En las semanas recientes, la aerolínea de bajo costo con sede en Irlanda, Ryanair, sigue dando de qué hablar. Al parecer, al CEO Michael O’Leary no le basta con pelearse con la mitad de los gobiernos de Europa, también se pelea con sus clientes, y por diversos motivos: desde los cobros ocultos hasta la limitante de alcohol que pueden ingerir en un aeropuerto.
Este canoso directivo es una especie de “Trump de las aerolíneas”, un personaje por demás disruptivo, que invierte mucho tiempo y esfuerzo buscando la manera de sacarle la vuelta a las leyes que está obligado a observar.
En pocas palabras, es el tipo de persona que detesta la autora de esta columna. “Ventajoso y buleador” son dos linduras que -entre otros adjetivos- podríamos decir de él; y es que ahora hay que agregar el hecho que bajo su mando, está la reciente creación de una empresa de taxis. Así como lo leen.
Ustedes se preguntarán, ¿acaso es para ofrecerle un mejor servicio a sus pasajeros?, pues lamento decepcionarlos, pero no es así.
Michel O’Leary se caracteriza por ser un personaje que busca vacíos legales para operar, ya sea con una aerolínea de bajo costo, o como en este caso, con una empresa de taxis, en donde la flota es el propio automóvil de O’Leary.
¿Están siguiendo la historia? Porque se tuerce más conforme avanza. Resulta que el buen Michael odia el tráfico, y para evitarlo se le ocurrió una brillante idea: convertir su coche en taxi, para poder utilizar todas las ventajas, permisos y concesiones que tienen este tipo de autos en Dublín, Irlanda.
Por ejemplo, el acceso a ciertas vías, carriles rápidos, lugares de estacionamiento, peajes diferenciados dependiendo de la hora y día de la semana que se trate, etc. Por eso se le ocurrió fundar una empresa de taxis, aunque con flotilla de un solo auto, el suyo, y así evitar el terrible tráfico.
¡Cínico!, es un sustantivo que define a una persona que actúa con falsedad o desvergüenza descarada. Para evitar el tráfico de sus ciudades, muchos CEO’s de grandes corporaciones internacionales optan por utilizar helicópteros como medio de transporte, pues cuentan con los recursos económicos para hacerlo; pero el buen O’Leary, que es bastante “codo” como le decimos en mi pueblo a los que son ahorrativos en exceso, no va a pagar por un servicio de ese calado, y menos si puede aprovechar las hermosas y lucrativas lagunas legales.
Así lo registró hace unos días el diario Marca: “El empresario cuenta con su propia licencia de taxi, que le permite meterse en carriles que obviamente, cuentan con menos congestión.
Así, O’Leary hace gala de sus poco ortodoxas formas de manejar la situación y una capacidad inusual para salir airoso de cualquier problema. Una empresa de un único taxi en el que él mismo es el conductor supone una forma de retorcer la ley, eso sí, de forma efectiva.”
A mí, simple y sencillamente me parece “increíble”, como sinónimo de “inaudito”. Y las respuestas en las redes sociales no se hicieron esperar, y son variopintas: desde arduas felicitaciones por esa “mentalidad de tiburón”, y en el otro extremo quienes no lo bajaron de “gandalla”.
Para mí la actitud de O’Leary no es la de una mente privilegiada, que ve y aprovecha un área de oportunidad, sino la de un gandul que lo utiliza para su propio beneficio.
Esta misma actitud de gamberro la usó en contra el ministro español de derechos sociales, consumo y agenda 2030, Pablo Bustinduy, de quién imprimió su foto en tamaño natural y lo disfrazó de payaso, como protesta por una multa que ronda los 179 millones de euros, derivada del tema del cobro por el equipaje de mano. Recordemos que varias aerolíneas de bajo costo fueron multadas, entre ellas Vueling, Volotea, EasyJet y Norwegian.
Un tema polémico, porque los clientes del transporte aéreo no están de acuerdo con el cobro del equipaje de mano, pues les parece abusivo; por ello, utilizando la legislación vigente de la Unión Europea, la autoridad terminó dándoles la razón a los pasajeros, y multando a las aerolíneas por estos cobros indebidos.
¿A qué niveles habrá llegado el coraje atravesado de O’Leary?, además de hacer mofa del ministro español, recortó 12 rutas para los aeropuertos españoles que maneja AENA, dejando al país ibérico, para este verano que viene, con un déficit de 800 mil asientos, porque considera que a Ryanair le cobran de manera excesiva el impuesto por uso de aeropuerto.
Debemos de tomar en cuenta las siguientes cifras: la bajo costera irlandesa mueve en España a más de 60 millones de pasajeros al año, por tal motivo se siente con todo el derecho de exigir que le cobren “poquitos” impuestos.
Dentro de su perorata, O’Leary llevó a cabo una conferencia de prensa en Madrid, para quejarse acremente de la multa impuesta, y terminó opinando que él no iba a respetar una regla de los años sesenta del siglo pasado sobre no cobrar el equipaje de mano. Para pronto, que a él ningún gobierno lo regula y que le hagan como quieran pero que su aerolínea seguirá cobrando a los pasajeros el equipaje de mano.
Como he mencionado anteriormente, su postura tan disruptiva es el claro ejemplo de cómo no se debe dirigir una aerolínea. No nos confundamos, no niego que ha sido un éxito económico la forma en que O’Leary ha conducido a Ryanair. Hoy por hoy es la primera opción de muchos europeos para viajar “barato”, sin embargo al final el verdadero éxito no son las tarifas “baratas” sino el marketing que se crea alrededor.
La gente opta por este modelo de aviación porque de verdad cree que se está ahorrando “un pastón” (como dicen en la madre patria), y que no importa que el servicio al cliente sea pésimo; que por dicho ahorro bien vale la pena que el community manager de la aerolínea te haga bullying, en caso de poner una queja en redes sociales.
Por otro lado, Ryanair ha logrado “vender humo” a los diferentes gobiernos europeos: el modelo de bajo costo de la irlandesa se basa en acudir con los aeropuertos, no los más grandes, sino los secundarios, y endulzarles el oído diciendo de que ellos se encargan de mover el pasaje, y que las secretarías o encargados de turismo locales se pueden “ahorrar” el dinero que le destinan a esos aeropuertos, o bien les puede salir más barato si les pagan a ellos por volar a sus aeropuertos. Cuál es la fórmula legal: recibir subsidios, en buen español.
Pero, si el gobierno decide subir las tarifas por el uso de aeropuerto, entonces Ryanair recorta vuelos en varias terminales aéreas para ejercer presión. Esa es la forma en que opera, chantajeando.
Por todo lo anterior, Ryanair sigue en el ojo del huracán; entre la creación en Dublín de una empresa de taxis, con un solo vehículo, conducido por el propio Michael O’Leary para poder usar carriles exclusivos de transporte público, hasta el pleito casado que tiene por la multa -que considera ilegal- por cobrar el equipaje de mano en España; y ¡bueno!, los encontronazos con todos esos aeropuertos que han incrementado sus tarifas.
Recientemente se suma a la polémica Dinamarca. Ryanair dejará de operar en Aalborg y Billund ¿adivinan por qué? Resulta que, a partir del primero de enero de este año, dicho país cobra un nuevo impuesto de 50 euros por salir del aeropuerto. La diferencia radica en que los daneses no reaccionan como los españoles. Yo, espero con ansias las reacciones que se avecinan, y que serán el nuevo capítulo de este Irish Drama. Así las cosas al otro lado del Atlántico.