeteo, cacarea que no hay medicamentos para niños con cáncer (como si el presidente fuera un villano de Batman, que goza con el sufrimiento humano nomás por maldoso), sin tomar en cuenta el estado del sector salud que le legaron los gobiernos anteriores. Tampoco han disminuido los feminicidios, y, con tal de hacerle mala propaganda a la 4T, no tardarán en subir fotos de perritos y gatitos callejeros, gritoneando que nuestro gobierno no les brinda protección ni cariño a esas nobles y adorables criaturas del Señor.
Falta mucho por hacer, es cierto, pero también podríamos ver este sexenio como un vaso medio lleno, en el sentido que se inició un auténtico combate a la corrupción (aunque son demasiadas gallinas para que las atrape un solo coyote). Mínimo han caído algunos peces gordos: Juan Collado, Emilio Lozoya, Mario Marín, García Luna, recientemente Cárdenas Palomino, y la tracalosa Rosario Robles.
Voy a confesarles la neta: Yo no voté por Andrés Manuel López Obrador para que nos sacara de pobres y nos llevara al primer mundo, ni para que desterrara a la corrupción de nuestras tierras, yo voté por él porque dijo que le quitaría su pensión a Vicente Fox y cumplió, como una película de Ben Stiller que promete un millón de carcajadas: con sacarme dos risas ya puedo darme por satisfecho.
La detención de Rosario Robles ya es un “bonus track”, porque una cosa es robar y otra robar a los pobres, porque los programas sociales son para beneficiar a la gente sin recursos, no para que se comprara un caballo pura sangre y le rascara los huevos.
El gran problema que falta por resolver es la inseguridad, la delincuencia organizada, la cual, se había beneficiado enormemente con los gobiernos anteriores, y es aliada natural de la derecha (de ahí que estén patrocinando todas sus ocurrencias, partidos políticos y paguen la nómina de los periodistas “chayoteros”).
Yo invito al presidente a que se de una encerrona de películas de acción (particularmente con las clásicas de Hong Kong) y vea que al narcotráfico no se le puede exterminar con armas de fuego, porque es una guerra interminable y los únicos que se benefician son los agentes de ventas de la industria armamentista.
El poder del narco viene de una sociedad que consume sus chingaderas. Yo solo veo dos caminos para extirpar su nauseabundo poder:
1. La legalización absoluta de todas las drogas (no solo la mota, bien acogida por estudiantes, intelectuales, artistas y gente “polite”, sino de todas).
2. Impulsar la cultura, pero como de rayo, ¡urgeee! (si la gente no encuentra alternativas a sus drogas, seguirán poniéndose pendejos); si no es así, diría que el sexenio es un vaso medio pendejo.
El presidente reveló su relevo, mencionando algunos nombres “del flanco progresista liberal: Sheimbaum, Ebrard, Juan Ramón de la Fuente, Esteban Moctezuma, Tatiana Clouthier, Rocío Nahle”. Como el “Peje” es maquiavélico, quizás mantenga a su gallo tapado, pa’ no quemarlo: Martí Batres, Noroña, López-Gatell.
Sea quien sea, tendrá la obligación de llenar el vaso que el presidente empezó a servir. Si gusta, yo podría hacerlo, si el presidente me echa el ojo como sucesor, incluso ganando menos que el empleado más bajo del organigrama presidencial. Lo único que pido es que no me despierten antes de las 12 del día, y que respeten mis fines de semana. Gracias.