Una problemática que ha tenido el programa del actual régimen de la 4T-4R es la ausencia casi total de ideólogos, es el Presidente AMLO quien hace formulaciones ideológicas y proyecciones políticas en sus libros y discursos. Es una grave deficiencia. En América Latina la Revolución Ciudadana en Ecuador tenía en uno de sus ministros a su principal ideólogo (Álvaro García Linera). En Inglaterra la Tercera Vía tenía en Anthony Giddens consejero del Primer Ministro Tony Blair a su principal ideólogo también. Carlos Salinas tenía ideólogos de su propuesta de Liberalismo Social, y de economía abierta e integrada como Córdoba Montoya. Por citar tres ejemplos que ilustren el sentido de mi afirmación. En México se multiplican los simpatizantes (muy, muy pocos analistas académicos) del proceso, y los impugnadores están condenados a la esterilidad, repitiendo de mil formas distintas los clichés de la derecha continental para caracterizar al régimen: populismo, dictadura, militarización, etc. ¿Cómo ir hacia una hegemonía ideológica fundamental en un programa transformador sin ideólogos? No hablo de “ideología oficial”.
En nuestra columna anterior y en esta intentamos con toda modestia un análisis distinto mediante el método de las aproximaciones sucesivas. Lo hemos intentado también sobre el tema de la Seguridad, está escrito, en nuestro desempeño como servidor público en dicha área de gobierno.
En la entrega anterior, establecimos una vez más el concepto de Revolución Pasiva como una categoría de análisis que nos permite entender y tratar de explicar cómo podemos concebir el proceso político general llamado 4T-4R que lidera el Presidente AMLO, concepto diferente cuya esencia es un transformismo político-social, cultural e institucional al seno del Estado y la sociedad mexicana, dentro de una visión de continuidad histórica con otros procesos transformadores de la historia nacional independiente.
No es una “ruptura revolucionaria” y tampoco se acude a la movilización permanente de las masas populares como motor de los cambios, ellas se mantienen en una situación -en lo fundamental- de subalternidad frente al líder y su programa de cambios. Su movilización es coyuntural y concentrada en procesos electorales para generar una correlación de fuerzas cada vez más favorable al proceso transformador, lo mismo que los programas y políticas públicas desarrolladas. La orientación del proceso es progresista. El Presidente AMLO sostiene que el pivote de su movimiento y la cristalización del programa, así como la defensa del movimiento 4T-4R se sustenta también en una “revolución de las conciencias”. Una revolución cívica.
Entonces un tema sustantivo de la Revolución Pasiva es la relación entre el liderazgo (líder político, partido, Estado gobierno, etc.) y la masa o base social de apoyo, de frente al programa político transformador. La pasivización de la masa social en el caso de México actualmente es relativa porque mediante las redes sociales hay una permanente retroalimentación con el liderazgo del cambio (AMLO) ya que mediante ellas se genera constantemente una voluntad colectiva, un consenso mayoritario que soporta las decisiones del líder. Aquí tenemos una particularidad de la Revolución Pasiva de nuestros días y en México, debido a un macro factor de incidencia: las redes.
La “Pasividad” es un elemento de análisis y de carácter político-estratégico que diferencia el transformismo de la “ruptura revolucionaria”. No es una condición de sometimiento, sino que particulariza la relación líder-masa, pero la acción de las redes, diario y a todas horas, no solo hace relativo el concepto, sino el tipo de la relación misma, e impulsa la “revolución de las conciencias” para avanzar en el programa de transformaciones, sin desbordar el marco constitucional que sí se desborda en la “ruptura revolucionaria”. Este es otro dato sustantivo de la Revolución Pasiva. En todo caso, ésta última pretende reformar dicho marco, pero no desbordarlo.
Observamos cinco pivotes estratégicos o factores-fuerza en el gobierno y programa de la 4T-4R: I) el bienestar social que atraviesa todas las instancias y políticas del poder ejecutivo y de la acción de su bloque mayoritario en el Congreso de la Unión; II) la lucha contra la corrupción de Estado; III) los nuevos roles de las fuerzas armadas; IV) “la economía moral”; y V) la “revolución de las conciencias”. Este último factor-fuerza ha sido poco tratado en su forma concreta de articulación a las demás variables. Son los 5 ejes ordenadores de la dinámica y lógica del gobierno y programa político-social.
Desde esta perspectiva de análisis, la “revolución de las conciencias” politiza y activa la base social en redes para impulsar las acciones políticas previstas en el Programa Político de la 4T-4R. Pero es evidente que este movimiento liderado por el Presidente AMLO en su actual correlación nacional de fuerzas (más de 20 gubernaturas en favor del programa, pero no todos los congresos estatales y menos una mayoría calificada en el Congreso Federal) no le va a alcanzar para consumar una “refundación del Estado, refundación de la república y refundación constitucional”. Sí para asentar bases sustantivas.
En tal sentido, la 4T-4R quedará como obra incompleta de este gobierno, a pesar del inmenso salto hacia adelante (the big bang) producido hoy. Será tarea del siguiente gobierno afín. Con todos los cambios producidos, el neoliberalismo y el régimen oligárquico corporativo está herido pero vivo y con fuerza para seguir combatiendo para no morir.
En consecuencia el programa político de la 4T-4R está sustanciado -al decir del Presidente AMLO- en el contenido de su filosofía política, de su orientación social, por el Humanismo de base nacional. Considerando los discursos más relevantes (informes, conmemoraciones patrias, aniversario de la Revolución y otros), el Humanismo aludido tiene en México y en el liderazgo presidencial, la doble vertiente que acusa históricamente en su desarrollo de siglos: el humanismo laico volcado en las luchas sociales de distinto signo y época, y el humanismo religioso contenido en la Doctrina Social de la Iglesia en su versión evangélica y en la Teología de la Liberación, esencialmente. Es decir, estamos ante un “humanismo mexicano” nutrido en forma mixta o híbrida, en donde gravitan los pensadores laicos mexicanos, los luchadores sociales, y los pensadores vinculados al credo y la doctrina religiosa. Ambos con representantes brillantes y de talla nacional.
Desde esta perspectiva, tal pensamiento en su ámbito internacional, acción y luchas, con contenidos humanistas, desbordó y cuestionó los límites de la Modernidad: desde finales del siglo XIX cuando se alzaron voces de todo tipo de pensadores, líderes políticos, e intelectuales en distintas regiones del planeta que señalaron que la Modernidad no había cumplido con sus promesas de emancipación y felicidad colectiva. Estas críticas se acentuaron tras las catástrofes ocurridas en el siglo XX, principalmente las dos guerras mundiales y durante las problemáticas que trajo la contienda del Orden Bipolar o lucha Este-Oeste.
Así -en términos generales- entramos al nuevo periodo histórico de grandes cuestionamientos y desencantos, una nueva época de frustración, escepticismo e incredulidad, en donde se cuestiona lo que plantea la Razón y se abraza la subjetividad. En el mundo intelectual se le ha dado el nombre de Posmodernidad. El Humanismo como doctrina en general que orienta la acción humana con visión antropocéntrica subsistió y se ha reforzado en sus dos grandes vertientes históricas mencionadas. Uno de sus grandes exponentes está en Michel Foucault, el filósofo y sociólogo francés. Pero hay muchos, menos conocidos, tal vez.
En la posmodernidad ya no existe una esperanza por un futuro prometedor al cual se arribará gracias al progreso, sino que se cultiva el presente. Se descartan los grandes relatos que le daban sentido a la humanidad y proponían un estilo de vida “ideal”. La posmodernidad es un rechazo a las grandes categorías de la Modernidad, como la verdad, la realidad o el bienestar colectivo. Todas ellas, se asegura, se pueden deconstruir al ser efectos de los discursos dominantes. Este proceso de deconstrucción implica formular de nuevo preguntas relacionadas con el ser humano, la familia, las tradiciones, el poder, el Estado, la democracia, o la vida en sociedad.
¿Cuál es la respuesta del Humanismo frente a esta crisis de la Modernidad y la reacción Pos-Moderna?
Una posible ruta de entendimiento nos la ofrece el filósofo español Jesús Ballesteros. En una obra ya clásica en el mundo de la filosofía “Postmodernidad. ¿Decadencia o resistencia?”, Ballesteros postula que frente a la crisis de la Modernidad es posible asumir dos posturas. Una es la de la posmodernidad decadente, que no es en el fondo sino una tardo-modernidad en tanto que acentúa y radicaliza muchos de los aspectos más negativos de la Modernidad, como son la voluntad de dominio, el individualismo, el consumismo y el deseo desmesurado o el dislocamiento del Orden mundial. La otra postura es la de la Posmodernidad resistente, la cual busca reconducir el proceso de tal manera que se pueda llegar a una cierta plenitud humana ante la situación presente.
Esta es desde nuestro punto de vista la perspectiva y propuesta del Presidente AMLO: un Humanismo desde los ideólogos y luchadores mexicanos, laicos y vinculados a órdenes religiosas, que recoge toda esa tradición, un humanismo híbrido o mixto, de la Postmodernidad que resiste la pulverización y sustitución de valores producida por el neoliberalismo, con su individualismo y culto a las ganancias, al mercado, a la rentabilidad del gran capital, que engendró una brutal corrupción, para anteponer esa filosofía del bienestar, solidaridad y lucha que ha estado presente en los grandes pasajes de la historia mexicana en pro de las grandes mayorías nacionales.
Es, a grandes trazos, nuestra interpretación.