El jueves pasado Claudia Sheinbaum vivió el momento político más importante de su vida, hasta ahora. En el Monumento a la Revolución, en una clarísima emulación del célebre discurso de Luis Donaldo Colosio, se refrendó como la candidata del partido oficial rumbo a las elecciones presidenciales.

Rodeada de personajes destacados de la autollamada 4T como Marcelo Ebrard, Mario Delgado, el radical diputado Noroña y uno que otro impresentable, buscó demostrar el músculo del partido, y sobre todo, la unidad interna.

Sin embargo, sí que demostró algunas debilidades. Ningún analista serio o corifeo podría afirmar que Sheinbaum es una política natural. Por el contrario, es una mujer científica que no es ni remotamente la sombra de AMLO, ciertamente no en términos de sus competencias ni de la eventual capacidad de gobernar, sino en el encanto de su discurso.

La pregunta que debe formularse es: ¿Será Claudia capaz de mantener la unidad de Morena una vez que se haya instalado en Palacio Nacional y que hayan empezado a surgir fracturas en el seno del Movimiento? Difícilmente.

AMLO lo hizo, y muy bien. Gracias a sus extraordinarios dotes políticos y al hecho mismo de ser el corazón y alma de la 4T, el tabasqueño fue capaz de articular consensos en medio de los torbellinos legislativos y en el contexto de las diferencias encontradas entre miembros prominentes del partido.

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Poco importó que personajes como Ricardo Monreal o Marcelo Ebrard mostrasen signos de tensión entre ellos mismos y otros núcleos del partido. Al final, el líder moral se hizo presente para ejercer el liderazgo que le fue concedido en las urnas y que el propio Morena le ha refrendado desde la fundación de la agrupación.

Claudia, por el contrario, sin las características propias de un líder natural, tendrá mayores dificultades para sortear las escisiones que surjan en el partido; principalmente frente a quienes resulten electos como líderes de bancada en el Legislativo y, desde luego, frente a las propias corrientes que se harán presentes en el seno de Morena.

En suma, así como AMLO sirvió como fuerza reconciliadora y unificadora en Morena, lo mismo deberá hacer Claudia. Sin embargo, para la mala fortuna de la ex jefa de Gobierno, tendrá en su contra su falta de liderazgo, y desde luego, la presencia inmortal del fundador del Movimiento de Regeneración Nacional. Quizá, al final de todo, el traspaso del bastón de mando, en aquel simbólico evento que tuvo lugar hace algunos meses, no servirá de nada. Veremos.