Bien hizo la presidenta Claudia Sheinbaum en enviar al Congreso de la Unión las iniciativas de reforma constitucional para eliminar la reelección en puestos de elección popular y el nepotismo. Lo anunció en su toma de posesión, ya envió las iniciativas correspondientes y, a partir de este momento, la pelota estará en la cancha del Congreso. Hablemos de la no reelección; en otro momento analicemos el nepotismo, pues se cuece aparte.

En su toma de posesión, la presidenta anunció con entusiasmo su propuesta de no reelección consecutiva de diputados, senadores y presidentes municipales. Los presentes aplaudieron la propuesta, pero el rostro no miente: vale la pena recuperar las caras de más de un legislador presente en el anuncio para constatar que a la clase política le cayó mal la noticia.

Desde 1910, la no reelección presidencial es la piedra angular sobre la que se sustenta la estabilidad y la paz de México. Solo el demagogo Luis Echeverría Álvarez y, quizá, Carlos Salinas de Gortari pensaron que podrían cambiar esta circunstancia, pero desistieron.

Desde los años noventa del siglo pasado, se comenzó a hablar de la reelección de legisladores y presidentes municipales. En 2013, después del triunfo de Enrique Peña Nieto y en el marco del Pacto por México, se aprobó la reelección consecutiva de diputados y presidentes municipales hasta por tres ocasiones y de senadores por dos.

En ese momento se dijo que esta reforma mejoraría el funcionamiento de los municipios, porque permitiría la consolidación de programas y proyectos imposibles de cumplir en un periodo de tres años. En el ámbito legislativo, se afirmó que se eliminaría la curva de aprendizaje y se repitió hasta el cansancio que la reelección permitiría formar legisladores altamente especializados y conocedores de la función parlamentaria, con lo cual se mejoraría sustancialmente el trabajo del Congreso de la Unión.

Las columnas más leídas de hoy

Los resultados no fueron los esperados y saltan a la vista. Muchos municipios se convirtieron en patrimonios personales, cada trienio con mayores grados de opacidad y corrupción. La lista de municipios con esta característica sería enorme. En el Congreso, la movilidad de las élites se detuvo, lo que facilitó que los partidos, particularmente los de oposición, permitieran que pequeños grupos se apropiaran de la representación legislativa. Salta a la vista, por actitudes, comportamientos, discursos y resultados, que a diez años de la reforma no tenemos mejores legisladores, por el contrario el debate legislativo se ha erosionado, polarizado y pauperizado. Si antes había pocos legisladores destacados, ahora se pueden contar con los dedos de las manos.

Además, la presidenta dijo que durante su campaña consultó a la sociedad y que el pueblo no está de acuerdo con la reelección, por lo cual decidió proponer al Congreso regresar a la disposición original de la Constitución de 1917 en esta materia.

Vamos a ver si los legisladores votan con decisión y convicción esta reforma o, como dicen en los pasillos legislativos, se prepara una rebelión silenciosa en contra de esta propuesta, con lo cual aumentaría el descrédito de la clase política en su conjunto. Eso pienso yo. ¿Usted qué opina? La política es de bronce.