“Una república es una forma de gobierno y de organización del Estado en la que el poder político, y en particular la jefatura del Estado, es ejercido por representantes del pueblo. Esto significa que el gobierno lo desempeñan individuos elegidos por la ciudadanía y sometidos a un cuerpo de leyes fundamentales, iguales para todos (es decir, una Constitución), en el marco de una separación de poderes”.

“La palabra “república” proviene del término latín res publica, “la cosa pública”, con el que los romanos hacían referencia a la esfera de los intereses públicos, del bien común o del Estado. El término res publica fue empleado por primera vez en la época conocida como la República romana, iniciada en el 509 a. C., cuando se puso fin a la monarquía”.

Sin embargo, lo que hoy se entiende por república difiere del uso antiguo, y generalmente se refiere al imperio de la ley sostenido en una Constitución, a la elección directa o indirecta del jefe de Estado y de los representantes en el poder legislativo y a la separación de los poderes públicos. En ese sentido, la existencia de la república es contraria al acaparamiento del poder político por parte de una sola persona, como ocurre en las autocracias, o a la designación vitalicia y hereditaria de los máximos cargos públicos, como ocurre en las monarquías (aun cuando, en la actualidad, muchas monarquías otorgan al rey una posición más simbólica que política).

La república es un régimen de gobierno y organización del Estado basado en instituciones democráticas y principios liberales, en el que todos los ciudadanos son iguales ante la ley y eligen a sus representantes mediante el voto directo o indirecto, pues la soberanía reside en el pueblo. Esta idea de república surgió tras la Revolución francesa de 1789, cuando en 1792 se abolió la monarquía y se instauró la Primera República francesa. Anteriormente, se había constituido un régimen republicano en Estados Unidos, tras declarar su independencia de la Corona británica en 1776 y redactar su Constitución en 1787″.

¿Porqué traigo este tema a colación? Porque quizá ya se deba comenzar a pensar en retirar la palabra que identifica a nuestro país como una república, siendo que ya poco queda de ese amplio concepto en el México actual, vapuleado y flagelado de manera significativa por una denominada Cuarta Transformación, que sin duda ha llegado a cambiarlo de mal a peor.

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En los días subsecuentes a que AMLO dejara la administración, se escuchaban y se leían burlas tanto en redes sociales como en programas de opinión y otros espacios de corte político, de quienes -con un halo de soberbia- creían les asistía la razón al preguntar con tono burlón, si ya se había llegado a la dictadura como se había advertido sucedería si Morena llegaba al poder.

Y en cierta forma tenían razón, no llegó con López Obrador, en todo caso, él solo cimentó el camino para que fuera bajo la égida de su sucesora, Claudia Sheinbaum Pardo, cuando finalmente en nuestro país se destruyera el Estado de derecho; se pisotearan las garantías, la organización del Estado, los principios filosóficos de nuestra carta magna, y se catapultara a la presidenta de Morena y con ello a su partido, como un ente todopoderoso.

De acuerdo al diccionario, “una dictadura es un régimen político que por la fuerza o violencia concentra todo el poder en una persona o en un grupo o en una organización y reprime los derechos humanos y las libertades individuales”.

Luego entonces, procede revisar lo que aprobaron Morena y sus aliados (Partido Verde Ecologista de México y Partido del Trabajo) durante la madrugada de este viernes, cuando se valieron de que la gente dormía para satisfacer su necesidad de poder y con su aplastante mayoría de votos cancelaron derechos básicos de los mexicanos que tardaron décadas en conseguirse.

Los legisladores que pertenecen al régimen oficialista, manejados por el coordinador Adán Augusto López Hernández, el siempre polémico Gerardo Fernández Noroña, y toda su pandilla, votaron a favor de la llamada “supremacía constitucional” que no es otra cosa más que la eliminación de mecanismos legales que protegían a las y los mexicanos en contra del autoritarismo, en contra de los excesos del poder, como el juicio de amparo, la promoción de las acciones de inconstitucionalidad y las controversias constitucionales mismas. Esto quiere decir que a partir de ahora no existirán mecanismos de defensa ante las decisiones que pudiera tomar la propia Claudia Sheinbaum o el mismo López Obrador, que como se evidencia, sigue siendo la mano que mueve todo en Morena y en el país, con o sin el consentimiento de la primera mujer presidenta de la nación..

La medida también surge como mecanismo para blindar reformas constitucionales recién aprobadas por la mayoría oficialista en el Congreso de México como la elección de jueces que ha recibido al menos dos suspensiones de jueces federales, y otras en el tintero como la eliminación de órganos autónomos, en medio de acusaciones contra el poder judicial de ser corrupto y no imparcial.

En este México, al que insisto, quizá se le deba ya retirar el nombre que lo identifica como ‘República’, predominan los aires de “San Pedro de los Saguaros”, pueblo en el que el alcalde “Juan Vargas”, personaje central de la película la “Ley de Herodes”, de Luis Estrada, arranca de la Constitución las páginas que contienen normas constitucionales que le incomodan y las sustituye con otras que él redacta a su antojo, para incrementar su poder y corromperse con mayor facilidad.

“Y así fue como me di cuenta de que las leyes no servían y las cambié”, dice Juan Vargas al titular de la Secretaría de Gobierno. A lo que este responde:

“¡No lo puedo creer, Varguitas, ¿de veras cambiaste la Constitución? ¡Cabrón!”.

Sí, deveras cambiaron la Constitución la madrugada de ayer en el Senado, y esto no es más que un golpe en la mesa para de una vez por todas dejar en claro que este México ya no es de los mexicanos sino de Morena.