La información disponible, no advierte la existencia de un grupo social o fuerza política interesada en lograr la revocación de mandato para que el presidente de la República deje su cargo de forma anticipada a su vencimiento en 2024, tampoco que exista una corriente amplia que se pueda asumir con la mayoría para ello.
De ahí que de llevarse a cabo la consulta para la revocación, todo indica que devendría en uno de ratificación de mandato; suenan parecido, pero revocación y ratificación no son lo mismo; mientras el primero tiene como intención consultar la posible deposición de alguien de su cargo, el segundo pretende lo opuesto, el móvil en un supuesto es sustituir a una persona y en el otro el mantenerlo en su función; llegar por medio de lo uno a lo otro es tomar un camino torcido, pervertir o corromper el propósito de dicho recurso.
Cierto, hay sectores críticos y oposición tanto al estilo de gobierno como al desempeño que éste ha observado conforme a las definiciones adoptadas a través de su titular -como es consubstancial a una democracia-, pero eso no significa que se le desea remover anticipadamente de una responsabilidad que tiene un plazo de ejercicio de 6 años, conforme se convocaron y se realizaron los comicios de 2018, y de lo cual derivó un mandato para la definición del titular del poder ejecutivo, del ejercicio de su mandato de gobierno y del tiempo de ese mandato.
Cuando el presidente en funciones ha participado en procesos electorales en donde él ha aparecido en la boleta, siempre los ha ganado; así sucedió en las tres veces que Juárez se presentó como candidato desde el ejercicio del presidencia; lo mismo ocurrió cuando Lerdo de Tejada fue a su reelección en 1876 -recuérdese que fue relevado por haber sido derrotado militarmente mediante el Plan de Tuxtepec-; también en las reiteradas ocasiones que lo hizo Porfirio Díaz después de 1877, transcurrido el período de Manuel González de 1880 a 1884, hasta que su deposición fue por la vía revolucionaria.
Nuestra experiencia como país es que el presidente gana las elecciones si se presenta a ellas, así sea un héroe como Juárez o un hombre que se extravió en su afán reeleccionista, como lo fue Porfirio Díaz; no somos el único caso, también en los Estados Unidos la tendencia a que un presiente sea reelecto son muy amplias; aquí acaba siendo imbatible, en buena medida por ello la no reelección.
Claro que la revocación de mandato no plantea una reelección, pero sí una nueva aparición del nombre del presidente en la boleta; formula entonces una ficción de reelección, de nuevo mandato o de su reiteración, que resulta absolutamente innecesario si el interés y las tendencias de opinión no perfilan su deposición, sino su reiteración. Entonces se postula como una estrategia para ir de la presunta revocación a la ratificación; deriva así en maniobra política, en gasto absurdo e innecesario que, en su caso, se sumaría al derroche de la consulta del pasado 1 de agosto.
Las prioridades que tiene México en materia de inversión y de gasto público son mucha y urgentes; de entrada se encuentran los amplios requerimientos para el sector salud, exhibidos por las deficiencias que la pandemia del corona-virus desnudó; en casi todas las materias son urgentes inversiones y presupuesto, ya no se diga en política social y en el ámbito de la seguridad; en ese contexto hacer de las consultas populares una especie de feria de temporada, para cuestionar sobre cosas insulsas es verdaderamente un crimen.
¿Cuántos hospitales se podrían construir o reparar o ampliar con esos recursos?
¿Cuántos medicamentos se podrían adquirir para asegurar el abasto requerido?
Pretender una nueva consulta en medio de tales emergencias casi es equivalente a optar por hacerle una gran fiesta a la quinceañera, cuando su hermana requiere con urgencia se le interne en un hospital no disponiéndose de los recursos necesarios para ello. El dilema es la fiesta o cubrir necesidades urgentes ¿acaso caeremos en esa frivolidad, en tamaño despropósito o elusión?
Los recursos que nos aporta las formas de la democracia directa deben ser usados, pero emplearlos de forma controvertida y hasta caprichosa, derivará en su desacreditación y extravío, de donde después será difícil su acreditación. La fiesta en medio de la emergencia solo enseña frivolidad.