Al inicio del actual gobierno llamado por su líder el Presidente AMLO como “la Cuarta Transformación de México” para construir “la Cuarta República”, ambas dentro de la trayectoria histórica del Estado y la sociedad nacional, escribimos un ensayo de interpretación dividido en tres partes publicado por una revista de circulación nacional, usando para develar su esencia, la categoría de análisis usada por Antonio Gramsci, “Revolución Pasiva”, dirigente político italiano considerado uno de los grandes teóricos de las superestructuras occidentales (las instituciones del Estado y la sociedad, con sus respectivos marcos constitucionales), de formación marxista, quien la usó en sus estudios, aunque no fue él su constructor pero sí la desarrolló.
Otros académicos mexicanos la han usado para entender mejor los procesos de la historia política mexicana en otros momentos, como el ciclo de la rebelión de 1920-40, extendiendo así su periodo de vigencia hasta el término del gobierno cardenista (Soto Reyes Garmendia) O bien, referido a las transformaciones del gobierno de la Casa de los Borbones en el último tercio del siglo XVIII y hasta la primera década del siglo XIX en la Nueva España (Enrique Semo), llamadas “Reformas Borbónicas”. Considero que la implantación del Neoliberalismo en México como modelo de desarrollo nacional fue una Revolución Pasiva, incluso estableció una nueva ideología dominante, una hegemonía ideológica que a la fecha persiste y se combate. Fundó una nueva relación de mando-obediencia en la sociedad mexicana. Por ejemplo, los movimientos laborales reivindicativos casi desaparecieron por décadas. Ha durado poco más de 40 años. Se ha llegado a hablar del Estado-patrón en sustitución del Estado Nacional.
Uno de los aspectos esenciales de una Revolución Pasiva es “el transformismo” fundamentalmente, un proceso de cambios continuos dirigido y ejecutado desde el poder (“desde arriba”) el cual le da identidad y caracteriza a un proceso de esta naturaleza, distinto a las “rupturas revolucionarias” o a los “cambios cataclísmicos” que estudian otros autores en diferentes experiencias históricas, los cuales se producen mediante una dinámica antagonista, confrontante, que subordina o relega el marco constitucional ante ella, y que le va abriendo paso a todo el proceso, regularmente con las masas en la calle impulsando las transformaciones.
En la Revolución Pasiva el proceso desde el o los liderazgos, si bien se empodera a las masas asumiendo, promoviendo y concretando sus intereses y necesidades, también se las desmoviliza (salvo coyunturas particulares) o pasiviza para reducir los márgenes de confrontación política, las tensiones con las fuerzas que resisten la transformación.
En esta última movilización del 27 de noviembre, el mismo Presidente AMLO dijo que ya le hacía falta marchar “porque se estaba “‘hamburguesando’”, luego de 4 años en el poder en que se han producido diversos cambios, menos de los esperados y deseados por el propio líder. Seguramente. Es decir, se rehúye la confrontación antagónica y las contradicciones de intereses sociales se manejan en un marco de aceptación de las restricciones constitucionales. La conquista de espacios políticos de representación popular ha ocupado las energías más importantes (gubernaturas y Congresos) del movimiento de la 4T-4R junto con los cambios y las políticas públicas implementadas, como palanca para impulsar nuevas transformaciones en el último tercio del mandato presidencial, a partir de una nueva correlación nacional de fuerzas. La movilización socio-política se ha concentrado en ello. Así, en donde se puede avanzar se avanza, en donde no el proceso se detiene y recula.
Otro aspecto sustantivo -que ya esbozamos más arriba- es que la Revolución Pasiva puede ser de carácter progresivo o regresivo. Es decir, de avance o restauración, ello porque al no ser un cambio radical es posible su reversión, aunque una reversión socio-política nunca es total, pero se halla inmersa dentro de una estructura dialéctica, de lucha de contrarios, de fuerzas sociales e ideológicas de restauración-revolución. Por ello el contenido social, político y cultural del proceso es una mezcolanza de medidas, programas y políticas que denotan avances o bien, retrocesos. En el México actual ésta discusión y lucha sobre proyectos de cambio constitucional está vigente: ley eléctrica, ley electoral, ley sobre seguridad pública, y otras. Y llegó a las movilizaciones callejeras por cada fuerza del cambio o preservación. Un trabajo muy explicado recomendable es el de Massimo Modonesi (2017).
El Presidente AMLO afirmó el 27 de noviembre, que su legado debiera ser considerado como un humanismo mexicano. El humanismo es propio de casi todas las ideologías. Es muy difícil encontrar alguna que no se denomine a sí misma humanista. Una breve reflexión histórica: mucho antes del siglo de la Ilustración o Renacimiento (proceso intelectual de rompimiento con el Medioevo) que reivindicó la razón como eje del pensamiento humano, Protágoras (486-410 A.C.), contemporáneo de Aristóteles en la Grecia antigua, ponía al hombre en el centro de todo, y afirmaba que toda reflexión filosófica tenía como referencia, ya no a la naturaleza, sino al ser humano, un principio humanista.
Este enfoque filosófico pronto creció y surgieron en lo sustancial dos grandes vertientes: el humanismo de origen y sustento laico y el humanismo cristiano ligado a los pensadores de la iglesia. El primero se desarrolla mediante las luchas sociales que se van sucediendo, con protagonistas como Watt Thiler, Nicolás de Cusa, Leonardo da Vinci, Nicolás Maquiavelo, que impulsaban un Nuevo Orden, moral, libre y laico. En el ámbito religioso, están Erasmo de Rottherdam que impulsó un humanismo religioso renovador, o Melanchton colaborador de Martin Lutero, líder de la iglesia protestante.
Pronto estas dos vertientes tomaron un perfil más definido en sus contenidos separados teóricamente por el origen y los alcances del pensamiento humanista: el humanismo clásico renacentista y el humanismo materialista o ateísta, durante los siglos XVII al XIX. Así el humanismo se convierte en una filosofía antropocéntrica (pone al ser humano en el eje de cualquier reflexión sobre el mundo circundante). En ese enorme lapso de tiempo surgieron filósofos de la talla de Immanuel Kant, Federico Hegel y Schopenhauer. Es decir, la historia, del pensamiento y la praxis humanista es de centurias y muy variada. Es muy complejo entender a qué se refiere el Presidente AMLO, con el “humanismo mexicano” como filosofía política de su gobierno. Más aun, cuando éste ha asumido nuevos significados en todos los ámbitos sociales ligado a la Modernidad y la Post-Modernidad.
El pensamiento humanista surge en tierras de Nueva España ligado a las órdenes religiosas, como en otras partes del mundo. Uno de los más destacados es Carlos de Sigúenza y Góngora (1645-1700) quien trabajó para la Real y Pontificia Universidad, hombre de letras, respetado, perteneciente a la Compañía de Jesús, luego expulsado de ella. Alfonso Reyes llamado “el humanista por excelencia”, probablemente el más brillante. Solía decir: “La paz es el sumo ideal moral. Pero la paz, como la democracia, solo puede dar todos sus frutos donde la respetan y aman”. No es el caso de nuestro país. A propósito de uno de los puntales de la política de seguridad y combate al crimen trasnacional en el México de hoy. Y muchos humanistas más.
Desde nuestro punto de vista, el Presidente AMLO es un hombre de las izquierdas del país en su cauce más heterodoxo del y a nivel subregional. Su ideología como líder político y hombre de Estado es una amalgama de distintas teorías y postulados políticos convergentes. Aprecio cinco cuerpos teóricos y doctrinarios: la teología de la liberación, la doctrina social humanista del cristianismo en su vertiente evangélica; el nacionalismo revolucionario; la socialdemocracia en general, y el soberanismo e independentismo popular.
Una plataforma de convergencias ideológicas, filosóficas y político-sociales complejas. Resumir todo ello en un concepto de doble vertiente, “humanismo mexicano” es todavía más complejo.
¿Cómo se articula la Revolución Pasiva en tanto proceso de transformación conducido desde el gobierno con una masa popular que actúa fundamentalmente como gran fuerza de apoyo a las iniciativas de cambio del líder del movimiento nacional en sentido progresivo, con el contenido humanista de sus bases programáticas y de su praxis política?.
Continuamos en próxima entrega.