México se encuentra hoy en lo que quizás es la encrucijada más grave de su historia. Su joven democracia ha sido atacada brutalmente durante cuatro años de un gobierno que llegó al poder con promesas de cambio, que pronto perderían validez, para dar paso a un régimen sin rumbo, autoritario y carente de proyecto.
Muchos años de dolor generados por diferentes causas y factores, entre ellos, las guerras intestinas o las intervenciones de países extranjeros, los pensábamos ya superados.
Con la promulgación de la Constitución de 1917, y México ya “pacificado”, no obstante que aún se darían hechos sangrientos como los asesinatos de Zapata, Carranza y Villa, se inició el largo camino hacia la democracia y la modernización. La Ley Suprema plasmó en sus artículos 3, 27 y 123 grandes reivindicaciones sociales y estableció el marco jurídico que permitió encauzar la marcha del país por el camino de la libertad y del derecho.
Los gobiernos posteriores a la Revolución Mexicana, fueron conformados sobre un régimen monolítico y vertical, explicable por las circunstancias de desastre en que quedó el país luego de largos años de lucha armada. Sin embargo, dichos gobiernos promovieron la creación de instituciones de política monetaria, de seguridad social, de abasto, de educación, etc. Hasta llegar a la culminación, con la creación de instituciones electorales, de transparencia, y de acceso a la información autónomas, impulsadas todas por la fuerza de la ciudadanía y favorecidas por la participación vigorosa de los partidos políticos, incluyendo al movimiento político que ahora se encuentra en el poder.
Esas fuerzas sociales y la apertura que mostraron los gobiernos demócratas, facilitaron no sólo el desarrollo moderno de México, sino la alternancia política efectiva, fortaleciendo así a la frágil democracia.
Pero la historia es una repetición de hechos, y tal como señala el popular dicho, el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Treinta años duró ese período de estabilidad política con alternancia, y sólo cuatro años bastaron para derrumbar los logros obtenidos en esas décadas de ardua lucha política.
Hoy tenemos un país profundamente enfrentado, dividido en buenos y malos, conservadores y transformadores, corruptos e impolutos, fifis y pueblo bueno, en donde la violencia y la inseguridad se han asentado a lo largo del territorio nacional y han dañado profundamente el tejido social. Recuerdo que durante mi niñez y adolescencia, se podía andar libremente en las calles a altas horas de la madrugada, sin que nadie sintiera temor de ser atacado. Esos años dorados se perdieron, y la posibilidad de recuperarlos se ve cada día más lejana.
México perdió el rumbo, convertido en un país gobernado por un hombre que ha hecho del encono y la venganza su forma de interrelación con los demás, y de las ocurrencias matutinas su forma de gobierno; sordo a las críticas, presto a la adulación, entrometido en otras soberanías, y ciego total frente a los problemas de corrupción rampante en su gobierno.
Con amplias capacidades para convertirse en un país altamente desarrollado, México transita hoy por una regresión nunca vista en educación, economía, combate a la pobreza, empleo, atención de la salud, combate al crimen, política exterior, libertad de expresión y autonomía de instituciones.
En medio de ese entorno se encuentra una ciudadanía desbordante y vigorosa, pero que ha sido incapaz de conformar un Congreso que garantice los contrapesos hacia el presidente, y unos partidos políticos pasmados y mediatizados por la fuerza de un solo hombre, sin capacidad de diseñar una contraofensiva que neutralice los ataques del régimen, ni de vislumbrar una estrategia que pueda arrebatarle, al menos en el corto plazo, los votos a Morena.
Los triunfos logrados respecto a las violaciones constitucionales que significaban el plan A y el plan B electorales, más que producto de una estrategia fundada, fueron una consecuencia lógica de los caprichos presidenciales que lograron lo que nadie, unir a la oposición en un bloque legislativo sólido, y cohesionar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación en torno a la defensa férrea de nuestra Carta Magna.
Ante este panorama ¿qué hacer? ¿Estamos dispuestos a regresar a ese pasado de los subsidios, el aislamiento, la falta de competitividad y la estridencia en los foros internacionales que desde 2018 se asentó en la silla presidencial, y que parece ser el motor de las actividades de quien conduce los destinos del país? O debemos volver los ojos a un futuro que contemple un nuevo contrato social en el cual el centro sea la formación de ciudadanos libres y prósperos, capaces totalmente de construir su propio futuro.
Si bien es cierto que en las últimas décadas el país ha experimentado una serie de cambios políticos y sociales significativos, persiste un debate sobre el rumbo que debe tomar en términos de su sistema de gobierno. Elegir el camino correcto requiere de comprender a cabalidad que México no debe continuar con gobiernos autoritarios y, en cambio, debe avanzar hacia una democracia más sólida, desafío que está asociado con la transición hacia un sistema político más abierto y participativo.
La democracia no solo se trata de elegir líderes y representantes políticos, sino también de crear un ambiente propicio para un desarrollo económico y social que favorezca esa generación de ciudadanos libres y prósperos de la que hablamos antes.
Es necesario entender también, que los regímenes autoritarios, haciendo un uso abusivo y electorero de apoyos y programas sociales, a menudo concentran el poder económico en manos de unos pocos, limitando la competencia y frenando el crecimiento; impiden la promoción de la libre empresa, la inversión y la innovación, lo que a su vez frena la generación de empleo y de mejoras en el bienestar de la población, porque su objetivo es avasallar a los ciudadanos para generar una dependencia de los apoyos, situación que tarde o temprano producirá más desigualdad, porque un país sin libre y plena competencia, es un país que no crece y, por tanto, un país incapaz de generar mayores índices de bienestar.
La democracia, en cambio, garantiza los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos, combate la corrupción, promueve la inclusión y la igualdad, e impulsa el desarrollo económico y social a través de una competencia sana y una división del trabajo eficiente.
Si bien enfrenta desafíos, la transición hacia una democracia plena es esencial para construir un México más próspero y equitativo, y la participación activa de la ciudadanía, la protección de los derechos humanos, la promoción de la transparencia, y la defensa férrea de la independencia y autonomía de poderes, son elementos clave para la construcción de ese futuro.
Las elecciones de 2024 serán indudablemente la prueba de fuego para definir el México que queremos, si ése que regresa al pasado, o el que prefiere construir un futuro bajo otros fundamentos. De elegir el camino hacia la construcción del futuro, el nuevo contrato social deberá, desde mi punto de vista, incluir seis importantes aspectos:
1. Garantía de derechos y libertades.
2. Lucha frontal contra la corrupción con el fortalecimiento de los organismos autónomos.
3. Promoción de la inclusión y la igualdad.
4. Defensa férrea de la independencia y autonomía de los poderes de la unión.
5. Impulso al desarrollo económico y social.
6. Actualización del marco legal para definir en forma clara, concisa y precisa, el establecimiento de medidas punitivas en contra de quienes afecten a los individuos tanto en sus personas, como en sus bienes.
Todos estos aspectos, están plasmados en nuestra Constitución. Ha faltado en los últimos años, honestidad y decisión para hacerlos una realidad. Morena ha gobernado al país con una agenda de terror, de corrupción, de chantaje y de impunidad. Es tiempo de valientes, es tiempo de sacar la casta, es tiempo de refrendar valores, es tiempo de reflexionar qué tipo de gobierno y de gobernante queremos, es tiempo de recuperar a México; por nosotros, por nuestros hijos, y por el futuro que vamos a dejarles.
México merece tener la oportunidad de ser ejemplo en el mundo, hagámoslo posible.
Xóchitl Pedroza, 22 de julio de 2023.