No solo el gobierno de la Cuarta Transformación hace recortes; también se llevan a cabo en el país vecino del norte, el mismo que está a punto de auditarnos nuevamente para ver si las autoridades de nuestro país están listas para recuperar la Categoría 1.
Recordemos, uno de los principales escollos que como nación enfrentamos fue precisamente el recorte hecho al presupuesto de la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC). Eso, desde la óptica auditora, trajo consecuencias que terminaron en la degradación a Categoría 2.
Para entender la dimensión, tomemos en cuenta que en 2018 el presupuesto para la AFAC fue de 611.5 millones de pesos, según cifras de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP); al año siguiente, ya con la 4T establecida, se hizo un recorte al presupuesto de la AFAC, quedando en 518.2 millones de pesos. En plena pandemia (2020) tuvo un nuevo recorte, para quedar con un presupuesto de 484.1 millones. Y para el año en que la Agencia Federal de Aviación (FAA por sus siglas en inglés) nos degradó a Categoría 2, el recorte fue aún más agresivo, y solo se le otorgaron 379.7 millones de pesos.
Claramente estos recortes fueron un punto muy importante dentro de la discusión en torno al regreso de la Categoría 1. El año de 2021 fue el punto más bajo, y por ello se ha dispuesto, en el presupuesto para 2023, aumentar a 661.6 millones de pesos los recursos de la AFAC. Todo mientras los encargados de auditarnos, y regresarnos la anhelada Categoría 1, están pasando por un momento “extraño”.
No he encontrado una palabra que describa a cabalidad lo que ocurre al otro lado del río Bravo. Y es que la FAA se está enfrentando serios recortes presupuestales; ver y no creer.
Las afectaciones más inmediatas que tendrá la agencia norteamericana es la suspensión de la formación de nuevos controladores aéreos. Este es otro de los puntos por el que a nosotros -como país- nos degradaron a Categoría 2. En Estados Unidos también están pasando por una crisis de falta de personal, y los controladores aéreos son parte fundamental en la aviación.
No es cosa menor; y lo anterior se traduciría en el cierre de 375 torres de control. Si pensamos que en México tenemos en todo el país 78, imaginen el calado del problema que enfrentaran nuestros pares norteamericanos. Significa que los Estados Unidos de Norteamérica se quedarían sin el servicio de control aéreo en dos tercios del total de su espacio aéreo, ¡de locos!
El pasado 26 de abril, Billy Nolen, administrador interino de la FAA, hizo fuertes declaraciones sobre este presunto recorte ante la Audiencia del Comité de Asignaciones, el Subcomité de Transporte, Vivienda y Desarrollo Urbano, en cuanto al presupuesto fiscal para el año 2024.
Abrió su discurso diciendo lo importante que es la FAA a nivel mundial, pues desde su óptica es una agencia que opera de la manera más eficiente y segura el sistema aeroespacial. Puntualizó que la seguridad no se da en los árboles, ni tampoco cae como el maná del cielo. ¡No!, la seguridad cuesta. Por lo tanto se requiere de una constante fuente de financiación.
Mencionó que solicitaron un presupuesto al presidente de 19.800 millones de dólares para el 2024, además de que la Ley de Infraestructura Bipartidista otorgue unos 5 mil millones de dólares más, que serían utilizados para proyectos de tráfico aéreo, aeroportuarios, así como la supervisión del tránsito aéreo, las tripulaciones aeronáuticas, los fabricantes y las aerolíneas, ya que es fundamental el que se mantenga el historial de seguridad aérea.
Por ello solicita una adición al presupuesto de 26.2 millones de dólares, pues hay revisiones pendientes relacionadas con los accidentes de equipos 737 MAX de la Boeing, así como la implementación de una Ley de Certificación, Seguridad y Responsabilidad para las aeronaves. En buen castellano, evitar que la Boeing se siga “auto certificando”, porque las consecuencias fueron catastróficas para la industria aérea norteamericana.
Así que este presupuesto “extra” está pensado para la creación de 53 plazas de inspectores dedicados a verificar que se cumplan con todas y cada una de las reglamentaciones y normas existentes. Además de crearse 72 cargos complementarios para la implementación de programas básicos de seguridad aérea (unos ya existentes y otros nuevos), mejoramiento en la certificación de aviones pequeños, así como también el análisis de datos de seguridad, y reforzar el manejo de materiales peligrosos.
Por supuesto se espera que la industria siga creciendo al ritmo contemplado desde antes de la pandemia. De lograrse, para una operación segura se requiere de un presupuesto de 117 millones de dólares, solo para la contratación y capacitación de nuevos controladores aéreos. Y es que se requieren aproximadamente de 1,800 controladores, 300 más que antes de la pandemia de Covid.
Otro gran tema es sin duda alguna el sistema NOTAM, que requiere de una inversión de 19.6 millones de dólares, para la actualización de todo el sistema y poder retirar las bases de datos y aplicaciones que al día de hoy ya son obsoletas. Aunado a ello se les está solicitando al gobierno que proporcione otros 115 millones de dólares para proyectos prioritarios que permitan responder a eventos inesperados.
También, la modernización de la FAA exige una urgente intervención en muchos de los edificios de tráfico aéreo, pues se necesitan nuevas instalaciones y equipos para realizar su función. Solo para ese rubro se requiere de un presupuesto de 510.8 millones de dólares, ya que el promedio de antigüedad de los edificios es de 60 años o un poco más y las instalaciones donde están los radares tienen más de 40 años.
En México la aviación representa el 3.5% del Producto Interno Bruto. En los Estados Unidos su aviación civil representa el 5% del PIB. Esta es la razón por la cual, un recorte al presupuesto de la FAA tendría un impacto demoledor, no solo para los usuarios, sino para todos los que integran la industria aérea, pues se retrasaría la modernización de los sistemas obsoletos, así como se quedarían sin poder contratar y capacitar controladores aéreos que son vitales dentro de la industria.
La magnitud del problema fue expuesta ante el Congreso Norteamericano por Billy Nolen, pues no basta que los demócratas consideren importante mejorar la seguridad aérea; en necesario sensibilizar a los republicanos para que se unan a este llamado, y la FAA no sufra ese recorte presupuestario.
¿Lejos de nosotros? No. ¿Podemos ignorar toda esa información? De ninguna manera. No podemos dejar a un lado el contexto de esta solicitud. Los Estados Unidos han dejado de ser esa poderosa potencia que controlaba al mundo a través del dólar. El mundo se está “des dolarizando” y está buscando otras opciones y otras alianzas. El momento que vivimos es coyuntural.
Lo dije al principio: a nosotros se nos degradó a Categoría 2, entre otras cosas por hacer drásticos recortes al presupuesto de la antes Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC). Aunque pasó a convertirse en la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC) aun así se le recortó el presupuesto casi a la mitad de lo que se le asignaba antes de la llegada de la 4T, en nuestro país.
No podemos comparar ramplonamente. Es un hecho (y las matemáticas no mienten) que nuestra incipiente agencia nacional de seguridad aérea no se compara con la FAA, y por mucho que se aumente o reduzca su presupuesto, nada tiene que ver con la perspectiva de un recorte al presupuesto de la FAA.
Sin embargo, me parece importante hacer este tipo de ejercicios. Por un lado para que como país tengamos claro dónde y cómo estamos parados en materia de seguridad aérea; pero también para darnos cuenta (con hechos y datos duros, y no con base en suposiciones) que también nuestros vecinos del norte adolecen de muchas cosas, y que pueden ser muchas cosas, menos “perfectos”.
Situémonos en nuestra justa dimensión. En lugar de pegar alaridos sin ton ni son, solicitemos a nuestro gobierno el trazo de una ruta que nos permita aspirar a una aviación sólida; una política transexenal en la que no importen los colores de los partidos, y lo que prime sea la seguridad en materia aeronáutica. Potencial tenemos.