En enero del 2025 Andrés Manuel López Obrador será ya ex presidente de la República, con todo lo que eso supone en México, misma fecha en que Biden (del partido demócrata) tomaría posesión de su segundo periodo como presidente de los Estados Unidos y/o (en su caso) el abanderado del partido republicano.

Jugada maestra del ajedrecista político que es AMLO al enviar una dura e inédita respuesta a los vecinos del Tío Sam, sin duda, hoy es ejemplo y motivo de admiración por todo el globo; pero veamos, toda la circunstancia que envuelve al asunto del fentanilo, más allá que ahora sí, muy en serio, los gringos estén preocupados por la epidemia de consumo y muerte por fentanilo rebajado en sus ciudadanos, es de naturaleza ELECTORERA, debido al acercamiento del proceso electoral para la reelección de Joe Biden o bien del candidato que resulte electo por el bando republicano.

El gobierno del presidente López Obrador se ha entendido a las mil maravillas con el de Biden, quizás ya al mismo nivel de la extraordinaria (y sorpresiva para muchos) excelente relación con el presidente Donald Trump; su reciente visita a México así lo puso de manifiesto. La relación bilateral no puede caer en turbulencias, debido a la cada día más sólida integración como bloque económico en el marco del T-MEC y también a la cada día mayor influencia y peso electoral que tienen los mexicanos y/o hijos de, en el país de las barras y las estrellas.

La respuesta de Andrés Manuel, es a todas luces una gran suma a la causa demócrata y por ende del presidente Biden al tiempo que un golpe a la causa republicana, pero sobre todo, en el caso de que los republicanos, vía Trump, De Santis u otro llegase a la presidencia, Andrés Manuel estaría ya tomando un buen café chiapaneco en su finca, preparando sus ejercicios, sus lecturas y avanzando en la escritura de su siguiente libro, lo que hace que su apuesta carezca de riesgo alguno: si ganan los demócratas la presidencia gringa, le estarán agradecidos al gobierno mexicano, si no, el titular del ejecutivo bien puede afirmar a los cuatro vientos: “yo jamás dije nada”, y así continuar una relación bilateral cada día más sana, que luche coordinada en todos los problemas inherentes a una frontera tan complicada, incluyendo por supuesto, la batalla (lo mismo, coordinada y codo a codo) y el enorme reto que representa la mortífera epidemia del fentanilo en los Estados Unidos.