De acuerdo a varios sitios consultados, “romper lanzas” por alguien –que puede significar “por algo” también, una idea, un principio- es una expresión de origen europeo y medieval. En ese tiempo y esa geografía era frecuente ver a dos combatientes a caballo, con armadura y lanzas de madera contendiendo en “justas” para solucionar problemas o hacer prevalecer una causa (con los siglos la lanza se sustituyó por armas de fuego, espadas, puñales, puños…). El triunfador derribaba a su oponente y aunque no se quebraran las armas, al torneo se le llamó “romper la lanza”. Como muchas veces no podían los adversarios hacer frente a la justa, se habilitaba a un tercero en su nombre (y cuerpo) para defender causa y honor. Esta variante originó “romper lanzas por alguien”.
El famoso caballero Don Quijano, en su voluntad de aventuras para reafirmar el valor, perdió el lance contra los gigantes. Salió descalabrado y rompió su lanza. Terminó por culpar al sabio Frestón el haber convertido a los gigantes en molinos de viento; mas fue capaz de enfrentar él mismo la lucha.
[Don Quijote rompe su lanza contra los desaforados gigantes]
Eso es lo mejor en un combate, que sean los protagonistas quienes rompan la lanza y no los sustitutos quienes tengan que romper sus lanzas por ellos. No obstante, no siempre ha sido posible, ni antes ni después. Robert Graves ha explicado en Los mitos griegos los procesos de sustitución que se vivieron en la antigüedad, el sacrificio como ejemplo: sacrificar a un niño en vez del adulto y posteriormente a un animal en vez del niño y así.
En política, los contendientes no pueden defender sus ideas o posturas todo el tiempo, ya sea debido a protocolos, prohibiciones de la ley, deslealtad de la contraparte o el uso de la violencia. Se puede cuando hay debates bien regulados, sin tendencia en favor de alguien en particular, cuando se observan reglas que llaman de “civilidad”, cuando hay respeto para todos; y en el caso de correligionarios, cuando se evita la maña y el mal proceder con tal de mantener la unidad. A final de cuentas, el día de la elección es el voto lo que representa los programas, las ideas, las personas; es el arma de los ciudadanos frente a lo que no quiere, en favor de lo que desea. La experiencia mexicana ha sido muy desgraciada para llegar al estatus presente en el que se procura la democracia y el bien de la mayoría; no obstante, se ha avanzado desde la elección presidencial de 2018.
En la contienda por elegir a quien enarbolará –de la mejor posible- el programa y los ideales de la llamada Cuarta Transformación (4T) y del obradorismo, algunos compañeros de Claudia Sheinbaum faltaron a los acuerdos desde un principio. En particular, los del grupo que he llamado Primor Morenáceo.
¿Qué es el Primor Morenáceo?: El traslado de políticos y las peores prácticas del PRI a Morena. ¿Quiénes lo representan en la contienda referida?: Ricardo Monreal, Adán López Hernández y Marcelo Ebrard, que están recurriendo a mañas priistas con tal de ser los elegidos. Y aunque dos de ellos saben que no tienen posibilidad, según señalan las encuestas, continuarán presentes al menos para estorbar, para hacer alianzas bajo la mesa entre ellos y sacar alguna ventaja personal.
De hecho, muchos estados y municipios del país en que formalmente gobierna Morena, están dominados hoy por el Primor Morenáceo, con sus vicios de siempre; la única diferencia es que al parecer ahora hay más vigilancia formal y ciudadana, los mecanismos para robar tienen que ser mucho más sofisticados.
¿Entonces es mejor el Prian? ¿Acaso el presidente no es Primor? Por supuesto que no es mejor el Prian, esa entelequia está siendo desechada por los votantes. Sí, López Obrador tiene su origen en el PRI y es fundador de Morena, mas su coherencia y trayectoria, cuando menos desde 1988 en que renuncia a ese partido, es indiscutible. De ahí que se haya ganado el respeto, la simpatía y la popularidad que lo llevó a la presidencia y lo ha sostenido con gran apoyo hasta el momento. Al grado de que su sola presencia definirá en muchos sentidos al candidato a la presidencia por Morena.
Dentro del universo Morenáceo muchos están ya rompiendo lanzas en favor de uno u otro de los contendientes cuando estos no pueden hacerlo por sí mismos. De hecho es lo normal y deseable, la toma partido. Sería bueno que se hiciera de acuerdo a criterios objetivos, no sólo desde la emoción y/o el interés personal. Algunos lo han hecho de forma civilizada, otros han lindado en lo barbárico.
En el caso de Sheinbaum, pudo hacer frente a la cargada ruda de sus correligionarios, el domingo 11 de junio, cuando seguidores y apoyadores de Ebrard y Ricardo le aventaron consignas absurdas: “¡piso parejo!”. Hizo frente a la violación del acuerdo de no llevar gente a la Convención Nacional, de no recurrir a las viejas prácticas del acarreo de porras y porros. Porras y porros que la acosaron y gritaron vítores a Ebrard y Monreal. Asimismo lo han hecho los incondicionales de López (el que quiere asemejarse al otro López recurriendo a la vulgaridad del sentimentalismo familiar), esos que viajan de aventones (al menos Ebrard tiene su “vocho” eléctrico) y se alimentan de frijol con arroz. Y el episodio golpista de Yeidkol Polevnsky no se puede olvidar; esa tosquedad de ir a exigir su registro en el momento en que lo hacía Sheinbaum.
Habían dicho que en el proceso habría unidad y que se respetaría a los otros. Pues bien, muy pronto rompieron las reglas quienes no tenían intenciones de observarlas. En el más decantado estilo priista, Ebrard, Monreal y López (dejemos de lado, sin olvidar su acto, a la salinista-ebrardista Polevnsky) se han regocijado en el lodo de su escuela formativa: el PRI. Golpeteo, “madruguetes”, acarreo, demagogia, simulación, sentimentalismo utilitario.
Es importante destacar el temple de Sheinbaum para confrontar al presidente del Consejo de Morena, Alfonzo Durazo, ante el irrespeto de sus contrincantes. Rompió lanza en defensa de su propia causa. Y ganó. Quisieron hacerla pasar por autoritaria, pero se trató de un acto de exigencia de respeto a los acuerdos y a las personas. Quisieron y quieren menospreciarla por ser mujer, no tener carácter o no ser suficientemente de izquierda (argumento de los seguidores de Fernández Noroña), o aventarle sin fundamento o pruebas un sinnúmero de acusaciones (como el primorista Jalife Rahme y sus cautivos). Otros quieren que sea más sexi… En fin, hasta ahora ella se sobrepone a todo este cuadro.
Y frente a supuestos militantes de izquierda en Morena que se han destilado en favor de los más (supuestos) expriistas, los que buscan instaurar al Primor en la presidencia y actúan como lo que han sido, rancios priistas de prácticas autoritarias, violentas y machistas, la mayoría de los potenciales electores rompen su lanzas en favor de Claudia Sheinbaum; así lo han mostrado y siguen enseñando las encuestas de dos años para acá. Ella rompe su lanza pero hay una mayoría que rompe sus lanzas por ella: En contra de la verdadera falta de “piso parejo” que significa el “todos contra Claudia”, y en favor de la mejor posibilidad de la izquierda electoral obradorista.
Se trata de elegir al perfil más óptimo de acuerdo al programa de la 4T. Y hay suficientes elementos para tomar una decisión informada, consciente, más allá del interés personal, de la conveniencia política. En este sentido, resultan muy interesantes dos análisis recientes sobre los dos principales candidatos, la que va en primer lugar y el segundo. Uno de Fabrizio Mejía para SinEmbargo, “Ebrard, el neoliberal”; 21-06-23. El otro, de Hernán Gómez en El Universal, “¿Por qué debe ser Claudia?”; 18-06-23.
Mejía parte de que, contrario a lo que llegó a pensar al inicio de la campaña de Morena, en realidad no hay consenso ideológico entre los candidatos. Desmenuza el lema de campaña de Ebrard, “Sonríe, todo va a estar bien”, que considera neoliberal pues supone una actitud pasiva, contraria a la acción obradorista, que deja en los “expertos” (que fracasaron una y otra vez en el pasado) y los políticos profesionales la responsabilidad de que “tú sigas sonriendo”; plantea en el fondo una parálisis de la base de esencia obradorista. Aborda dos de las primeras propuestas de su campaña. El programa “Niños con Talento” que llevó a cabo como jefe de Gobierno, que establece una diferenciación a partir del “talento que merece” frente a la perspectiva de la educación para todos. Meritocracia neoliberal que el Estado no debe auspiciar sino a la justicia social. La segunda propuesta, la creación de la secretaría de la 4T, es una ocurrencia que reduciría todo un régimen de acción social a una ventanilla burocrática. Tal como hiciera el alemanismo con el cardenismo, que lo redujo a la secretaría de la Reforma Agraria.
Gómez considera que si bien Sheinbaum no es alguien que emociona multitudes, sí ha sido una funcionaria que se preocupa y ocupa de los problemas. Alejada de la grandilocuencia y el ego de otros políticos; alejada de la frivolidad del poder, del dinero e intolerante con la corrupción. En este sentido, es la más cercana a López Obrador. Claudia podría traducir el discurso de la 4T a realidades cada vez más palpables. Desde su perspectiva científica (y artística, según he argumentado en este espacio en “Claudia Sheinbaum: tocar y bailar, dejar el corazón en cada movimiento”, metódica y ordenada, es exigente con su equipo de trabajo. Además de tener una visión transformadora del país, podría hacer funcionar mejor el aparato público.
Es decir, podría avanzar en la limpieza de la corrupción de la burocracia intermedia y baja que aún aqueja al gobierno, el programa y el plan de López Obrador. Y de eso debe tratar en gran parte el próximo gobierno, de limpiarse cada vez más de prianismo y ser más riguroso contra el Primor Morenáceo del que ya hemos hablado y hablaremos de nuevo con detalle si es necesario.
Así pues, los ciudadanos de verdad pro 4T, los pro-obradoristas tendrían que romper lanzas por Claudia, que ella asimismo rompe su lanza en favor de la mejor posibilidad para una auténtica democracia mexicana.
P.d. Y para hacer frente a los buenos reclamos de la ausencia de una selección musical en este espacio, comparto un audio escasamente conocido de Giuseppe di Stefano en Bellas Artes cantando, en 1964 y con un castellano muy simpático, “Júrame”, de María Grever; una interpretación distinta a la habituada por cantantes mexicanos:
Héctor Palacio en Twitter: @NietzscheAristo