Hace unos días, México superó los 100 millones de dosis de vacunas contra el Covid-19 aplicadas a los distintos segmentos de población adulta a lo largo y ancho del territorio nacional. Sin duda para usted y para mí, que hemos visto pasar ya un año y medio desde el inicio de la pandemia, la primera reacción es pensar que ha tomado mucho tiempo inmunizar a la mayoría de población. Sin embargo, le invito a poner en perspectiva el desafío que hay detrás de estos números y tener una mirada distinta sobre este tema.
Seguramente habrá escuchado que la industria y el comercio a nivel mundial atraviesan uno de los parones más fuertes de la historia. Cada día nos enteramos del incremento en precios por el desabasto de chips, de la escasez de las nuevas colecciones de ropa y accesorios que ya habrían inundado los centros comerciales a estas alturas del año, refacciones de automóviles son más difíciles de conseguir e incluso nos advierten que los alimentos que consumimos se están produciendo a un menor ritmo.
Según los registros, traer al Océano Pacífico de México un contenedor con cualquier insumo o bien terminado proveniente de Asia cuesta a las empresas más de 10 mil dólares en promedio, mientras que hace 12 meses era posible importar desde aquel continente el mismo contenedor por mil 550 dólares.
Este contexto es impulsado entre otras cosas por el encarecimiento de los combustibles y los paros en distintas industrias, además de más severas y meticulosas medidas de seguridad y sanidad en puertos, aeropuertos y otros centros de logística de materias primas en el mundo. Todos estos fenómenos no excluyen desde luego al sector farmacéutico, responsable junto con centros de investigación y desarrollo de medicamentos públicos y privados, de la elaboración de las distintas vacunas contra el Covid-19.
Si revisamos los insumos indispensables para la elaboración de vacunas como frascos de vidrio, tapas herméticas, etiquetas y por supuesto varios componentes químicos, también se encuentran afectados por el menor ritmo de producción en plantas. Por ejemplo, la manufactura mundial de plástico retrocedió en 2020 un 0.3 por ciento y la disponibilidad de frascos para envasar las dosis disminuyó por la escasez de vidrio; al respecto, Schott, el mayor fabricante mundial de viales o frasco destinado a contener medicamentos avisó el año pasado que no podía hacer frente a pedidos de cientos de millones de frascos.
A pesar de este panorama, nuestro país construyó acuerdos que han permitido contar con más de 100 millones de dosis, que se han aplicado a lo largo de los últimos 11 meses. Más allá, quiero resaltar que a finales de septiembre, 30 millones 251 mil 310 dosis, es decir casi una tercera parte de esas dosis fueron elaboradas en México, de acuerdo con el desglose que realiza la Secretaría de Salud.
A través de la participación de LATAM Pharma y Drugmex, se han liberado 7 millones 195 mil 410 dosis de la vacuna CanSino elaboradas en Querétaro, mientras que el laboratorio Liomont envasó 23 millones 55 mil 900 biológicos de AstraZeneca en sus instalaciones en el Estado de México.
En ambos casos, los laboratorios han expresado su interés por utilizar el territorio mexicano como centro de distribución de sus vacunas para otros países en América Latina y el Caribe, donde observamos naciones que no han logrado pasar siquiera de una quinta parte de su población adulta inoculada.
Además de hacer realidad el derecho fundamental a la salud, esta colaboración dejará como legado la posibilidad para nuestro país de elaborar vacunas y exportarlas en la región, en un contexto en el que la escasez y la alta demanda de medicamentos son la regla.
Manuel Galeazzi en Twitter: @ManuelGaleazz1R