La participación social, sobre todo en la vida pública del país, es indispensable para que nos acerque a enriquecer todas las materias que son fundamentales para el desarrollo y progreso, especialmente de los sectores más vulnerables. De hecho, si hacemos un balance del proceso de transformación, y las políticas que se han llevado a cabo para mejorar la calidad de vida de la ciudadanía, podemos decir que hay un avance importante.
Sin embargo, es evidente que hay áreas de oportunidad que se tienen que seguir profundizando, especialmente en la seguridad, la atención al campo mexicano, el medioambiente, el cambio climático, la atención a las pensiones y los retiros de personas, y el sistema del bienestar en el que descansa, fundamentalmente, la salud, la educación y la seguridad social.
De hecho, eso nos ayuda a entender perfectamente cuáles son esas políticas públicas que deben ser implementadas para seguir profundizando el programa de transformación que encabeza el presidente López Obrador.
Es preciso, en ese sentido, seguir jerarquizando las principales necesidades de la sociedad. Primero, abrir el abanico a la participación de distintos sectores de la población civil a través de una cultura de integración usando, por supuesto, mecanismos de comunicación eficaces.
Para ello, será muy relevante el proceso de reconciliación que -precisamente- ayer hacíamos énfasis, sobre todo porque es la herramienta fundamental para subsanar tanta división que, por cuestiones de expresión o puntos de vista distintos, son un elemento que siguen generando grietas significativas que, al final de cuentas, no abonan pues hay una línea de posicionamiento que solo es posible permear sí hay reconciliación dadas las necesidades de convivencia para que, a la postre, se generen espacios de comunicación y debates en el afán de que tomen mejores decisiones entre los tres poderes de la nación.
Y cuando hablamos de reconciliación es también ir cicatrizando las heridas que ha dejado la confrontación y la exclusión que, en ese sentido, siguen provocando choques entre distintos sectores de la población civil; incluso, en nuestra columna de ayer rechazamos tajantemente el clima inapropiado que han mostrado en las marchas que últimamente se han convocado.
No todos; queda claro que fue una minoría que sigue sin entender el término de tolerancia y respeto, sobre todo por los poderes de la nación a los que siguen discriminando a rajatabla.
Así pues, y considerando el proceso de reconciliación que requiere nuestro país para evitar más encono y crispación, México necesita de la suma de todos y todas. Ya lo dijo el presidente López Obrador: “son nuestros adversarios, pero no nuestros enemigos”.
En ese sentido, hay que reconocer que hay contrapesos porque -en nuestro país- las diferencias políticas deben ser tomadas con tolerancia y no con odio, incluso que no rebasen cualquier actitud o juicio negativo sea cual sea la expresión o ideología partidista.
Esto encaja perfectamente en el proceso sucesorio que actualmente vive Morena. En efecto, el partido debe comenzar por generar las condiciones para superar las barreras de la exclusión y el favoritismo pues, esa situación de no atenderse rápidamente, puede ocasionar grietas profundas. De hecho, la postura que han tomado muchos no ha sido ejemplar porque se ha perdido la esencia democrática de un movimiento que se ha declarado plural cuando, en los hechos, hay manifestaciones claras que siguen siendo una amenaza para la propia democratización.
El punto más evidente son los episodios de segregación que todavía se perciben hacía algunos aspirantes a suceder al presidente López Obrador. Mientras eso siga sucediendo, hay un riesgo latente de polarización y decadencia que puede llevar a Morena a la derrota si no privilegian la unidad. Y para que exista unidad, debe haber reglas de participación claras, lo mismo que piso parejo.
La reconciliación es, en este momento, el camino o la ruta correcta para corregir la división y el encono. Dicho en otras palabras, el antídoto que hará frente a cualquier adversidad y diluvio.
Notas finales
Y ya que hablamos de reconciliación, y de los temas de agenda, Ricardo Monreal consideró que el presidente Andrés Manuel López Obrador lo definió a él en un contexto claro, cuando hizo alusión en que su relevo debe ser con las características de Manuel Ávila Camacho.
“Yo no soy Ávila Camacho, yo soy Ricardo Monreal y soy un hombre que cree en políticas progresistas y cree en el cambio, y cree en la necesidad de profundizar lo que llevamos a cabo desde el 2018″, destacó en entrevista.
Sostuvo que “el presidente me define en un contexto claro, porque soy un hombre con independencia, soy un hombre con autonomía, como lo era Mújica, y soy un hombre que cree en el cambio y que cree en un proceso de profundización de la transformación”, opinó.
Monreal Ávila señaló que se siente tranquilo. Lo único que le impide estar más arriba en la preferencia, añadió, es no tener recursos para su promoción personal y tampoco tiene tiempo, porque explicó, él no ha desatiendo su trabajo legislativo, le dedica todo los días a tratar de hacer bien las cosas en el Senado y cuando puede, el sábado o el domingo, a visitar algún lugar del país, destacó.