La oposición a AMLO y Morena está en ellos mismos. Son los que se están peleando, quienes filtran a la prensa lo peor de la 4T, de su corrupción e ineficiencia y todo por la carrera sucesoria, a tal grado que incluso se podría afirmar que AMLO se está quedando solo.
La sucesión
Resulta evidente que están operando dos grupos de gran poder en el gobierno. Primero, AMLO y su grupo que, como lo mencionó en su mañanera de hoy, perfila a tres precandidatos: Claudia Sheinbaum, su tapado Adán Augusto y el obligado, Marcelo Ebrard.
Pero hay otro grupo que opera en la 4T, el de Carlos Salinas de Gortari que busca dividir y debilitar a la oposición antes de las elecciones, Ebrard, quien podría ser candidato a través de MC, el partido de su amigo Dante Delgado; otro, con quien se dice que tiene una deuda moral, el hijo de Luis Donaldo Colosio y actual alcalde de Monterrey. Entre los precandidato de salinistas también están personajes como Ricardo Monreal o Juan Ramón de la Fuente.
El enfrentamiento
Mucho se habla de los candidatos de AMLO, de sus conflictos internos como el de Sheinbaum contra Ebrard por la responsabilidad en la tragedia de la Línea 12 del Metro; de Adán Augusto como “fiel de la balanza” ejecutando toda clase de grillas en contra de uno y otro y tejiendo alianzas con otros integrantes del Gabinete. Gertz que hace las veces de “sicario” al servicio de AMLO y que será quien destruya o proteja a quien AMLO finalmente elija, de ahí los pleitos con Santiago Nieto, Olga Sánchez Cordero, Marcelo Ebrard e Ignacio Ovalle y sus corruptelas en Sagalmex.
De nueva cuenta, el papel del expresidente Salinas resulta ser decisorio, no solamente en la sucesión, tiene ascendencia dentro del gabinete de AMLO y entre los grupos empresariales con mayor influencia económica y política del país y, precisamente desde ahí, opera el apoyo a sus precandidatos que le disputarán a AMLO la carrera por su relevo.
La mafia del poder
Entre los empresarios ligados a Salinas, parte de la 4T y con gran influencia en el gobierno de AMLO, destacan Carlos Slim, Ricardo Salinas Pliego, Carlos Peralta, Alonso Ancira, Carlos Hank Gonzálezy algunos importantes empresarios de Nuevo León que se la juegan con el expresidente. En poco tiempo podremos ver a un Slim tomando distancia de AMLO, como ya lo está haciendo Ricardo Salinas.
Salinas de Gortari tiene además muchos cercanos en el Gabinete y en Morena, empezando por Marcelo Ebrard, Manuel Bartlett, su sobrina Josefa González Blanco Ortiz Mena, Ricardo Monreal, Ignacio Ovalle, Yeidckol Polevnsky, expareja sentimental de Raúl Salinas; Mario Delgado, la no Primera Dama, Beatriz Gutiérrez Müller (sobrina del embajador Agustín Gutiérrez Canet, el que dio asilo en Irlanda a Salinas); el coordinador de los diputados de Morena, Ignacio Mier, el secretario de la Función Pública, Roberto Salcedo Aquino y hasta el dueño de MC, Dante Delgado, a quien Salinas colocó en Veracruz, cuando nombró a Fernando Gutiérrez Barrios como secretario de Gobernación.
El juego perverso
De esta alianza y competencia entre Salinas y AMLO no podemos esperar cosas buenas. Si algo le salió mal a Salinas, fue su propia sucesión. En ese fatídico 1994, desde la designación de Luis Donaldo y el berrinche de Manuel Camacho que se sintió traicionado, no poder imponer como coordinador de campaña de Colosio a Carlos Rojas Gutiérrez, la irrupción de la guerrilla zapatista y aquel famoso “no se hagan bolas”, hasta el asesinato del candidato priista.
Por todo eso pareciera que Salinas tiene una deuda moral con el hijo del candidato malogrado y con Marcelo Ebrard, hijo político de Camacho.
Salinas nunca logró controlar la sucesión y al igual que AMLO, intentó coquetear con la reelección, con gobernar desde su popularidad, concentrando el poder tanto como pudo y jugando con los precandidatos, tal como hoy lo hace Andrés Manuel, de hecho, los partidos aliados de AMLO son los mismos partidos que creó Salinas, el PT de Alberto Anaya y el PVEM.
Actualmente, entre otras misiones, Salinas se ocupa de tratar de debilitar a la oposición, de buscar la división entre los dirigentes de los partidos políticos opositores y de evitar a toda costa que logren una alianza, para eso, tanto él como AMLO inducen pleitos, lanzando anzuelos a los posibles aliancistas, para luego traicionarlos.
Quieren reducir el juego político de la sucesión a sus jugadoras y nadie más.
Salinas y AMLO primero se unieron para llegar a la presidencia, pero ahora cada uno buscará imponer a su propio candidato, cualquiera, pero el próximo presidente tendrá que ser de ellos.
Hoy más que nunca la oposición tiene la obligación de no caer en el juego perverso y mostrar una alternativa que convenza junto con la ciudadanía.