Es justo y necesario reconocer el compromiso del presidente Andres Manuel Lopez Obrador con nosotros los juaristas y, por lo tanto, con México, los pueblos originarios y la humanidad.
AMLO honró como ningún presidente que yo recuerde el legado y el ideario de don Benito.
Lo ha hecho no solo al acudir puntualmente a la cuna natal del prócer, a Guelatao de Juárez, cada 21 de marzo, sino al trabajar de lunes a domingo en el desempeño de su cargo y para bien del país.
Parece banal, pero no lo es destacar que de esta persona no se supo que fumara, bebiera o se excediera en fiestas o convites. Al contrario, siguió el ejemplo de la sobriedad, quizás anclada en su fe protestante.
A López Obrador lo reconocemos por la obra material y simbólica que significan los caminos artesanales que tienden puentes entre pueblos, comunidades, vidas y vías de comunicación que al fin se concretaron en Oaxaca, nuestro querido estado.
Lo reconocemos por la construcción del Camino de Juárez o la ruta por la que este gigante zapoteca bajó de Guelatao a la ciudad de Oaxaca a sus 12 años, en 1818 para transformar a Oaxaca y a México, junto con el consejo de sus paisanos, Miguel Méndez y Msrcos Perez
Lo reconocemos por la rehabilitación en Veracruz del edificio en donde se expidieron las Leyes de Reforma que hicieron de México un país moderno en la ruta del desarrollo liberal y vanguardista a mediados del siglo XIX, en tanto que otros países tuvieron que demorar medio siglo o más para el mismo efecto.
Lo reconocemos por liberar y dignificar a pueblos y comunidades originarios con la reforma constitucional en curso que les otorgó la calidad jurídica de sujetos de derecho público y otras garantías para continuar reconstruyendo su destino milenario.
Le reconocemos por haber consumado la anhelada supercarretera de la ciudad de Oaxaca al valioso destino de Puerto Escondido y por dejar a punto la supercarretera de Mitla al centro nuclear de nuestro querido Istmo de Tehuantepec, cuyo tren y obras interoceánicas llenan de orgullo y esperanza a una región tan importante y tan lamentablemente olvidada durante años.
Lo reconocemos, señor presidente, por la reforma educativa de 2019 que instauró un modelo de trabajo basado en la acción colectiva de sus propios protagonistas y beneficiarios: familias, alumnos, profesores y comunidad, y que, por supuesto, puede mejorar.
Lo reconoceremos, desde luego, por las reformas que establecieron la paridad de género para todos los cargos y, a su vez, formalizaron nuestra ascendencia afromexicana a fin de no excluir a los hermanos de la Costa o la Cuenca y a nadie o ninguna y ninguno, jamás.
Lo reconocemos por elevar a rango constitucional y fortalecer los programas sociales y derechos prestacionales que el estado constitucional no deberá olvidar nunca más si no se quiere vulnerar el espíritu de los constituyentes de 1916-1917, personas ordinarias de carne y hueso quienes en su tiempo saldaron cuentas con el pasado y pagaron nuestro futuro con su sangre y sus ideas luchando en contra de la enajenante tiranía del despojo de los recursos nacionales y del fruto de su trabajo en las tiendas de raya.
Le reconocemos por las reformas para limitar el fuero presidencial, las consultas ciudadanas y la revocación del mandato, ya no condonar impuestos, o bien, asegurar lo mínimo a jóvenes, mujeres, adultos mayores o personas con discapacidad.
Lo vamos a reconocer aún más si la gradual y compleja estrategia de seguridad en años por venir nos devuelve la paz perdida desde hace dos decenios.
Lo mismo ocurrirá si, a cambio del abrupto despertar del nuevo sueño en que incurrimos al querer instaurar una democracia liberal madura, en un país en el que solo la puede gozar el tercio más rico de la población mientras el resto se debate en el día a día o se consume sin remedio cada quincena, por lo que cada vez cree menos en ella, a cambio se arraiga y reproduce una democracia popular responsable que vincule y controle a todo poder arbitrario, público o no.
Lo reconoceremos más, en el futuro, si es que el uso del.poder revisor de la Constitución no se utiliza sin límites y sin poder revisar, a su vez, desde un poder judicial legítimo o desde un tribunal constitucional autónomo, complementado por la validación optativa de sentencias clave por parte del propio poder ciudadano, sus virtudes en favor de los derechos y principios.
Será reconocido, presidente, por su enjundia para encarar a los poderes fácticos y salvajes, incluidos algunos charlatanes que se siguen creyendo dueños de vidas y del país, quienes conservan o promuevan a conveniencia un etéreo concepto “posmoderno” de “por el bien de todos primero mi ello y luego mi yo”, pero nunca un “ellos” o “nosotros”, y, por supuesto, niegan o apenas toleran a los de siempre, a los jodidos, pobres, “yopes” o “cholos”.
No reconocemos la perfección, en modo alguno.
Ni en Juárez, Madero, Cardenas o usted mismo.
Seamos serios. Los desaciertos tienen consecuencias, por ejemplo en salud.
Así es que esperamos que los déficits no nos cuesten tanto como otros yerros que vienen del pasado y son muy difíciles de enmendar, ya sea la corrupción o algunas impunidades que quedaron pendientes, como los 43 de Ayotzinapa o los causantes de decenas de miles de personas muertas o desaparecidas en el territorio nacional, en particular el doloroso caso de las mujeres y jóvenes.
Observamos también la falta de mayor dinamismo económico, aunque entendemos que esto fue en parte atribuible a la pandemia por Covid-19 que infectó y paralizó al planeta entero.
Esperamos que su pedagogía mediática y política muy original y efectiva, “la mañanera”, con los ajustes obligados continúe y se enriquezca mediante las capacidades de la primera presidenta en la historia de México, Claudia Sheimbaum, cuya edificación pública en buena parte también le acreditamos a usted, no menos que a ella misma.
No lo conozco personalmente, señor presidente, y no es indispensable. Pero si le reconozco. Junto con otros juaristas, esté usted donde esté, lo tendremos entre nosotros cada 21 de marzo en el ombligo del México moderno y eterno, en Guelatao de Benito Juárez.
Buen camino. En su pos-presidencia, también queremos reconocerlo como tal.
Libertad, igualdad y fraternidad.