La liebre salta donde menos se espera. Al momento de escribir estas líneas, las redes sociales y los medios arden en especulaciones respecto a la posibilidad de que el senador panista Miguel Ángel Yunes vote a favor de la reforma judicial del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Cuando usted lea este texto, seguramente ya conocerá el desenlace de este drama ranchero de la política mexicana: Morena y aliados habrán logrado los anhelados 86 votos, obteniendo así la mayoría calificada, o bien, el bloque de los 43 se habrá mantenido firme y la reforma será rechazada.

Como en política casi siempre lo que parece es, y dado que el senador Yunes no acudió a la reunión del Grupo Parlamentario del PAN en la Torre Azul y no ha dicho “esta boca es mía”, supongamos que el hijo pródigo de Boca del Río y digno hijo de Yunes padre cambió de bando. ¿Qué sigue en el camino de la reforma judicial?

En el plano legislativo, continuaría la aprobación de la reforma en los congresos estatales; se requiere que más de la mitad de las entidades federativas avalen la reforma. Aunque en este aspecto la reforma judicial no debería enfrentar mayor problema, ya que Morena y sus aliados son mayoría en 23 congresos, no es un simple trámite: debe respetarse el proceso parlamentario.

Después vendría la promulgación por parte del presidente, la cereza en el pastel de su gobierno, y la publicación en el Diario Oficial de la Federación. Con estos dos actos, se culminaría el proceso legislativo. La reforma judicial habría salido del huevo, pero aún le faltaría mucho para volar, y más tiempo aún para que sus efectos se vieran y sintieran en la vida cotidiana de la gente.

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Las alas de la reforma se construirían a través de una larga lista de cambios en las leyes secundarias y en diversos ordenamientos. Además, sería necesario el desarrollo de una nueva estructura institucional que tendría que edificarse durante el próximo medio año, tarea que recaería, en su parte sustancial, en la Consejería Jurídica del gobierno de Claudia Sheinbaum. No se trata de un simple trámite: sin un marco legal adecuado, la reforma sería inaplicable.

Una vez aprobada, el equipo económico de Claudia Sheinbaum —Rogelio Ramírez de la O, Marcelo Ebrard, quien pidió licencia al Senado para no votar la reforma, y Juan Ramón de la Fuente— tendría que hacer circo, maroma y teatro para evitar una devaluación severa del peso, la cancelación de inversiones y posibles complicaciones en la renegociación del T-MEC. Es decir, tendrían que atender la política real, más allá de los desplantes patrioteros de septiembre.

Mientras tanto, Rosa Icela Rodríguez, con la camiseta de secretaria de Gobernación, deberá desplegar sus mejores habilidades para que Claudia Sheinbaum pudiera rendir protesta en el Palacio Legislativo de San Lázaro, ya que los jueces y trabajadores del Poder Judicial lo tienen bloqueado desde el 4 de septiembre.

Estos son los pasos previsibles del gobierno. ¿Qué pasaría con los opositores de la reforma si el senador Yunes vota a favor? Aquí sólo habría dos opciones. La primera es el desánimo y la desmovilización, además del desprecio por los políticos y partidos de oposición. La segunda es el fortalecimiento de la resistencia civil, que no solo podría impedir que Claudia Sheinbaum tomara posesión en la Cámara de Diputados y sino convertirse en una piedra en el zapato para el arranque del nuevo gobierno. Eso pienso yo, ¿usted qué opina? La política es de bronce.

Onel Ortíz Fragoso en X: @onelortiz