El escenario político de los perfiles que crecieron bajo el manto de la Cuarta Transformación ya anticipaba rupturas desde el primer momento en que Marcelo Ebrard adelantó los tiempos electorales, atendiendo a una urgencia personal por definir presidenciables debido a su desventaja de arranque. Como él mismo lo declaró, al menos por dos décadas se ha preparado para ser presidente. Eso implica que las casas encuestadoras, cuarteles de guerra, asesores y aliados contratados por él advirtieron, previo a su separación de cargo como canciller, cinco puntos innegables:

1. Marcelo Ebrard es el favorito para ser candidato de Morena… De los opositores; los grupos antagónicos de López Obrador, tanto de la derecha panista cercana a Movimiento Ciudadano como de las izquierdas progresistas que se dispersaron tras el triunfo de Morena, son quienes apoyan su candidatura. Es decir que si el proceso deliberativo únicamente se enfocara en los simpatizantes y militantes de Morena, Ebrard pierde por mucho ante Claudia. Sin embargo, para mala suerte del ex canciller, los simpatizantes del obradorismo son mucho más que los adversarios.

2. La estrategia maquinada todo el tiempo ha sido la ruptura; basado en lo anterior, Marcelo Ebrard definió que su público (o “Target”) a conquistar serían los indecisos, decepcionados, opositores y buscó una narrativa que le permitiera construirse como “outsider”. Pidió la separación de todos de sus cargos enfocándose principalmente a que su investidura como canciller le impedía hacer una campaña nacional tan abierta y fuerte como la que parecía existir en las giras de Claudia Sheinbaum por invitación de gobernadoras y gobernadores, partiendo del exitoso e innovador modelo de gestión digital que ha implementado en la Ciudad de México. No advertía que, por un lado, ni su intento por sacar a Sheinbaum de la jefatura de gobierno la iba a desinflar de las encuestas en las que por meses ha tenido ventaja, ni su propia campaña iba a generar que su candidatura subiera como esperaba. Su segundo lugar en las encuestas más serias es irrefutable, la diferencia acumula un promedio mayor de 20 a 25 puntos. Es decir, no hay margen que le permita sugerir ni siquiera un empate técnico. Marcelo no crece y su incapacidad para aceptar las preferencias populares le han tentado el lado más autoritario e impositivo: el de acusar trampas.

3. Operación Washington-Garland e intervencionismo; quienes también respaldan la candidatura presidencial de Ebrard son operadores de seguridad de Estados Unidos, quienes han intervenido so pretexto del fentanilo, criminalidad, armas, migración y actos de narco-terrorismo en varias intentonas que abarcan hasta el pronunciamiento sobre la autonomía del INE durante las marchas rosas. La estrategia de Ebrard se acompaña de acciones tendientes a la desestabilización, que tal como Estados Unidos ayudó al opositor venezolano Juan Guaidó en diferentes proporciones por las claras distinciones de contexto, ahora podrá ayudar a Marcelo Ebrard una vez que se pinte de opositor. Desde el primer momento, la distancia clara que marcó con las políticas del presidente López Obrador, el desacato de los acuerdos que él mismo propuso como no atacar a otros contendientes y los planes invadidos de seguridad que presentó apartado también del Proyecto de Nación y Continuidad que se redacta colectivamente desde una Comisión en el CEN de Morena ya permitían advertir que su estrategia, además de la ruptura, es construirse como un candidato-víctima convertido en opositor, ahora si, con el abierto llamado a “frenar la imposición dictatorial“. Ese será su siguiente paso. Las encuestadoras personales que alientan a Ebrard le han dado elementos para competir no por el voto obradorista sino por el voto opositor-decepcionado. Probablemente, por Movimiento Ciudadano. En una “Mejía Berdejas”, por el PT. Ebrard es el candidato el intervencionismo.

4. Más allá del presidente, Claudia es Claudia; la estrategia de comunicación que acompaña a Marcelo Ebrard ha dedicado recursos y tiempo en “bots” mecanizados que intentan imponer la idea de qué Claudia es un apéndice del presidente. Sin pasar por alto la extrema misoginia de un candidato que simula cercanía con el movimiento feminista, aquella campaña de contraste ha permitido hacer evidente que la científica, la humanista, la ambientalista, la madre, la hija, la abuela, la funcionaria, la trabajadora, la activista, la maestra, la estudiante y la mujer de todos los roles que aspira a la presidencia es mujer de una sola pieza que sin necesidad de divorcio, hace evidente su autonomía. Probablemente, López Obrador le habría llamado “chachalaca” como lo hizo a Fox en su momento o “corrupto vendido” como lo hizo con los Chuchos cuando desde el Pacto por México se le traicionó. Claudia es tan ella misma que se limitó a dejar claro que ella no hablará mal de nadie, pues por supuesto, hay niveles hasta para competir.

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5. La ambición es el sello personal de Ebrard, pero es muy mala consejera; Marcelo Ebrard se ha convencido de que el fin justifica los medios y que si es necesario destruir un movimiento completo con tal de llegar a la grande, estaría dispuesto a hacerlo. Es curioso que mientras se desempeñó como canciller, jamás realizó pronunciamiento alguno sobre cualquier acto irregular del que pudo saber o conocer, pasando desde las vacunas, la distribución de las mismas hasta el uso de sus propios espacios para promover su perfil -que entonces no era desvío de fondos, sino ejercicio del cargo-. Hoy acusa un “acarreo masivo” junto con un “desvío de recursos” que acusa en medios y no en la Secretaría de la Función Pública o ante una Fiscalía. Nada dice de las granjas de bots que operaban desde la Plaza Juárez ni de los asesores extranjeros con cargo al erario. En fin, la hipotenusa. Ojalá que Ebrard tenga un “Plan C”, pues en su camino por quemarlo todo, el fuego podría alcanzarle hasta a él.

Twitter: @ifridaita