I.

Cuando terminé de cantar la romanza “No puede ser”, de la zarzuela La tabernera del puerto, de Pablo Sorozabal, mis ojos se encontraron con los suyos, brillantes y sonrientes. Antes, había cantado las líneas internas de Alfredo en el aria de Violetta en La traviata, de Verdi. Y al final, el infaltable “Libiamo” de la misma ópera. Infaltable, sobre todo, porque el concierto de esa noche trataba del homenaje que el elenco de Dicapo Opera Theater ofrecía a la soprano Renata Scotto. Otoño de 2005 en una sala de la Avenida Lexington, Nueva York.

Scotto acaba de fallecer el 16 de agosto de 2023. Tiene razón Wikipedia, Renata “integra el grupo de cantantes (Joan Sutherland, Montserrat Caballé, Beverly Sills, Leyla Gencer, Mirella Freni, Marilyn Horne, etc.) que continuaron la revalorización del bel canto -Bellini, Rossini y Donizetti- iniciada a principios de la década del cincuenta por María Callas”. Sí, pero sin duda, entre todo ese grupo alcanzó mayores posibilidades en la combinación vocal-escénica. Algunas acaso fueron superiores vocal o técnicamente -Caballé, Sutherland o Freni-, mas estas no brillaron ni por la escena dramática ni la vocal. Y Scotto tuvo ambas; una combinación feliz, fue una cantante de alto desempeño escénico incluso en lo vocal.

¿Qué quiero decir con “escena vocal”? A ese concepto que considera que el drama, la capacidad teatral de un cantante, podemos escucharlo sin ver, sólo aguzando los oídos. Como señalara uno de los comentaristas reunidos en María Callas, tal cual ellos la vieron, compilado por David Lowe, que ante la ausencia de óperas completas filmadas de Callas (excepto lo que todos conocemos, el segundo acto de Tosca), afirma contundente: el teatro de María está en sus discos. En efecto, podemos verla con los oídos. Y no importa lo que digan los “puristas” de la voz, los que tienen orgasmos con los artificios de la flauta, con las frases tan extendidas como aburridas de Sutherland, Caballé, Horne o Sills. No debe olvidarse que, en su origen, la ópera subrayaba la urgencia de que la palabra se comprendiera, que prevaleciera sobre la música, tal cual escribiera en el siglo XVI Vincenzo Galilei, el padre de Galileo.

Y claro, Scotto tiene mucho más material en filmografiado. Y mientras María conmueve con la voz en los audios, Renata lo hace con su destreza escénica que en muchas ocasiones combina con la voz también (de allí que al dejar de cantar se convirtiera en directora de escena operística). Es decir, en este punto, la soprano griega tuvo mayores alcances dramáticos con la voz que la italiana. Por otra parte, esta no tuvo el drama de la existencia ni la muerte prematura de María.

[Renata en un fragmento de la “Escena de la locura” de Lucía di Lammermoor (1835), cantada en 1967|:

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Lo anterior viene a cuento no sólo porque María es el parteaguas de la ópera moderna en el siglo XX que prevalece hasta hoy, también porque se ha creado la idea de que Callas ejercía una rivalidad, una “sombra” sobre Renata, casi 10 años menor. Se registran al menos tres interpelaciones de fanáticos de María cuando Renata salía a escena. Lo cierto es que tras debutar en 1952, a los 18 años, como Violetta, en La traviata (1853) –uno de los personajes emblemáticos de Callas-, Scotto inició una carrera ascendente y brillante. En un inicio realizó papeles secundarios cuando Callas protagonizaba. Lo cual es de lo más normal y significa que alguien estaba orientando muy bien la carrera de Scotto. Así por ejemplo en 1953, cuando cantó el personaje “Walter” de la ópera La Wally (1891), de Alfredo Catalani, junto a Callas y Mario del Mónaco. O el significativo 1957, cuando La Scala presentó La sonnambula (1831), de Bellini, en Edimburgo. De nuevo, Scotto en un papel pequeño y Callas protagonista. Ante el éxito obtenido y al extender una función extra que Callas se negó a cantar, Scotto saltó a la fama al tomar su lugar. Ahí quizá comenzó la pequeña polémica alentada más por la propaganda y por los pícaros fanáticos de la ópera que por la realidad; en todo caso, el desencuentro mayor era entre Renata Tebaldi y Callas. En 1957 Scotto tenía 23 años; Callas aún no cumplía los 34 y se encaminaba a la leyenda. ¿Cómo iban dos mujeres inteligentes a protagonizar un conflicto?

[En una función que a la vez era transmisión en vivo desde la Metropolitan Opera, un fanático, un bruto grita contra Scotto, “Callas, brava María Callas, brava per tutta la tua vita!”, justo antes de iniciar su canto en el aria de la ópera Luisa Miller, de Verdi; todos escucharon, mas Scotto continuó imperturbable|:

De El País extraigo dos citas de Renata Scotto. 1. Sobre la noche en que sustituyó a Callas: “’Me convertí en una celebridad, pude elegir mis papeles, me sentí más responsable y comencé a crecer como artista. Esa noche fue muy hermosa’, recordaba dentro de sus memorias, Scotto, more than a diva (1984). Callas la felicitó por esa ocasión: “Escuché que lo hiciste muy bien anoche. Brava, molto brava. Bene”. 2. “Scotto nunca tuvo ningún enfrentamiento con Callas. Y en sus memorias ventila toda polémica: ‘La ópera no nació con Maria Callas, y no murió con ella. Tampoco murió con Malibrán o Ponselle. Y no morirá cuando yo me haya ido. Vive, como debe ser, en nuevas voces. Callas bien podría ser un hermoso recuerdo con el que comparar a muchas grandes sopranos, pero cada artista tiene su tiempo’” (“Muere Renata Scotto, la diva que afrontó el ‘fantasma’ de Maria Callas, a los 89 años”; nota de Pablo Rodríguez. El País, 17-08-23).

[En contraste dramático para la voz con Lucía di Lammermoor, Renata interpreta aquí el aria “Suicidio”, de la ópera La Gioconda, de Amilcare Ponchielli (1875), cantada en 1975|:

II.

Lustros más tarde conocería su ciudad natal, Savona, bella, junto al mar cerca de Génova. Pero aquel otoño, cuando me aproximé a saludar y felicitarla, Renata tomó mis manos y no me soltó en toda la noche. Me senté junto a ella durante la recepción; alrededor, los celosos integrantes de la compañía. Me preguntó si nos conocíamos. Y sí, le confirmé que unos 5 años antes, en Ciudad de México, ella me había dado una prolongada “Master Class” como parte del programa de la Sociedad Internacional de Valores de Arte Mexicano, del cual era yo parte. En aquella ocasión había elogiado mi desempeño escénico y dijo que mi técnica iba por muy buen camino. Estuvimos conversando y sonriendo durante toda la cena y, cada que tuvo oportunidad, me tomó con sus sólidas manos y me sonrió. Por esos días, supe después, acabada de abrir una suerte de academia-compañía en Connecticut. De no ser porque tiendo al escape inconsciente, pude haber facilitado mi reclutamiento ahí; pero bueno, fue uno más de esos momentos que uno deja pasar y que pueden significar un cambio favorable importante (reiterados en mi caso).

Me llama la atención que la pareja escénica ideal de Callas, Giuseppe di Stefano, haya cantado también con Renata. Y comprendo el porqué de su entendimiento escénico. Ya sea en la grabación de 1959 de Lucía di Lammermoor, de Donizetti, o la actuación en vivo de 1963 en Elíxir de amor, del mismo compositor. El canto de Scotto no está anclado en una técnica sino en la libertad; lo mismo que Di Stefano. Una libertad que naturalmente requiere de técnica. Una que si bien se ha estudiado en la escuela o con un profesor, permite ir construyendo el canto, con cierta vulnerabilidad, en el instante de la representación. Por esa libertad transitó Renata Scotto del repertorio lírico ligero al lírico dramático. Así se expresa mejor el precepto operístico de la Camerata Fiorentina de que la palabra debe de ser entendida. Sólo con la libertad vocal es posible.

[Scotto y Di Stefano en 1963, cantan un dueto de la ópera Elíxir de amor, de Donizetti (1832) |:

III.

Esa noche del homenaje de 2005 fue grata para todos, en particular para Renata Scotto, que convivió con enorme alegría y alentó a todos; al parecer siempre tuvo esa cualidad humana. Al concluir la recepción salí a la calle. Caía una primera fría llovizna otoñal. Como en Desayuno en Tiffany’s, ya sea la novela de Truman Capote o la película de 1961 basada en ella, dirigida por Blake Edwards y protagonizada por Audrey Hepburn. Hasta un inusual gato callejero me pareció ver cruzar Lexington, iluminada tenuemente por las luces de Manhattan. Pensando en el concierto, la noche y en Renata, caminé al sur.

[Y al fin, el aria “Un bel dí vedremo”, de la ópera Madama Butterfly (1904), de Puccini, uno de sus personajes predilectos y mejor interpretados; una escena que concluye en homenaje porque ese día de 1980 era cumpleaños de Renata Scotto (1934-2023)|:

Héctor Palacio: @NietzscheAristo