Cada 8 de marzo, Día internacional de la Mujer Trabajadora, las feministas nos encontramos desde todos los espacios para insistir en una causa que desde hace décadas surgió. La esencia socialista de este día se va diluyendo entre un feminismo de modas y brillos que ha sido tomado por el capitalismo como una bandera enriquecedora. Sin embargo, durante un Taller para la construcción de la Agenda Política de las Mujeres, la antropóloga y autora de la Ley de Acceso a una Vida Libre de Violencia para las Mujeres, creadora del tipo penal de Feminicidio, Marcela Lagarde y de los Ríos, nos hizo cuestionar la palabra “luchar”.

Luchar implica un contenido bélico, una carga de resistencia en las fuerzas que se oponen dentro de un mismo lenguaje o expresión violento. Dice Marcela Lagarde que antes de “luchar” contra el machismo, nuestra misión es “desmontar” la violencia. Dice la Real Academia de la Lengua Española, aunque patriarcal, que luchar es “pelear, combatir”. Eso ha hecho que algunos confundan nuestras legitimas exigencias radicales de tener los mismos derechos y oportunidades con la idea de que peleamos contra los hombres solo por ser hombres.

Reflexionando sobre aquello contra lo que “luchamos”, como la exclusión y la discriminación, podría decir que hoy más que nunca guardo una lectura de que el momento en que estamos es en el de la reconciliación con las mujeres que están en el poder, a quienes les hemos exigido más incluso que a sus antecesores hombres y desde la sororidad y solidaridad. Veo a la presidenta estoica y firme, con el miedo, si es que tiene, guardado a la profundidad de las grietas en su piel que son símbolo de sabiduría y parecen proyectar seguridad. La veo confrontar discreta y con ecuanimidad al hombre que preside a la potencia mas poderosa de occidente. Su voz es firme y sus palabras precisas. Veo que es tiempo de tender la mano y construir, de adentrarnos a respaldar a una mujer que, desde nuestras opresiones aun reconociendo su privilegio, es la primera que responde lo que por sexenios se cuestionó: ¿México esta listo para ser gobernado por una mujer? Y la pregunta siempre fue el error. Una mujer estuvo lista para gobernar a México y afronta su papel de forma extraordinaria. No era un país entero el que debía estar listo para algo, sino era una de nosotras la que bastaba con estar lista para que hasta los líderes mundiales narcisistas cedieran ante la razón y sensatez.

Creo que en tiempos de Elvia Carrillo Puerto, había una lucha contra la exclusión. Una confrontación abierta y clara que colocaba en el centro el pensar de los mas conservadores aferrados a mantenernos en la idea de objetos del hogar sin derechos y sin voto. En tiempos de Hermila Galindo y de las mujeres impedidas para estudiar, usar pantalón, decidir cuando tener hijos, cuantos y con quien, había también una confrontación en contra de la imposición social que ha dictado lo que debemos o no y lo que podemos o no hacer con nuestras vidas.

Hoy más que luchar, estamos frente a un terreno menos empedrado para asumir responsabilidades y corregir el rumbo que el machismo, el capitalismo y el patriarcado nos impusieron. Marcela Lagarde sostiene que el feminismo, por definición, es critico pero también sostiene que nuestra misión al desmontar implica no vivir en guerra ni en desgaste, sino deshacer mediante las claves feministas, las autonomías y la participación aquello que se nos impuso. Es decir, convertirnos en las que toman el timón de nuestro gigantesco barco social, en donde el feminismo no solo le alcanza a las mujeres sino que se convierte en una herramienta para combatir todas las desigualdades: las de raza, las de clase, las de privilegios, las machistas e inclusive, las de discapacidades y discriminaciones por edades.

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Escucho a Clara Brugada y dignamente habla de luchar. Dice que este 8 de marzo es un día para luchar, pero después, miro sus ojos y reconozco a una mujer que prácticamente ha luchado todos los días de su vida. Hoy es Jefa de Gobierno y plantea una de las ideas mas brillantes que, como abogada, defensora de mujeres y sobreviviente he escuchado: Crear juzgados mixtos en materia penal-familiar que atiendan en tiempo real y de manera expedita los asuntos que detonan las violencias intrafamiliares y machistas. En la desigualdad dentro de los hogares y la violenta imposición de roles, continuan muriendo y siendo desaparecidas las mujeres, principalmente, por los que decían amarlas.

Las víctimas, prácticamente, quedan en la lona frente a la justicia porque mientras ellas denuncian violencia en una fiscalía, un juzgado familiar les esta quitando a sus hijos tan solo porque su agresor pudo tener abogado y adelantarse en pedir la guarda y custodia, acusándolas de sustracción por huir de sus hogares con sus crias para ponerse a salvo. Miles de historias podrían ser relatadas pero hoy tengo una convicción al marchar: nuestro respaldo, colaboración y engranaje de legitimidad para las mujeres que gobiernan es un llamado a luchar colaborando, a construir desde la paz, a no juzgar con criterios patriarcales y participar del primer gobierno que nos abandera. Un llamado a hacer que funcione. A insistir en ser escuchadas. A respaldar a las nuestras. A reconocernos en las fragilidades y fortalezas de las otras. A desmontar la imposición de ser adversarias y competir entre nosotras. A sentirnos parte por tener un mismo objetivo, aun cuando no haya afinidad partidista o amistad, ni siquiera simpatía. A reconocernos en que verdaderamente, por primera vez en la historia, el feminismo y quienes representan al gobierno tenemos una agenda común y objetivos iguales. A reconocer en sus propuestas, todas y cada una de nuestras demandas porque eso es lo que observo. Respuestas, propuestas, esfuerzos… y aunque el patriarcado no descansa, saber que varias de las nuestras están haciendo su mejor esfuerzo para no fallarnos debería bastar para sumarnos, al menos, en dejar de juzgarlas bajo criterios machistas. A tener esperanza, en ellas y en la de a un lado. A vivir cambiando la palabra “luchar” por “construir” y “resistir” a las resistencias. A vivir.