Con toda certidumbre puedo afirmar que Ricardo Anaya sí ha cometido delitos, y dado que un delito es sinónimo de crimen, estoy igualmente en condición de señalar que Ricardo Anaya es un criminal, un delincuente, sin menoscabo de que se le pueda encausar por diversos motivos o causas, yo sí tengo los elementos en mi mano para afirmar lo que estoy señalando; Ricardo Anaya falsificó firmas y sellos notariales para presentar documentos apócrifos ante lo que fuera la Procuraduría General de la República (PGR) y tratar con ellos deslindarse de la vinculación que en ese entonces se le estableció por la autoridad ministerial federal de haber participado o ser parte de una sociedad mercantil. Adquirió un inmueble y realizó una venta simulando el incremento en su precio para realizar lo que coloquialmente se llama ‘lavado de dinero’, es decir, una ganancia simulada por medio de la cual recibió recursos de un tercero con la supuesta justificación de ser el valor autorizado de un inmueble que adquirió y posteriormente vendió a alto sobreprecio, para por este conducto burlar los parámetros legales correspondientes y lo cual también puede señalarse como un delito.
Preciso: Ricardo Anaya presentó ante la PGR documentos falsos supuestamente certificados por mí en los que se mostraba mi firma y sello como notario público número 8 del municipio de Zapopan, Jalisco, -que lo soy-, pero que yo nunca tuve en mis manos. En ellos, además, se exhibía una fecha anterior a la realidad, para tratar de señalar que antes que se llevare a cabo la irregular transacción ya no era parte de la empresa mercantil y con ello pretendía zafarse de su responsabilidad.
Al enterarme de estos hechos, en su momento acudí ante la autoridad ministerial federal y por ello se realizó la averiguación criminal en la entonces PGR, pero bajo los auspicios de las autoridades de la época bajo el mandato del expresidente Enrique Peña Nieto no se siguió el debido cauce y fueron consecuentes con él.
En su momento también, al detectar la irregularidad, la falsedad, los hechos turbios cometidos por Ricardo Anaya en mi perjuicio y en detrimento de la sociedad en general, acudí a la Subprocuraduría especializada en Delincuencia Organizada para establecer con claridad que la firma presentada en esas supuestas copias certificadas no era la mía y que el sello impreso en dichas hojas no corresponde al oficial que yo detento, y además esos documentos carecían del holograma seriado de la fecha que pretendía establecer como cierta.
Ahora, en razón de los nuevos hechos de los que se acusa a Ricardo Anaya y dice ser inocente, y asegura ser un perseguido político, es entonces que reitero, a mí me consta que Ricardo Anaya cometió delitos, por lo tanto es un delincuente, o sea, es un criminal, por lo menos en lo que respecta al proceder que yo puedo comprobar.
A lo que Ricardo Anaya establece como una persecución en su contra, y a la respuesta que da a tal señalamiento el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador, que dice que hay diferencia entre presos políticos y políticos presos, y que la persecución que se hace en contra de Ricardo Anaya por presuntos diversos ilícitos se basa en acciones o comentarios, hechos y dichos sustentables y que generan la base adecuada para prohijar dicha carpeta de investigación y consecuente seguimiento y órdenes para su presentación ante la autoridad ministerial federal, es viable establecer que si buen es cierto es deleznable que se use el poder político para perseguir a quienes expresan ideas, realizan actos, se oponen a acciones políticas o de política pública, emanados de gobernantes de algún ámbito de gobierno o expresarse en contra de situaciones dictadas en contra del poder público, tampoco es adecuado que quien cometa fechorías, delitos, crímenes por el simple hecho de ser o haber sido legislador, activista, político o comunicador y quizá periodista se deba escudar en esta circunstancia posible para con ello tratar de evitar que se le persiga por cosas presuntamente realizadas por esas personas, es decir, el que Ricardo Anaya sea un actor político no le da derecho a escudarse en ello y ser opositor al poder público o a quien lo detenta a nivel federal para decir que todo lo que se le imputa es en automático dotado de falsedad.
Y aquí va el exhorto: ni López Obrador ni las autoridades ministeriales federales o en su caso el Poder Judicial pueden atropellar, perseguir, encausar a Ricardo Anaya ni a cualquier otro personaje simplemente por ser de diversa ideología, enfrentar al régimen, ser divergente frente a políticas públicas, acciones gubernamentales, expresar ideas, opiniones o encabezar causas sociales distintas a las que son del agrado de quien ejerce el poder -como lo dice Anaya es en su contra-, pero tampoco Ricardo Anaya tiene el porqué tratar de desviar la atención, desvirtuar dogmáticamente, ligeramente sin argumentos o con argumentos fútiles o ligeros de lo que se le señala por el simple hecho de ser político o contrario al régimen todo lo que se le adereza como realizado por él en forma ilícita es simplemente una persecución política.
Así las cosas si algo debe Ricardo Anaya, es menester se presente ante la Justicia para aclararlo, y si algo cometió debe deslindarse de la responsabilidad con el debido proceso ministerial y judicial y encararlo y ser sancionable. De no ser así, pues que no lo sea, y me refiero a situaciones diversas a las que yo he señalado como que existieron y existen realizadas por Ricardo Anaya y que deben señalarse como un delito.
No sé y no me consta que sea cierto todo lo que se le acusa pero lo que sí me consta, porque tengo los elementos para comprobarlo, es que Ricardo Anaya cometió delitos, crímenes, al falsificar documentos notariales supuestamente elaborados por mí, como notario público número 8 de Zapopan y por ello debe ser encausado. He insistido y lo seguiré haciendo en que la autoridad ministerial federal hoy Fiscalía General de la República retome la denuncia que en su momento presenté, la ultime y la consigne ante un juez penal correspondiente para que Ricardo Anaya responda por el delito que cometió.
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