Con el bien ganado sobrenombre de “La Dama de Hierro”, pero lejos ideológicamente de su homónimo británico, Margaret Tatcher, Raquel Buenrostro sea quizás de los únicos servidores públicos en México que se han atrevido, con firmeza y si dubitaciones, a nadar, cómo el salmón a contra corriente de las enormes y gigantes inercias de corrupción doméstica en México, que tristemente prevalecen y no son pocas. El presidente Andrés Manuel López Obrador atacó con éxito a la corrupción relativa al entreguismo cínico de nuestros recursos naturales a empresas multinacionales extranjeras, sobre todo en áreas estratégicas cómo el sector energético y también a la corrupción relacionada a la condonación ilegal de impuestos a los empresarios más grandes, esto último, de la mano de la referida Buenrostro al frente del SAT.

También desde esa trinchera combatió a las mafias de la venta y distribución de medicamentos, motivo por el cual, en una feroz e inhumana reacción de dichos conglomerados dejaron de abastecer al sistema de salud pública de medicamentos, en especial y de forma perversa en lo referente a los oncológicos, para al tiempo de golpear al gobierno de AMLO con la sugerencia de ser el culpable, con la infame muletilla de “los niños con cáncer”, que a la postre de absolutamente nada sirvió, gracias a la brillante estrategia de comunicación de Andrés Manuel.

En lo personal, y creo que a muchísimos más mexicanos, nos llenó de tranquilidad el anuncio respecto a su nombramiento para el sexenio de Claudia Sheinbaum, máxime en una secretaría clave para el combate a la corrupción cómo lo es la SFP (de la función pública), que ojalá y con ella al frente tome mayor relevancia de la actual y gestione para ese ministerio mayores atribuciones y peso institucional, es decir, cómo se dice coloquialmente, que “tenga dientes”; buscar el que sus acciones tengan transversalidad y al tiempo sean vinculantes con otras dependencias publicas, cómo la UIF y la FGR. En fin, deseemos todos éxito a Raquel Buenrostro y una buena noticia sería para México el que se convirtiera desde el primer año en una ‘tapada’ (presidenciable) al año 2030, que capacidades y mística de servicio, las tiene.