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El gobierno de los Estados Unidos pidió el pasado mes de mayo a México consultas formales bajo el acuerdo comercial del Tratado de Libre Comercio de México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) y al amparo del capítulo 9 de dicho convenio, por su decisión de restringir las importaciones de maíz transgénico y acusa a la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador de no basarse en la ciencia para adoptar esa medida.
Lo que se alega para no permitir adquirir maíz transgénico es que hay estudios que hablan de que ese grano producido con biotecnología y el uso de herbicidas como el glifosato eleva el riesgo de padecer cáncer, malformaciones congénitas y abortos, además la sobre producción de esta oleaginosa en la unión americana hace que se tenga almacenado el producto durante mucho tiempo, lo que también provoca otro tipo de males al cuerpo humano.
El jefe del ejecutivo mexicano ha repetido en varias ocasiones que ha dado instrucciones para que se haga un estudio sobre los daños que provoca en la salud el consumo de maíz transgénico y al mismo tiempo está modificando la política en el campo mexicano para aumentar la producción de este grano que es la base de la dieta de los mexicanos.
La controversia que hay entre los dos países se debe a que la administración estadounidense argumenta que la política de autosuficiencia alimentaria mexicana en general, y el decreto presidencial en lo particular que prohíbe que la nación azteca adquiera granos genéticamente modificados, debido a que para su producción se emplean herbicidas como el glifosato que causa daños a la salud, afecta a los productores de maíz transgénico de los Estados Unidos.
En 2020 el gobierno de la 4T prohibió producir o importar maíz genéticamente modificado para 2024. Aunque ante las protestas de su vecino del norte, hace unas semanas tomo la decisión de permitir la compra del grano para la alimentación de animales y procesamiento en diversas industrias hasta que se encuentre un sustituto.
Lo que busca el gobierno mexicano es que el maíz transgénico no se use, sobre todo para la elaboración de tortillas y harina de maíz, lo que se alega es que el país es autosuficiente en maíz blanco que no está modificado genéticamente, y que con este grano, se produzcan los alimentos para el consumo de los mexicanos.
México es el segundo comprador mundial de maíz amarillo modificado y el 95% de las importaciones de este producto agrícola provienen de los Estados Unidos, por lo que es difícil que se dejen de adquirir sin que se tengan consecuencias para la actividad pecuaria.
Las importaciones mexicanas de maíz de los Estados Unidos de 1994 cuando se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) al 2022 ya con el T-MEC han crecido en un 527 por ciento.
La producción de maíz y frijol de México fue decreciendo una vez que entró en vigor el capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que permitió la importación sin aranceles de esos granos.
La política de los gobiernos neoliberales estableció que, a la par de la apertura indiscriminada de las fronteras mexicanas a los productos agrícolas extranjeros, al campo mexicano le fue retirado casi 50% de los subsidios gubernamentales durante la década que va del 1998 al 2008, lo que colocó a los campesinos del país azteca “en clara desventaja” con relación a los productores estadounidenses y canadienses que reciben grandes subvenciones por parte de sus respectivos gobiernos, por lo cual optarían por abandonar el campo para buscar trabajo, principalmente en la nación vecina del norte.
El jefe del ejecutivo mexicano señaló en la conferencia mañanera del 9 de diciembre del 2022 sobre el decreto que expidió con el fin de prohibir la importación y el uso de maíz transgénico en territorio nacional que: “y tenemos lo del maíz transgénico, que nosotros no vamos a permitir que se use o se consuma por personas, por seres humanos, no aceptamos eso… Sí importar maíz amarillo, pero de forraje, para forraje, no para consumo humano”.
El valor de las importaciones de este grano se encuentra en un nivel sin precedente en el país, debido a que los precios internacionales de los granos comenzaron a subir finales del 2022 producto de la reactivación económica global tras las afectaciones de la pandemia. Sin embargo, a inicios de este año su escalada ha sido más agresiva como consecuencia de la guerra entre Rusia y Ucrania, dos importantes productores.
México batió récord en sus importaciones de maíz en la temporada de 2022-2023 (terminó el 30 de septiembre pasado) y volverá a registrar otro máximo histórico en el ciclo 2023-2024, de acuerdo con estimaciones del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA).
Las adquisiciones al exterior de maíz por parte de México subieron de 17,572,000 toneladas en el ciclo 2021-2022 a 18 millones en el ciclo 2022-2023, y el USDA proyecta que el monto volverá a crecer a 18.2 millones de toneladas en el año comercial de 2023-2024.
El pasado mes de mayo la secretaría de Economía Raquel Buenrostro anunció la prórroga hasta el 2025 para poder adquirir en el exterior maíz amarillo transgénico para forraje.
De acuerdo con estudios de David Schubert, profesor del Instituto Salk para Estudios Biológicos, la mayoría de las variedades de maíz transgénico están modificadas para ser resistentes contra insectos, por lo que se les aplica a los cultivos herbicidas como el glifosato que mata todo tipo de hierbas y parásitos, pero la semilla es resistente a este insecticida; sin embargo, esa molécula ha sido asociada a daños a la salud.
Las cajas de cereales para consumo en territorio norteamericano tienen la leyenda “Non GMO” que significa que el producto alimenticio no está elaborado con granos modificados genéticamente, esto quiere decir que el gobierno estadounidense si cuida a su población.
Llama la atención que las autoridades sanitarias de los Estados Unidos tienen muchas restricciones para autorizar las modificaciones genéticas para el trigo, no solo para el consumo en el territorio del país de las barras y las estrellas, sino también para sus exportaciones, ya que hay naciones como Japón, Taiwán o la Unión Europea que no aceptan importar granos transgénicos.
El ingeniero Francisco Copado González comenta que la gran producción de maíz amarillo en los Estados Unidos provoca que este producto se tenga mucho tiempo almacenado, lo que hace “que se tengan concentraciones elevadas de aflatoxinas, producidas por hongos (Aspergillus Níger, A paracitucus, Penisllium, Verucosum). Las afluxionas dañan al hígado y son altamente cancerígenas. El maíz amarillo de los Estados Unidos por sus características de almacenamiento puede contener más de 327ppm de aflatoxinas.
La NMX-FF-034/1-SCFI-2020 admite mezclas de maíz amarillo con maíz blanco para consumo humano, principalmente lo consumimos en harinas de maíz para tortillas o en frituras (frituras de Bimbo, Coca Cola, Pepsi Cola, etc.); valdría la pena investigar la correlación de niños con cáncer y su consumo con frituras”.
En el panel del T-MEC se deberían de analizar todos los puntos, como son los subsidios que se dan a los productores de maíz transgénico en Estados Unidos, una competencia desleal para los productores mexicanos, el daño que provocan a la salud estos granos al usar herbicidas como el glifosato y la forma de almacenamiento que también causa enfermedades.