IRREVERENTE
Les platico que en realidad son dos dramas los que traigo hoy alrededor del migrante:
- El que narra Víctor Rasgado, recientemente fallecido autor oaxaqueño, en su ópera de un acto “Paso del Norte”, llevada a escena por MOS, México Opera Studio.
- Y el otro, representado todos los días por miles y miles de migrantes que llegan a México de “paso” rumbo a Estados Unidos, en caravanas, montados en “La Bestia” o por cualquier otro medio de transporte, y que se quedan varados en este noble país que todo lo aguanta, hasta los malos gobiernos propios e incluso el de otro depravado e ignorante presidente, como lo es Donald Trump.
Comencemos con el primero. ¿Arre? ¡Arre?
MOS es ya un factor decisivo en la propagación del gusto por la ópera.
Comenzó hace cinco años como un proyecto de amantes de este arte, que se formó con el propósito de darle forma al desarrollo del talento de tantos jóvenes mexicanos que hoy brillan en los mejores escenarios internacionales, catapultados por MOS, que ha logrado el apoyo de importantes organizaciones y dependencias oficiales y privadas, nacionales y extranjeras.
Este fin de semana concluyó su ciclo de ópera mexicana con la puesta en escena de “Paso del Norte”, obra laureada por entidades de gobierno europeas y que narra un hecho real que conmovió al mundo.
Siete actores -porque lo son, además de cantantes de ópera- trepan a la audiencia a uno de los vagones de La Bestia, el tren que recorre México de frontera a frontera con su carga humana:
Kathia Alejandra Romero (María); Osvaldo Martínez (Lauro); José Luis Marrero (El Mosco); Josué de León (Sobreviviente); Miguel Ramírez (Maquinista); Belén Marín (Migrante); Jaquez Reyes (Migrante) y Juan Carlos Villalobos (Migrante).
En poco más de una hora, Rasgado transmite mediante los músicos, actores, cantantes y directores de MOS, todo el dramatismo de un fenómeno social que conmueve a millones de personas en todo el mundo: la diáspora que ocurre en países cuyos gobiernos han expulsado cruelmente a quienes no encuentran en sus suelos el bienestar que buscan para ellos y sus familias.
Vemos en escena una partícula del universo dramático que tiene lugar en Venezuela, Haití, Centroamérica, países africanos y con más drama -por tenerlo aquí- en México.
Buscadores del sueño europeo -unos- y del americano -otros- se topan con la triste realidad de encontrar -unos- mejores calidades de vida y otros el desprecio que lacera su dolor por la separación que sufren de su tierra y de sus seres queridos.
“Paso del Norte” narra el drama mexicano de la frontera mediante una trágica historia que tuvo lugar en 1987, en un vagón de “La Bestia” abandonado en Texas completamente sellado y con un grupo de migrantes en su interior, sin que se dieran cuenta los maquinistas.
Desde incómodas sillas -hay que decirlo y las razones las leerán más adelante- el público presencia cómo dos de los protagonistas -el tenor Osvaldo Martínez (Lauto) y el barítono José Luis Marrero (El Mosco, el pollero que enganchó a los migrantes) sostienen agrias discusiones y se lían a golpes dentro del vagón, mientras cantan que el futuro no existe y le llaman “porvenir” porque nunca llegará.
Una dramática historia paralela tiene lugar a cargo de la soprano Kathia Romero: el nacimiento del hijo de uno de los migrantes que murieron en el vagón por la soprano Kathia Romero.
Esta ópera en un acto recrea lo que muchos hemos vivido cuando nos topamos con venezolanos, salvadoreños, hondureños, haitianos, mexicanos, africanos, conduciendo taxis y vestidos como afanadores de limpieza, meseros, obreros, guardias en tiendas como Soriana, albañiles, recolectores de granos, frutas y fibras en el campo norteamericano.
Todos ellos destilan una tristeza estoica en sus rostros.
Son el vivo ejemplo del desprendimiento que tienen que hacer millones de seres humanos, de sus raíces, porque los suelos donde nacieron se volvieron inhóspitos y crueles contra ellos mismos y sus familias.
Más que un desprendimiento, es un despellejamiento, y en carne viva, sufren agresiones, desmanes, humillaciones, discriminaciones y hasta la muerte, como es el caso que narra “Paso del Norte”.
Rennier Piñero -director de escena- y Alejandro Miyaki -director musical- están al mando de un grupo de profesionales en escena, productores y traspuntes, que junto a sus mecenas lograron convertir un páramo en medio del Parque Fundidora, en un apenas pasable escenario para compartir su arte con públicos cada vez más ávidos de espectáculos como la ópera.
Así como los bulldozer israelíes arrasan con viviendas en Gaza, aquí, por órdenes de un gobernador insensible como el tal Samuel, las máquinas estuvieron a punto de derrumbar el Auditorio Carlos Prieto, donde MOS se refugia.
La razón de dicho intento fue hacer de ese lugar, más metros cuadrados para rentarlos a los organizadores de festivales que dejan al patronato del Parque Fundidora, pingües ganancias.
Esto en sí mismo es otro drama: la mercantilización por encima de la culturización.
El clímax en “Paso del Norte” llega cuando en medio de cuerpos agonizantes, uno de los migrantes es rescatado por la migra estadounidense.
La muerte ataviada de catrina lo saca del vagón y a señas trata de explicarles a los agentes que perforó un pequeño hoyo dentro del vagón para respirar el aire que lo libró de la muerte.
En la última función de este domingo 16, destacó la presencia de María Cristina Gálvez Correa, viuda y depositaria del legado operístico de su esposo Víctor Rasgado.
Fue objeto de un sencillo homenaje por parte de MOS, al cual se sumó el entusiasta público que llenó el lugar..
“Efectos especiales”
Hacía calor en el lugar, producto de las limitaciones de este espacio rescatado de las ratas -de dos cuatro patas- que pululaban dentro del edificio que estaba en ruinas, cuando MOS invirtió una buena suma de dinero para convertirlo en su sede.
La Irreverente de mi Gaby comentó con ironía que a lo mejor el calor interior formó parte de los efectos especiales de la obra...
Comentario al margen:
En pleno domingo, fue una odisea llegar al Auditorio Carlos Prieto.
Las máquinas para pagar los estacionamientos internos no funcionaban; el escaso personal del Parque a esa hora vivía su propio drama y algunos mentaban madres respondiendo a las que recibían de los desesperados conductores que hacían larguísimas filas para pagar y salir del lugar.
Kilométricas filas también para comprar alimentos.
Total, un soberano desgarriate en el día que más público recibe este lugar.
Y afuera, por la avenida Madero, otro desmadre: el bestial tráfico provocado por las irresponsables obras del Metro que el tal Samuel dice que van viento en popa, pero que tienen convertida en un muladar a la que será sub sede del Mundial de Futbol de la FIFA en 2026.
¿Y la Rotación de Personal, apá?
Se me acabó el espacio, pero de todos modos, el fenómeno de los migrantes es una rotación de personal a nivel países. ¿O no?
Cajón Desastre:
- Para enlazar estos temas, les anticipo que mañana, en el Episodio IV, revelaré cómo los migrantes se vuelven presas fáciles de la contratación irresponsable de muchas empresas y que debido a su corta estancia promedio, distorsionan las estadísticas y complican el trabajo de los responsables de RH.
- Ya quedamos. ¿Okay?