Es una realidad que el sector más golpeado por la COVID-19 es el de los maestros, superando incluso el número de fallecidos en el área de la salud, al registrar en promedio 11 muertes por día en lo que va de la pandemia. Pero aún con esa funesta estadística oficial, el gobierno federal ha instruido el regreso a clases presenciales colocándolos en una situación de peligro inminente cuando se está en un repunte significativo de propagación del coronavirus en el país, que nada menos esta semana alcanzó el mayor número de contagios por día al consignar 28 mil 953 el miércoles18 de agosto.

El tema divide opiniones a nivel directivo; mientras el dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Alfonso Cepeda Salas, confirmó el regreso a clases “obligatorio” para los miembros del sector a fin de que desquiten el salario; la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) aseguró que no regresará a clases presenciales y acusó que dicha campaña del Gobierno de México “es irresponsable”. En voz de Javier Saavedra de la Sección 7, pidieron un refuerzo de las vacunas contra el coronavirus para maestros, ya que recibieron el insumo de Cansino, que es de una sola dosis.

El presidente Andrés Manuel López Obrador, ha expresado que no es obligatorio el regreso a clases presenciales tampoco para los maestros, y la postura ha sido replicada por la servil titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Delfina Gómez Álvarez, quien una vez más ha dado la espalda al gremio para ser leal a su jefe y se ha concretado a invitar a los miembros del magisterio a “dar el paso”, aún cuando reconoce que no existen condiciones ideales para ello.

“El Presidente comenta que es voluntario. Él ha tenido la sensibilidad y el respeto de decir nada por la fuerza, todo por la razón (…) Respetando ese pronunciamiento, es voluntario. Pero hablo como maestra: sí pediría a los maestros que nos apoyen, más allá de que si es voluntario o no”, expresó en entrevista para La Jornada.

Una falacia más, porque está visto que en este régimen “lo que se escribe con la mano se borra con el codo”, como reza un viejo refrán de la lengua española.

Baste mencionar las recriminaciones lanzadas durante la conferencia mañanera del pasado lunes por parte del presidente López Obrador a los maestros que se niegan a regresar a clases en la llamada tercera ola de contagios por no contar con los protocolos de sanidad adecuados.

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“Y repito: no es obligatorio, es voluntario. Si hay maestros que no quieren dar clases porque tienen preocupaciones, pues no hay problema. Nosotros sostenemos que, si estamos a favor de la educación y si nos importa la educación, debemos de demostrarlo con hechos porque, si no, todo el discurso se vuelve demagogia, decir: ‘Nos importa la educación y más la educación pública’, pero en los hechos buscamos excusas, pretextos para no impulsar la educación.

Imagínense un maestro que no cumple con su responsabilidad, ¿cómo va a decir que la educación nos hace libres, que era lo que planteaba el presidente Juárez y los pedagogos más avanzados y progresistas?”.

Y remató con la odiosa comparación:

“…afortunadamente se han portado de lo mejor, imagínense si los médicos hubiesen actuado, las enfermeras, de manera mezquina y hubiesen parado, ‘yo no voy a trabajar porque no tengo las mascarillas, no tengo el equipo, necesito que me paguen más, no quiero correr riesgos’, pues entonces no hubiésemos podido”, dijo el presidente.

La negativa de los maestros está quizá fundamentada en la estadística, que indica que la mortalidad por covid-19 entre los docentes ya rebasó a la del personal de salud.

En lo que va de la pandemia, 5 mil 418 trabajadores de la educación han enfermado y muerto a causa del nuevo coronavirus, de acuerdo con datos del Subsistema Epidemiológico y Estadístico de Defunciones (SEED) de la Dirección General de Información en Salud, es decir, 11 al día, en promedio.

Apenas en mayo pasado había 561 fallecimientos menos de personal educativo respecto a los trabajadores de la salud; sin embargo, ahora la cifra es superior entre los docentes, pues según el último reporte la Secretaría de Salud, cuatro mil 84 médicos, enfermeras, y otros trabajadores del área de la salud han muerto a causa del virus SARS-CoV-2, una diferencia de mil 334 respecto del personal educativo.

Esto a pesar de que en ambos sectores ya se concluyeron las jornadas de vacunación contra covid-19.

Recientemente el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia UNICEF, se ofreció a apoyar a nuestro país con el diseño de protocolos que permitan el regreso seguro a las clases presenciales, lo cual por supuesto que se agradece. Pero más allá de ello, se requieren recursos económicos para “dar el paso”, que tanto pide la máxima autoridad de Educación en el país, Delfina Gómez, porque no es con un decálogo de buenas intenciones -muy penoso por cierto-, como se puede avanzar si realmente se pretende ofrecer garantías de seguridad en el regreso a clases presenciales.

En el contexto de una pandemia como la que se enfrenta se hace necesario llevar a cabo acondicionamiento de los espacios educativos que demandan recursos públicos a fin de dotar a los plantes de infraestructura básica sanitaria. ¿Cómo es posible pensar en un regreso a las aulas cuando la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu) reporta que en 41 mil 423 escuelas primarias, secundarias y de bachillerato en México no hubo acceso a agua potable en el ciclo escolar 2019-2020, y en 47 mil 566 planteles de estos niveles educativos no hay infraestructura para el lavado de manos?

“En su publicación digital Educación en Movimiento, destaca que entre los planteles existen marcadas diferencias en el acceso a los servicios básicos, pues sólo 45.4 por ciento de las primarias indígenas reportó disponibilidad de agua entubada, mientras del total de primarias y secundarias comunitarias “sólo seis reportaron tener servicio para el lavado de manos, es decir, 0.03 y 0.1 por ciento, respectivamente”.

Agrega que ante el regreso a clases presenciales en el ciclo 2021-2022 es apremiante contar con instalaciones adecuadas para los estudiantes. La Mejoredu señala que únicamente 72.3 por ciento de las primarias tienen agua potable y sólo 66.9 cuenta con servicios para lavado de manos”.(La Jornada 30/06/21).

Aún suponiendo sin conceder que la mayoría de maestros cuenten con el esquema completo de vacunación, ya sea con Cansino y sus presuntas deficiencias, existen maestros con enfermedades preexistentes como diabetes, hipertensión, y obesidad en otras, que los colocan en situación de peligro ante un eventual contagio.

Entonces, habría que tener mayor sensibilidad para entender que la salud de los maestros tampoco se puede decidir a capricho. Es previsible que el número de contagios entre los docentes incremente una vez que se abran de nuevo las escuelas y que la cantidad de muertes continúe a la alza.

La titular de la Secretaría de Educación Publica, Delfina Gómez, ha cumplido como cualquier funcionario del actual régimen con un pobre desempeño siguiendo las órdenes del Ejecutivo, por ello, no se puede esperar que tenga una actitud propia que contradiga a su jefe quien ha declarado que “llueva, truene o relampaguee” el regreso a clases es un hecho. A los padres de familia se les había obligado a firmar una carta donde se hacían responsables ante cualquier eventualidad por el regreso a clases de sus hijos, es decir, su contagio o en un escenario más drástico la muerte, no sería responsabilidad de las autoridades educativas, aunque ante las implacables críticas, López Obrador acusó desconocimiento y dijo que él no había dado esa orden, por lo que enseguida se descartó la obligatoriedad de entregar dicha carta. La pregunta es:

¿Quién responderá por el contagio, enfermedad, secuelas o eventual muerte de más maestros?

Señor presidente, los más de 4 mil trabajadores del sector salud que han fallecido por estar en la primera, segunda o tercera línea de COVID, arriesgaron su vida y la seguridad de sus familias por su valor, su compromiso, su pasión por salvar vidas, por su ética, y por su sentido de responsabilidad aún sin contar con la indumentaria y las herramientas necesaria para enfrentar la pandemia que su gobierno no les proveyó de forma oportuna y de calidad. Los maestros no se niegan a regresar a clases, le piden que les garantice protocolos bien diseñados, que invierta lo necesario para que las escuelas cuenten con lo mínimo indispensable para seguridad también de los estudiantes como agua potable, bebederos, sanitarios, lavamanos. No es mezquindad como usted lo ha querido evidenciar. Tienen derecho a temer a un contagio que significaría poner en riesgo su vida y las de los suyos. Señor presidente, garantíceles su seguridad. No los mande a la guerra sin armas. No necesitamos más héroes.

Opinión.salcosga@hotmail.com

@salvadorcosio1