Para ser la señora Rosario Piedra la encargada de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, sí que ha sido muy de piedra.

Y es que la existencia de esa Comisión  me hacía sentir, al menos personalmente, que alguien velaba por las injusticias hacia las personas y por los derechos de las mismas, que incluso alguien velaría también por mis derechos.

Pero desde que el presidente puso ahí a Rosario Piedra, no ha abonado en absolutamente nada para que esta Comisión se fortalezca y se robustezca de tal manera que los mexicanos sepamos que no estamos solos en nuestra lucha por nuestros derechos.

Sin embargo, de pronto, una Rosario Piedra aletargada, sin ánimo, totalmente indiferente e indolente acaba de decir que pues “ya para qué” se requiere de la existencia de la CNDH que porque “no responde a las necesidades del pueblo” y yo más diría que fue ella la que no supo responder ante las necesidades del pueblo.

Entonces, la enfermiza obsesión del presidente Andrés Manuel López Obrador por querer controlarlo todo, manipularlo todo, que todo dependa de él, que todo se trate de él, que entonces Rosario se somete a esta nueva “petición” presidencial y dice que ya, así nomás  cambiándole el nombre a la CNDH por “Defensoría Nacional por los Derechos del Pueblo” ya va a funcionar.

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La excusa: Que se invierte y se gasta  mucho dinero en eso y que hay que reducir costos. Y el presidente propuso (e impuso aunque muchos lo quieran negar) a Rosario Piedra como dirigente de la CNDH.

Comisión a la que el propio AMLO todo este sexenio no le ha prestado atención alguna. En realidad creo que incluso esta comisión le resulta quemante, pues todo lo que tenga que ver con alguna queja, inmediatamente lo toma como algo personal.

Es extraño que López Obrador se diga ser un gran humanista precisamente denigre y reduzca a casi nada a la Comisión Nacional de Derechos Humanos. ¿A qué te suena ese nombre? A mí me suena también a humanidad... ¿En dónde queda la humanidad del presidente al permitir la anulación de la Comisión y quererla centralizar él?

Pero además: ¿Por qué si Rosario Piedra no pudo con el paquete aún se aferra a él y cree que por cambiarle de nombre las cosas fluirán mejor?

Pero es que las renuncias y las “salidas” de las personas que rodean al presidente le resultan la más grande ofensa contra él. Entonces, el presidente jamás va a aceptar que alguien en quién confío no pueda con el cargo.

Lo va a dejar ahí, a la suerte de Dios, aunque no funcione, antes de “quemarse” aceptando que impuso a alguien que fue totalmente inepta para el puesto.

Mientras tanto, esto pasa frente a nuestros ojos asombrados sin que nada podamos hacer. En lo personal, me siento totalmente impotente. Me pregunto cuántos casos quedarán en el archivo muerto en la CNDH.

Casos donde alguien metió su queja ahí con la esperanza de justicia. Casos en donde su persona, su integridad y su humanidad se vieron lastimadas o violentadas.

Ahí quedarán… como hojas de papel nada más.

El presidente todo lo decide, todo lo elige y casi a nadie deshecha. Eso sí. Que ni qué: él es 100% leal.

Es cuanto.