Son muchos los rasgos peculiares de Morelos desde que irrumpió como estado de la federación en el gobierno de Benito Juárez; sin duda que fue marcado por Moctezuma como lugar de esparcimiento y disfrute por su riqueza natural y climatológica. A más de eso, su cercanía con la Ciudad de México le otorgó un atractivo que no escapó a Maximiliano, quien instaló en Cuernavaca una residencia de descanso y recreo.
Otros temas lo han significado en cuanto a su condición agropecuaria como lo marca su producción cañera, arrocera y de otros productos; sin lugar a duda, tiene el sello ilustre de haber sido la cuna de Zapata y de las reivindicaciones que se expresaron en el Plan de Ayala, mismas que imprimieron uno de los rasgos más emblemáticos a la Revolución. La gran figura del caudillo del sur que hoy -cuando escribo esta colaboración- refiere su natalicio en el año 1879.
Pues bien, el estado no ha podido alcanzar el desarrollo que corresponde a su gran potencial y ubicación estratégica; desde luego que el tema viene de atrás, pero está gravemente instalado en el presente con una muy lamentable gestión del gobierno de la entidad a cargo de Cuauhtémoc Blanco, quien reiteradamente ha sido calificado entre los peores gobernadores del país.
La administración cuauhtemista se proyecta con un tono oscuro, luce por su ignorancia, debilidad de equipo de colaboradores, ausencia de una gestión positiva que genere mística, confianza y seguridad; por el contrario, realiza una administración hundida en las sospechas y en vínculos condenables por todos conocidos. Pese a ello, exhibe su principal fortaleza no en sus capacidades, sino en el respaldo acrítico que le otorga el gobierno federal, lo que nos genera una especie de impuesto injusto y abusivo a todos los morelenses.
El río está revuelto en Morelos. Se suceden actos aparentemente desconectados entre sí, pero que ya escriben una trama que tiene como eje rector el ajuste de cuentas hacia críticos del gobierno o respecto de quienes no se acomodan a sus intereses, al tiempo que se regodea la actividad desenfrenada de la delincuencia organizada.
Imposible olvidar el asesinato ocurrido en octubre de 2022 perpetuado en contra de la entonces diputada local Gabriela Marín, quien se había manifestado con opiniones críticas al gobierno de Cuauhtémoc Blanco; el ciclo reciente de asesinatos de políticos inició el 11 de enero del año pasado con el presidente municipal de Xoxocotla, ultimado a balazos en esa fecha; para el mes de marzo de este año habían ocurrido más de una decena de homicidios de esa naturaleza.
Un caso que recientemente atrapó la atención de la opinión pública nacional se refiere a la detención del fiscal del estado, Uriel Carmona Gándara, quien ha sido vinculado a proceso por obstruir la justicia en el caso del presunto feminicidio de Ariadna Fernanda, cuyo cuerpo fue descubierto sin vida en la carretera la Pera-Cuautla y que conforme a la autopsia que le fue practicada en el estado, se determinó como causa de su deceso una broncoaspiración debido a intoxicación alcohólica; versión contradictoria a la de las autoridades de la Ciudad de México que dictaminaron, como causa de su muerte, golpes que le ocasionaron un traumatismo craneoencefálico.
La contradicción de versiones no pretendió resolverse por medio de una nueva o tercera necropsia sino por la incriminación del fiscal morelense por obstruir la justicia, ante la presunción del hecho de que a pesar de tener evidencia de las lesiones internas y externas que indicaban una muerte violenta de Ariadna, asumió como causal de su fallecimiento la broncoaspiración.
Se asume que a Uriel Carmona lo vincularon a proceso bajo el Código Penal de la Ciudad de México, pero este ordenamiento establece en precepto diverso que sólo aplica para los servidores públicos de dicha ciudad, lo cual, evidentemente, no es el caso de Uriel Carmona, pues éste fungía como titular de un organismo autónomo en una entidad distinta. Lo que marca también el contexto político de este hecho es que cuando estuvo en funciones, el titular de la fiscalía de Morelos tuvo posiciones y opiniones abiertamente críticas hacia el gobernador Cuauhtémoc Blanco, al grado de integrar carpetas de investigación al respecto.
El río ha incrementado lo proceloso de sus aguas por dos hechos puntuales, ocurridos, ambos, la madrugada del pasado lunes 7 de agosto; uno se relaciona con el balaceo a las oficinas de la Comisión de Derechos Humanos de Morelos, órgano que, por cierto, ha emitido 60 recomendaciones al jefe del ejecutivo estatal; por otra parte la agresión en contra del medio de comunicación local “El Txoro Matutino”, que se caracteriza por un claro perfil crítico y que cuenta con amplio crédito en la sociedad por su extendida audiencia y que, a través de una de sus colaboradoras, Viridiana Arias, asistió recientemente a una de las mañaneras presidenciales para plantear la crisis que vive el gobierno de Cuauhtémoc Blanco.
Como se dice ahora, existe una evidente narrativa de hostigamiento a los críticos de Cuauhtémoc Blanco, mientras éste se enseñorea al frente de un gobierno incompetente, hostil, frívolo y con claros visos de corrupción.
Las aguas del río están agitadas; ahora, por si fuera insignificante lo que ya ocurre, se presenta una crisis grave en la integración del Tribunal Superior de Justicia de Morelos. El caudal de la vertiente corre y arrasa; el gobernador está tranquilo, tiene quien lo respalde.