Bienvenidos amantes de la gastronomía. ¿A quién no le gusta viajar?, y cuando se hace en avión es aún más emocionante; a esa experiencia sumemos el “bonus” de hacerlo por Clase Premier de Aeroméxico, cuya innovación volverá la vivencia en algo totalmente diferente.
Imaginen ustedes, amables lectores, la grandiosa oportunidad de sumergirnos en Japón, incluso antes de llegar a tierras niponas, a través de sus sabores. Fue un gran acierto de la aerolínea pensar en el menú que a continuación les voy a describir.
Lo más destacado es que la creación del menú de Clase Premier de la aerolínea -y es digno de celebrarse- corrió a manos de una mujer: Miriam Moriyama, chef argentina con fuertes raíces japonesas. La intención de la nueva carta es la de ofrecer a los clientes una experiencia gastronómica auténtica, como si desde el momento de abordar, estuviesen ya en el país del sol naciente.
Con la complicidad del hotel Hyatt Regency México y del restaurante Yoshimi, se creó un menú minimalista, pero de vanguardia, con sabores que recuerdan a Japón. Vayamos a ello: primero ofrecen “Hazun”, una interesante variedad de entremeses para ponernos a tono. Consisten en Unagi tamagoyaki, que es un omelette de huevo con anguila; la nobleza del huevo permite que el sabor de la anguila no sea tan potente, pero que no pierda su protagonismo en boca.
Podemos probar Kamo resei, un magret de pato; quienes somos aficionados a este corte en especial, amamos que sea preparado con una salsa de soya dulce y mostaza japonesa, que le agrega un toque de picor.
Ebi shioga, un camarón cocido en jengibre; el sabor del marisco junto con el picantito del jengibre es delicioso, sobre todo al paladar mexicano, que gusta de complementar su comida con picante.
Continuamos con Tako sakura, pulpo cocido en soya y mirin, que es un tipo de vino de arroz, medio dulzón que se parece mucho al sake.
Shimeji, un hongo del mismo nombre servido en salsa, cuya característica principal es ser un caldo con un potente sabor a umami. Suele ser muy usada como base para la sopa miso.
No puede faltar el ya clásico edemame al vapor, del que soy fan; una leguminosa deliciosa y Tomato amasu que es un jitomate cherry bañado en una vinagreta dulce.
Todas ellas, entradas dignas de abrir el apetito para pasar al plato fuerte, o “Daimono”, que consiste en un róbalo previamente marinado en salsa miso dulce de nombre Gindara misutsuke yaki. Los amantes del pescado, sabemos que el róbalo es de un sabor muy delicado, por lo que una salsa potente le viene bien.
También como plato principal tenemos Hiyasi soba, fideos elaborados con trigo sarraceno, que tiene un sabor completamente distinto al trigo “normal”. Estos platos se pueden acompañar con Jicama ume-su, con una salsa de sabor ácido-salado, que es una variedad de menta rojiza que le aporta frescura.
Sayaigen, que son ejotes en salsa gomadare, que es básicamente una salsa espesa de semillas de ajonjolí, de sabor similar a la salsa tahine de los árabes, que menciono como mera referencia de su sabor.
Tsukemono, una serie de encurtidos de pepino, nabo y berenjena, excelentes para acompañar el róbalo, pues le aportan acidez y un poco de amargor al plato principal. No podía faltar otro gran clásico de la gastronomía nipona: la sopa miso y el Gohan, el típico arroz al vapor.
Todo lo anterior -en conjunto- es una explosión de sabores en boca; tenemos salado, dulce, ácido, amargo y el tan codiciado umami, conviviendo en una armonía que no contiene cualquier alimento. Se trata de un menú muy bien integrado, pensando en el lugar donde se va a servir, pues todos sabemos que no son las mismas condiciones en tierra que las que se viven a más de 33 mil pies de altura.
Cerramos con el postre: Matcha namelaka, un cremoso hecho a base de té matcha, cuyo sabor recuerda un poco a la espinaca, que va relleno de tofu y fresa, con una crema “namelaka”, hecha a base de chocolate, grenetina, nata y glucosa, de consistencia muy espesa. Podríamos decir de es la hija de una crema pastelera y una ganache de chocolate. Este postre se sirve con chocolate blanco y frutos rojos.
Para acompañar la delicadeza de la comida japonesa, no puede faltar el sake, ni tampoco la cerveza Sapporo. Todo servido en una vajilla hecha de manera exclusiva para la aerolínea, tomando en cuenta el reducido espacio de las cocinas que tienen los equipos B-787 Dreamliner, que realizan este vuelo de un poco más de 14 horas de duración.
Nos gusta mucho que una aerolínea bandera del país se esfuerce por hacer de este viaje una verdadera experiencia gastronómica de altura. Esperemos ver este mismo concepto en otros de sus vuelos, para que nos maravillen con los sabores del mundo. ¡Bon appétit!
Cat Soumeillera en Twitter: @CSoumeillera