Llegó el momento estelar el primero de diciembre: Arribó el presidente López Obrador al Zócalo de la ciudad de México en medio del júbilo social dónde, la concurrencia, acompañó al tabasqueño que fue cobijado bajo las consignas de “presidente, presidente, presidente”.

López Obrador regresaba a la plancha del Zócalo capitalino para reencontrarse con la base social. Tal y como se esperaba, una fiesta invadió el espacio de una esfera pública que, durante décadas, ha sido un punto coyuntural de grandes movimientos sociales y, por supuesto, un gran epicentro de la izquierda del país y del lopezobradorismo.

Por fin subió al escenario y la multitud aclamó. De hecho, históricamente el presidente López Obrador rompió el esquema burocrático o el carácter institucional del festejo. Lo más importante para el mandatario es, por mucho, tener el contacto directo con la población.

No podemos pedirle al presidente que cambie. Su naturaleza se ha desarrollado en torno a la lucha progresista del país. Por esa razón, la decisión de festejar con la multitud es una acción totalmente democrática; nunca en la historia contemporánea habíamos vivido una etapa tal álgida. Más allá del carisma y la popularidad que tiene el jefe del Ejecutivo federal, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es un hombre formado y consolidado desde la perspectiva de un proyecto alternativo.

Por esa razón, el presidente López Obrador volvió a canalizar la capacidad de convocatoria. Además, hay una coherencia lógica entre el discurso y las circunstancias. Esta primera mitad del sexenio llega en virtud de una gran crisis sanitaria que impactó en muchas áreas de oportunidad; sin embargo, la responsabilidad naturalmente recayó en él y, frente a las grandes adversidades, supo reponerse al contener perfectamente los estragos y contratiempos que arrojó el Covid-19.

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Para tener un efectivo desarrollo, contó con la eficiencia de las instituciones de gobierno. Asimismo, desde el Legislativo federal se destacó la labor cuando se dispuso de mecanismos y herramientas constitucionales que, sin lugar a dudas, fortalecieron la agenda de trabajo.

De hecho, él mismo señaló sobre la necesidad de sacar adelante el carácter y las ganas para sobreponerse con convicción y determinación. Por tal motivo, es un triunfo colaborativo de quienes integran este gran proyecto; es cierto que el presidente encabeza la 4T bajo su liderazgo, pero, el programa, lo hacen posible todos los activos políticos que, desde distintas trincheras, han legitimado el desarrollo.

En este camino van legisladores y funcionarios que, junto al presidente, han superado cualquier adversidad. Ante ello, ese efecto vibró ante la multitud el pasado miércoles. Era inminente la manifestación de miles de ciudadanos como se mostró en cientos de imágenes que circulaban en las redes sociales.

Los tres primeros años del mandatario hablan, con mucha claridad, que existe un auténtico proyecto que, en los hechos, se ha podido traducir en resultados. Por ello, parte de los logros fueron, en ese instante, vitoreados por el presidente. Fue una especie de discurso, aunque también, un llamado a seguir manteniendo intacta la esperanza del programa que encabeza.

Sabedor del gran respaldo popular que pudo calibrar el pasado miércoles, mantiene la posibilidad de arrasar en el ejercicio democrático de la revocación de mandato el próximo año. Así, supo aprovechar su capacidad de movilización donde encontró, sin lugar a dudas, el apoyo de las bases ciudadanas desde distintas trincheras que siguen respaldando la administración de López Obrador como si fuera el primer día que tomó el poder hace tres años.

Mientras tanto, retumbó el Zócalo capitalino con su máximo exponente de la izquierda en el país.

Javier Lozano en Twitter: @JavierLozanoMor