La Carta Magna no es más una ley fundamental. Como ha sido bien señalado, y quien esto redacta lo ha apuntado en este mismo medio de SDPnoticias, la Constitución mexicana ha sido cínicamente utilizada por los gobiernos en turno para insertar sus agendas políticas y como medio de propaganda en favor de la popularidad de sus acciones.
El martes por la noche la Cámara de Diputados aprobó la reforma constitucional, sancionada hace días en en el Senado y semanas atrás enviada por la presidenta Sheinbaum, dirigida a prohibir la injerencia extranjera en asuntos internos; en el marco de la declaratoria de los carteles como organizaciones terroristas por parte del presidente Trump.
El aparato propagandístico de la Cámara de Diputados, dirigido por el desangelado y antipático vocero Arturo Ávila, ha dado cuenta sobre la reforma como si fuese la respuesta ante la crisis que azota al país y frente a la amenaza arancelaria representada por el gobierno estadounidense.
En primer lugar, resulta asaz cuestionable que el gobierno mexicano pretenda poner el acento en una intervención extranjera cuando ha trascendido el ingreso de drones estadounidenses sobre suelo mexicano. Mientras exista colaboración entre ambos gobiernos, no habría injerencia extranjera, dirían algunos.
Y en segundo lugar, tras los dramáticos descubrimientos hechos en Jalisco hace unos días, donde se ha podido comprobar el horror perpetrado por los cárteles de la droga, la prioridad del gobierno no consistiría en hacer cambios constitucionales (sanciones y prohibiciones que están ya previstas en la legislación secundaria) sino en lanzar un mensaje duro y claro: ¡El gobierno mexicano pondrá todos los recursos del Estado para destruir a los malditos cárteles de la droga que no nada más destruyen vidas en ambos lados de la frontera sino que siembran el terror con crematorios y campos de exterminio!
Lamentablemente el gobierno mexicano, una vez más, parece tener las prioridades equivocadas. En lugar de hacerse cargo de sus responsabilidades de Estado y de buscar recuperar la soberanía hoy en manos de las bandas criminales, recurre a reformas constitucionales que no facilitarán cambio alguno en favor del alivio de la tragedia en materia de seguridad que vive el país. Patético.